El hablador

El jefe de Gabinete habrá asegurado que no iba a hacer anuncios grandilocuentes pero de lo que no caben dudas es que él es grandilocuente. En la inauguración de una costumbre que hasta podría calificarse de saludable -el hablar con los periodistas- el viernes por la mañana comentó algunas cuestiones que tienen que ver con lo que será la agenda de ahora en más.

Por empezar dijo que el gobierno tiene 200 metas que se ha propuesto cumplir. Uno no sabe bien si está en los albores de una especie de “plan quinquenal” (que en este caso sería “bienal”) o si lo que Capitanich pretende es inaugurar una ensalada de cuestiones en la que todo se mezcla de manera tal que nadie entienda nada.

El gobernador del Chaco en uso de licencia insistió con la idea de profundizar lo que se viene haciendo y no caben dudas de que está en esa línea porque habiendo podido inaugurar un período de apertura siguió refugiándose en los lugares en los que el gobierno ya lo venía haciendo. Así, por ejemplo ha llamado a reuniones de gremios y empresarios amigos, pero sigue excluyendo al campo y a los gremios críticos.

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Entre la locura y el Tigre

Las PASO ya son historia. Pero su resultado recién comienza. La rotunda derrota del gobierno en prácticamente todo el país electoralmente útil plantea interrogantes serios para el futuro de la Argentina. Si estuviéramos frente a un gobierno normal, lo más lógico sería suponer una recepción del mensaje, un ajuste del rumbo para ponerlo más acorde a lo que la votación arrojó y una apuesta a que esa corrección sea percibida por la sociedad para recuperar, en la elección de octubre, algo de lo perdido ahora.

Pero el país no tiene un gobierno normal. El país tiene un gobierno sectario; un gobierno que, sentado en las instituciones de todos, gobierna para una facción. Como todo gobierno faccioso siempre se atribuirá el triunfo: cuando gana porque gana; cuando pierde porque esa es la señal de que su lucha contra los verdaderos poderes enquistados en el conservadurismo argentino no está terminada y que deben redoblarse los esfuerzos para vencerlos definitivamente.

Del discurso de la presidente de ayer por la noche se deduce eso. La señora de Kirchner no admite nada, ni un error, ni una culpa, ni una falla. Nada. Ellos ganaron, “porque estas eran elecciones nacionales” y porque “son el David que lucha contra todos los medios y gobierna todos los días”.

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Las PASO y el corazón común

Las elecciones primarias han convocado muy poco interés ciudadano. Casi la mitad de los argentinos no saben qué se vota, ni que se elige, ni para que sirven; llegarán a las urnas con una alegre inconsciencia.

Se trata de la consecuencia de una doble causa: la explosión natural del sistema de partidos que provocó la crisis del 2001 y la profundización adrede que el gobierno ha buscado de esa circunstancia.

Desde que Duhalde suspendió las elecciones internas previas a las elecciones anticipadas del 11 de marzo del 2003, el peronismo decidió trasladarle sus propias guerras a la sociedad. El partido ya no arregla dentro de sus propias fronteras los que le sucede internamente sino que exporta esas batallas por fuera de sus límites obligando a la ciudadanía a inmiscuirse en sus entuertos.

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