A todo gobierno le molesta en mayor o menor medida la libertad de expresión. No es sólo un problema del kirchnerismo. La pretensión de ocultar los errores y minimizar los costos de las decisiones políticas afecta a todos por igual. Por suerte internet desde hace años viene dándonos la oportunidad de cuidarnos entre nosotros de la censura.
Recuerdo hace unos años haber escuchado la historia de Martha Payne, una nena de 9 años que sacaba fotos de la comida horrible que le daban en el colegio y las subía a su blog con algún comentario. Luego de que el blog adquiriera trascendencia mediática, las autoridades del colegio le avisaron a Martha que no podía seguir con dichos posteos. Tras un escándalo en las redes, del que participó hasta el renombrado chef Jamie Oliver, las autoridades se vieron forzadas a quitarle el castigo.
Es común escuchar a los kirchneristas afirmar que “nunca hubo más libertad de expresión” que en esta última década y otras tantas frases hechas que no se condicen con datos objetivos de la realidad. En este sentido por ejemplo la Fundación LED, liderada por Silvana Giudici, ha emitido múltiples informes acerca de los ataques a la pluralidad de voces que se vienen verificando en estos tiempos. Pero más allá de los datos estadísticos quiero traer a colación una experiencia personal que servirá de ejemplo.
El 6 de agosto pasado, en el marco de la campaña electoral legislativa, en la que oficiaba como candidato a diputado nacional por Compromiso Federal, fui invitado a debatir junto a otros candidatos -Gabriel Solano (Partido Obrero – FIT), Itai Hagman (Marea Popular) y Lucía Rojas (Frente para la Victoria)- en el programa “Una tarde cualquiera”.
Celebré la posibilidad de que, para variar, en la TV Pública estuviesen presentes diversas voces, aunque el resultado fue que el kirchnerismo quedó mal parado por la representación poco feliz de su candidata. Aún así, en el canal de Youtube de la TV Pública subieron la grabación del debate.
El miércoles 18 de septiembre recibí un mensaje en el que me preguntaron por los videos en cuestión. Al buscarlos en Youtube, dichos videos no aparecían. Recordé en ese momento que los había vinculado en mi blog. Para mi sorpresa, al intentar reproducirlos pude ver que sobre los títulos figuraba la leyenda “No Publicables” y que, al tratar de acceder a los videos por medio del link, la página informaba que los videos eran “privados”.
Tras un poco de revuelo en las redes sociales que implicó adhesiones por parte de Gabriel Solano y de Santiago Siri, candidato por el novel Partido de la Red, los videos fueron nuevamente librados al acceso público. ¿Por qué motivo un canal estatal que debe expresar la pluralidad de voces decide ocultar contenidos?
“La única verdad es la realidad” idea de Aristóteles que Perón repetía. Como ya sostuve en la nota sobre el programa 678, todo medio público puesto al servicio de un gobierno tiende a la corrupción. Lamentablemente la TV Pública lo ha demostrado una vez más. Para el kirchnerismo hay ciertas cosas que es mejor que se mantengan ocultas en privado lejos del público.