León, gato

Carlos Ares

Recuerdo, León, que en los noventa , desde la revista La Maga te convocamos a cantar “Cinco siglos igual” en la plaza, frente a Tribunales. El reclamo era el de siempre: investigación, juicio y castigo. Hoy, sólo le pido a Dios que el dolor ajeno no te vuelva a ser tan indiferente como la noche del martes, León. Y, de paso, que un enviado revele qué hacían y decían en la dictadura Moria Casán y Alicia Kirchner. De Néstor, Cristina y otros que festejaban, ya sabemos, todo está guardado en la caja fuerte de la memoria.

A vos te escuchan ahora, León. Escribite otra. Para cantar juntos “Solo te pido no más muertos, señor”, algo así. Porque se inunda, por viajar en tren, por salir, por entrar, por tratar de vivir, por vender, por consumir, de hambre, de ganas. Dale ejemplos sencillos de injusticias que claman al cielo. Mostrale las declaraciones juradas. Los millonarios, los más ricos son los políticos, los sindicalistas, y todos los que “representan” a los que de verdad laburan. Dios sabe cómo hicieron la guita.

Vos entendés de eso, de hacer versos. Pedile que se apiade y perdone a los que se equivocan. ¿La escuchaste a Estela de Carlotto decir “hay que investigar bien las muertes de esas personas, quiénes son los que las provocaron, por qué murieron, en dónde y quiénes. Eso está por verse”? ¿No te provoca horror y a la vez te da terror la resonancia, la evocación de lo que dice, como si la que hablara fuera otra voz, en otro tiempo?

De Hebe, la foto con Milani y el reportaje en la revista de las Madres, ni hablar. De lo que ocultan los mercenarios que ejercen de periodistas, ni hablar. De los medios que manipulan, recortan y ocultan ahora lo que antes, en los noventa  revelaban, ni hablar. Allá ellos con su conciencia. Eso afecta a mi oficio, no al tuyo, León. No vale la pena que añadas más preocupaciones a las que deben remorderte en estos días.

El monstruo grande del poder en manos de fanáticos pisa la pobre inocencia de la gente, León. Supongo que, mirando desde ahí arriba, los fuegos artificiales deslumbran y no dejan ver la desesperación en todo el país. Debe ser difícil resistirse a la admiración de “los pibes para la liberacion”, como Recalde, padre e hijo, Kunkel o Diana Conti, que cantan pero no saltan porque cargan en la mochila hechos ilevantables.

Se dice que la guita choreada la pesan para no demorarse en contarla. ¿En cuánto estimás, al cambio, en kilos/mierda, que le va a costar “liberarse” de la condena popular a un Boudou, un Jaime, un Aníbal, un Báez? ¿Y en kilos/persona? ¿Cuánto pesan sobre todos ellos los muertos que mató la corrupción? Ni hablar, de plata. Acá la guita va y viene. Va y viene, entre los mismos.

La que pagamos y ahora hay que salir a pedir de nuevo. La que no les íbamos a pagar por YPF y ahora hay que arrodillarse y poner. Ni hablar, vos no tenés nada que ver con eso. Si la reseca muerte te encuentra, ya hiciste lo suficiente.

Sólo le pido a Dios que te haga saber que mientras vos cantabas y celebrabas la democracia, había gente en ciudades y pueblos a los que una garra que les recordó a la dictadura, les volvió a arañar la suerte, la otra mejilla, los bienes, el mercadito, la esperanza y la ilusión. Tal vez hubieras podido hacer un minuto de silencio, de duelo, antes de cantar, y de llorar por ellos, ¿por qué no? Algunas de tus canciones dan eso, ganas de llorar.

Pero no. Tal vez no sabías, no viste la tele. Al final del día los párpados seguramente se te cerraron como persianas con doble candado y te fuiste a dormir. Es tan confortable amodorrarse así, ¿no?, querido, políticamente correcto, arropado por el general Milani, por el compañero Gerardo Martínez, el informante de la dictadura.

Todo bien. Felices sueños, León.. Sólo le pido a Dios que no te asalte la pesadilla de la realidad. Y que no dejes de cantar la canción. Me gusta esa parte en la que dice que si un traidor puede más que unos cuantos, que esos cuantos no lo olviden fácilmente.

 

N. del E.: El presente artículo fue publicado originalmente en la página 39 de la edición de Sábado del diario Perfil.