Test de gobernabilidad para Cristina

Alberto Valdez

Las últimas semanas sirvieron para que muchos en el mundo empresario y financiero se decepcionaran con el “service” que la presidenta Cristina Fernández le hizo a su gobierno. La salida de Guillermo Moreno y la llegada de un pragmático, fiel exponente del pejotismo, como Jorge Capitanich a la Jefatura de Gabinete fueron interpretadas como el inicio del tan deseado “giro racional”.

Empresarios, analistas reputados y muchos periodistas, con cierta dosis de ingenuidad y expresión de deseos, elogiaron a la jefa de Estado y comenzaron a ver a Capitanich como el líder de una perestroika que transformaría a la administración K prácticamente en un gobierno pro mercado, casi de centro-derecha. Una vez más, nada de eso ocurrió porque el chaqueño dejo en evidencia que no tiene autonomía para tomar decisiones y Cristina aparece más cómoda con su confidente Carlos Zannini, o con Axel Kiciloff y el ascendente Eduardo “Wado” De Pedro.

Y encima CFK ratificó con su reaparición en un acto político que sigue aferrada al dogmatismo y a continuar buscando enemigos antes de reconocer errores políticos o, por lo menos, corregirlos. Claro que las derrotas electorales en las PASO y en las legislativas de octubre limitaron el margen de poder del kirchnerismo. Con el 35% de los votos no hay mucho espacio para ir al chavismo o sostener el “vamos por todo”. Ahora en la Casa Rosada dicen por lo bajo que quieren ganar tiempo, evitar a toda costa un ajuste ortodoxo y preservar la figura presidencial hasta el final del mandato.

Las expectativas en el Frente para la Victoria son más humildes que antes de los comicios. Saben que su principal capital político pasa por la atomización de la oposición y las mayorías que conservan en el Congreso. En términos de estrategia política tienen muy claro el panorama.

No quieren hablar de transición ni de presidenciables, en todo caso intentarán generar una sobrepoblación en la grilla de candidatos peronistas para 2015. Cuantos más anotados haya menos poder va a perder la jefa de Estado. Además, va a tardar mucho en elegir un delfín o quizás apueste por Mauricio Macri para ser ella la jefa de la oposición con chances de volver en cuatro años.

Sea como fuere, las grandes incógnitas surgen en materia de gestión frente al severo cuadro de situación que deberá enfrentar Cristina en los próximos meses. Hasta la semana pasada sólo se hablaba en el mundo político de la falta de respuestas del oficialismo para frenar la perdida de dólares del Banco Central al no tomar decisiones de fondo en materia de política cambiaria. Pero ahora el panorama luce más preocupante ya que la disparada inflacionaria de los últimos 60 días está haciendo añicos el poder adquisitivo de trabajadores, jubilados y beneficiarios de planes sociales.

Más allá de las rebeliones policiales, lo cierto es que el clima social se ha agravado ostensiblemente. Discernir que si el que saquea se lleva comida o un LCD ya es anecdótico porque la exclusión se ha profundizado de la mano de la inflación y del default del Estado en materia de educación, salud y seguridad. Por primera vez el gobierno K no sólo no puede contener a su base clientelar sino que además debe premiar económicamente a las fuerzas de seguridad federales por temor a un estallido. Por las dudas, hasta el general Cesar Milani se prepara para dar una mano con el Ejército.

Semejante escenario se viene gestando por el desborde del estatismo con su consecuente derroche de gasto público ineficiente y plagado de denuncias de corrupción. El kirchnerismo ha quedado encerrado en su propia trampa, sin reservas y con un déficit fiscal que crece aceleradamente. En estas condiciones el panorama es inquietante ya que no saben gobernar con escasez presupuestaria.

No cabe ninguna duda que CFK deberá enfrentar su peor test de gobernabilidad luego de una dulce etapa de vacas gordas (y mucha soja). Ya no tiene mucho margen para pasar el verano o pero aún como dicen cerca de Capitanich: llegar al Mundial de futbol y rogar para que Leo Messi traiga la Copa. Si la estrategia de gestión seguirá siendo tirar la pelota al córner y ganar tiempo va a tener que demostrar que tiene una gran cintura política y timming para no desgastarse aceleradamente. Más que nunca la institucionalidad y la paz social están en sus manos.