Sturzenegger en una lección

Adrián Ravier

Estamos mal, pero vamos bien. Es la conclusión a la que he llegado luego de escuchar el diagnóstico que el presidente Mauricio Macri ofreció en el Congreso al inaugurar las sesiones ordinarias de este 2016. Es la conclusión a la que he llegado también luego de leer la disertación que el Dr. Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central de la República Argentina, ofreció como expositor invitado a la sesión ordinaria de la Academia Nacional de Ciencias Económicas (se puede leer aquí).

Su exposición me recordó a un clásico de la economía. Me refiero a La economía en una lección, de Henry Hazlitt (1946). Un libro que he recomendado durante años a toda persona que desee tener una primera introducción a esta ciencia. Se analizan allí falacias económicas diversas que, en los últimos años de esta vapuleada Argentina, se han convertido en una nueva ortodoxia.

¿Pero cuál esa famosa lección? Consiste en la tendencia a considerar exclusivamente las consecuencias inmediatas de una política o sus efectos sobre un grupo particular, sin inquirir cuáles produciría a largo plazo y sobre toda la comunidad.

El libro en cuestión repasa diversos casos, como las obras públicas, el efecto de los impuestos o el crédito estatal sobre la producción, el odio a la máquina, los planes sociales, los aranceles, los controles de precios, el proteccionismo sobre una industria en particular, el salario mínimo, la inflación o el injustificado ataque de algunos economistas al ahorro, entre otras cuestiones.

He pensado durante mucho tiempo que si tales lecciones llegaran a las manos de un gobierno, se abandonarían tales falacias —esa nueva ortodoxia— y la economía iniciaría un proceso de desarrollo económico genuino sin precedentes.

La disertación de Federico Sturzenegger deja en claro que el presidente del Banco Central hizo propias aquellas lecciones. Su análisis es un poco más técnico, ya que distingue entre equilibrios parciales y equilibrio general, pero el mensaje es el mismo, lo cual resulta esperanzador.

Sturzenegger ofrece en este documento nuevos ejemplos, como la reciente baja en el precio del petróleo. Expertos en política económica mundial destacan que esta caída es mala por la pérdida de poder adquisitivo y de la voluntad inversora de los países exportadores, pero sin atender correctamente el poder expansivo sobre la demanda agregada de los países receptores.

Otro ejemplo fundamental está relacionado con el modelo de demanda agregada keynesiano, en el que se asume que una caída en el gasto público reducirá la demanda agregada. Un análisis más completo, sin embargo, puede mostrar que el gasto público no es independiente del gasto privado (consumo e inversión privados), y que una baja del gasto también implicará baja de impuestos y mayor poder de compra de parte de los consumidores, o mayor reinversión privada. La demanda agregada no tiene por qué caer ante un ajuste.

Lo mismo debemos decir respeto del ahorro, que según algunos economistas es nocivo, porque quita dinero del mercado, lo que implica a su turno menores compras, menores ventas y finalmente estancamiento y desempleo. Un economista que atiende al panorama completo observa que si alguien ahorra, depositando sus recursos en un banco a plazo fijo, por ejemplo, la institución bancaria intermedia ese dinero y lo canaliza hacia los inversionistas, que vuelven a introducir el dinero al mercado. “Si fuera cierto que el ahorro no genera demanda agregada, China debería ser el país más recesivo del mundo”.

Otro caso polémico que cita el economista es el del plan Procrear. Los economistas parecen atender sólo al efecto positivo que este plan tiene sobre la demanda agregada, como si esos recursos no se obtuvieran de otros destinos. Si el plan fracasó en impulsar la actividad económica, es porque aquello que generó por un lado se detrajo por el otro.

Finalmente, Sturzenegger llega al mercado monetario, de radical importancia para nosotros, no sólo por el alto nivel de inflación que nos acompaña, sino también porque Sturzenegger es el máximo responsable de paliar esta situación. El presidente de Banco Central explica la importancia del equilibrio monetario, y cómo una mayor oferta de dinero respecto de su demanda es la única causa de este flagelo. Con este conocimiento, y destacando el trabajo conjunto con el ministro de Hacienda, señala que en estos últimos meses se ha reducido a cero la monetización del déficit fiscal, que resulta posible por la reducción parcial de subsidios y también por el paro casi total de la obra pública. Hay un rezago, por supuesto, pero la rápida baja de la inflación en los próximos meses será una consecuencia lógica de lo que se viene haciendo.

¿Por qué entonces se ha acelerado el aumento de precios en estos últimos meses? Esto es un reacomodamiento de precios que surge como consecuencia de la herencia recibida. No sólo hubo que ajustar tarifas de servicios públicos (algunas aún están pendientes), sino también enfrentar la famosa venta de dólar futuro, que generó un gran daño al país.

Ya en una nota previa ofrecí un positivo análisis del primer mes de gestión. A cien días del inicio de este nuevo Gobierno mantengo mi pronóstico esperanzador. Sin desconocer los desafíos que quedan por delante (el déficit fiscal sigue siendo elevado, mientras que la obra pública no puede mantenerse parada por mucho más tiempo), el proceso de normalización continúa, más lento de lo que todos quisiéramos, pero en la buena dirección.