Por: Bjørn Lomborg
En los últimos tres días, después de años de desarrollo, los líderes mundiales están finalmente poniendo manos a la obra para establecer algunas de las prioridades más importantes para los próximos 15 años.
Está en juego $ 2,5 billones en ayuda al desarrollo e incontables miles de millones en presupuestos nacionales. Desafortunadamente, como ya he descrito en los últimos días, a causa de la politiquería y el deseo de complacer a todos, este enorme presupuesto logrará cuatro veces menos beneficio de lo que podría lograr.
Los presidentes y primeros ministros han acordado reemplazar las 18 metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio con una increíblemente larga lista de 169 objetivos de desarrollo. Estos se conocen como los “objetivos mundiales”.
El principal problema de esta nueva larga lista de objetivos es que tratar de priorizar 169 cosas parece muy similar a priorizar nada.
Investigadores del Copenhagen Consensus exploraron cuánto beneficio social aportarían los objetivos, y hallaron que algunos objetivos podrían lograr un gran beneficio, y otros muy poco. Distribuir dinero y energía entre todos ellos reduce el beneficio general que hacemos.
Considere este objetivo: “Para el año 2030 garantizar que todos los alumnos adquieran los conocimientos y habilidades necesarias para promover el desarrollo sostenible, incluyendo entre otros la educación para el desarrollo sostenible y estilos de vida sustentables, derechos humanos, igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía global, y la valoración de la diversidad cultural y de la contribución de la cultura al desarrollo sostenible”. Es difícil saber lo que se promete, y mucho menos cómo será implementado, monitoreado o evaluado.
El objetivo de lograr “empleo pleno y productivo, y trabajo decente para todas las mujeres y hombres” parece admirable – pero hacer del desempleo cero una política mundial es una tontería. Toda economía necesita un poco de desempleo para permitir que los trabajadores cambien de empleo. Todos los gobiernos ya están enfocados en conseguir que más personas se incorporen al trabajo. Por otra parte, los estudios muestran que esa dialéctica es utilizada por los grupos de interés para crear grandes puestos de trabajo para una minoría, mientras deja a otros a la intemperie, empujando habitualmente a los trabajadores vulnerables de regreso a la economía informal y aumentando la pobreza. Los costos de este objetivo probablemente superen a sus beneficios.
En el otro extremo del espectro, el análisis del Copenhagen Consensus realizado por un panel que incluye varios economistas ganadores del premio Nobel, halló que hay 19 objetivos específicos dentro de los 169 que aportarían más de $15 de beneficio por cada dólar gastado.
Esta es la lista completa:
Considere lograr el acceso universal a la anticoncepción y a la planificación familiar: eso significará menos huérfanos y menos madres que mueren en el parto. También generará un dividendo demográfico, con más personas en edad productiva. En total, cada dólar gastado significará $120 de beneficios a la sociedad. De la misma manera que terminar con la tuberculosis hacia 2030 (salvando casi 1,5 millones de vidas al año, con cada dólar aportando $43 en beneficios) y completar el acuerdo de libre comercio de Doha (elevando los ingresos y reduciendo la pobreza, especialmente en los países en desarrollo, los beneficios valdrían $2.000 más que los costos).
El análisis de todos los beneficios y costos muestra que enfocarse en los 19 principales objetivos lograría cuatro veces más beneficio que si esparcimos todo el gasto para desarrollo en 169 objetivos.
En otras palabras, priorizar tendría el mismo efecto que cuadruplicar la totalidad del presupuesto.
Incluso aquí en el espacio de las Naciones Unidas, me parece que los líderes mundiales, embajadores, y quienes trabajan en el desarrollo, coinciden en que los objetivos deberían haber sido severamente podados. Simplemente todos quieren sus objetivos.
Pero, en lugar de hacer de esto un juego para ver quién logra incluir la mayor parte de sus objetivos en la declaración final, debería consistir en lograr incluir los objetivos más eficaces.
Entonces, ¿qué pasa a continuación? Cada líder – tanto de los donantes como los países en desarrollo – sabe que cuando vuelven a casa, sus países no serán capaces de llevar a cabo, supervisar o evaluar 169 objetivos diferentes, por lo que, inevitablemente, tendrá que elegir un número menor en los cuales centrarse.
Deberíamos empezar por enfocarnos en los objetivos más eficaces. Eso significaría que en 15 años, los líderes mundiales habrán cuadruplicado su beneficio. Ese es un legado que vale la pena.