El mayor engaño del siglo

Estudios recientes de la Fundación Libertad y Progreso, basados a su vez en investigaciones internacionales, demuestran cómo, no solo en la Argentina sino en el mundo entero, el mejoramiento del nivel de vida y el acceso a mayores oportunidades está directamente relacionado con los índices de libertad económica del que gozan los países, siendo peores las condiciones de vida en aquellos países abrumados por las regulaciones y mejores donde la libertad permite un amplio horizonte de movimientos a los individuos.

Esas regulaciones están a su vez directamente relacionadas con el nivel de gasto público, tanto en términos absolutos como en términos porcentuales del PBI.

La vía regia para implementar estas políticas populistas son los planes asistenciales. Libertad y Progreso relevó la existencia de más de 100 planes de este tipo entre la nación y la provincia de Buenos Aires, sin contar los que existen en otras provincias. Esos planes insumen la friolera de ciento veinte mil millones de pesos anuales que, medidos al tipo de cambio oficial, trepan a casi 15 mil millones de dólares.

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Las nuevas definiciones de Axel

El ministro de Economía, Axel Kicillof, le dio un reportaje a Página/12 que apareció en su edición del domingo, en donde se refiere a varios temas de la economía argentina de estos días.

Insiste en su concepto conspirativo de la existencia según el cual lo que hay es un conjunto de enemigos de la patria (que él mimetiza con el gobierno) que, para generar caos y condiciones adversas al bienestar de la Argentina, produce todo tipo de calamidades para volver a la política del endeudamiento. ¿Volver a la política de endeudamiento? ¡Pero si es este gobierno el que ha generado una exorbitante deuda interna, quebrando el patrimonio del BCRA y empapelando las estanterías de la ANSES con papeles pintados a cambio de adelantos de los cuantiosos fondos jubilatorios! (en lugar, por ejemplo de pagar los juicios con sentencia firme que obligan al Estado a reconocer su deuda con los jubilados que litigaron en sede judicial).

Por lo demás, según los propios números oficiales la deuda externa también creció respecto de la que heredó Néstor Kirchner en 2003. La única diferencia es que ese crecimiento se produjo contra nada, es decir, contra ningún beneficio de haber estado todos estos años integrado al mundo y en constante intercambio con él. Las bravuconadas del gobierno nos han costado años de aislamiento que hoy se miden en pobreza y mayor deuda.

El ministro no habló del déficit, ni de la emisión que provoca inflación, ni el descontrolado nivel del gasto que le quita por desvalorización de la moneda lo que le da a aquellos a los que se quiere conquistar por la demagogia.

Tampoco mencionó la impresionante presión impositiva que se está comiendo la sociedad sin que la misma se vea reflejada en un cambio sustantivo en el nivel de vida de los argentinos. No mencionó la pobreza, cuyos números el INDEC ya no entrega, ni las restricciones que sufre la actividad económica en general, sujeta a mil autorizaciones para poder funcionar.

En otros párrafos se manifiesta optimista respecto de la performance económica del segundo semestre cuando, en realidad, por la intervención en el mercado del maíz y del trigo el país se privó a sí mismo de haber liquidado formidables exportaciones de esos cereales en un momento en que las bondades de la cosecha de la soja ya se terminaron.

En realidad son muchos los que sospechan un segundo semestre complicado como consecuencia del proceso estanflacionario y de la caída de la actividad, directo resultado  de la política restrictiva de Juan Carlos Fábrega para frenar al dólar y las múltiples prohibiciones para importar y para girar pagos al exterior. Las primeras manifestaciones de esos desatinos ya se están viendo particularmente en la industria automotriz a la que Kicillof se refiere en la nota pero no haciéndose cargo de las decisiones que su cartera tomó y que generaron el actual estancamiento con suspensiones y despidos.

Habla del arreglo con el Club de París y se jacta de haberlo logrado sin la intervención del FMI, cuando semejante “chiste” hizo que en los dos últimos años hubiéramos tenido el equivalente al pago de todas las asignaciones universales por hijo gratis, por diferencia de intereses y punitorios, según lo calculado por Alfonso Prat Gay.

Además, por las mismas razones,  la deuda que oficialmente según el gobierno era de 5900 millones de dólares en septiembre de 2013, paso a 9700 millones ahora -un 64% mas-, simplemente por hacernos los cócoros y no aceptar la revisión del Fondo.

A esto de le suma el hecho de que el arreglo fue pastado a cinco años en lugar de los plazos más largos que podrían haberse negociado del otro modo.

No se sabe a qué debe esta pasión argentina por separarse del mundo y querer ser original a toda costa, cuando los pasos para tener una economía ordenada, en crecimiento, sin inflación, con inversión y con capacidad de generar empleo nuevo con buenos salarios, son conocidos y aplicados al mismo tiempo por países tan diversos como Australia y Chile, Perú y Nueva Zelanda, Uruguay y Canadá o Vietnam y EEUU.

El modelo de sustitución de importaciones ha provocado un enorme gasto, una enorme pérdida de tiempo y un enorme costo para toda la sociedad que no tiene alternativa más que pagar los altos costos del experimento, volviendo millonarios a unos pocos y rehenes a la mayoría.

Resulta increíble que el ministro de Economía del supuesto gobierno nacional y popular defienda semejantes políticas de privilegio y pretenda venderlas como un modelo de defensa a los menos tienen.

El secuestro del 25 de Mayo

En el día de hoy se celebra el 204 aniversario de la Revolución de Mayo, el día en que los habitantes de Buenos Aires se rebelaron contra el autoritarismo, contra la prepotencia real, contra la falta de libertad para comerciar, contra la censura, contra el puerto único, contra el miedo y el terror, contra el centralismo y la concentración del poder, contra una manera de concebir la política basada en el avasallamiento y la fuerza.

Y hoy también el gobierno se prepara para secuestrar lo que debería ser el festejo de todas esas nociones y cambiar la celebración de la idea de la libertad por una celebración partidaria que recuerde el 11 aniversario de la asunción de Néstor Kirchner, es decir la inauguración de un periodo nunca antes visto de concentración de poder, de unitarismo, de prepotencia, de gobierno por el miedo, de censura, de intimidación y coerción, de atropello, de restricción de los derechos civiles de la Constitución, de división y enfrentamiento.

Alguna vez la presidente tuvo la desafortunada idea de comparar el secuestro y la desaparición de personas con el secuestro de los goles, en las emisiones de fútbol por televisión. Fue una más de las cizañas que han sido sembradas en todos estos años.

Pero aquí estamos ante el secuestro partidario de una idea como posesiva de una sola parte de los argentinos; de aquellos que están con el gobierno. Y con la insalvable paradoja de encumbrar los contravalores de Mayo: el aislamiento, la restricción a las libertades fundamentales de los individuos, el reinado de las prohibiciones y de los permisos, el fiscalismo, el exprimir hasta dejar exhausto el bolsillo privado para alimentar un barril sin fondo encarnado por una Casa Real corrupta en aquellos días y por el Estado insaciable y también corrupto de hoy.

La Revolución de Mayo fue un hito de modernismo que pretendía acabar con la aldea y con la miseria, que apuntaba a las ideas de libertad que comenzaban a dividir al mundo entre la afluencia y la escasez. A eso apostaron aquellos hombres que, sin embargo, no tuvieron el coraje completo de emancipar definitivamente a la Nación de aquel sojuzgamiento y que la obligaron a mantenerse durante seis años en un limbo jurídico que, como un karma, nos persigue aun hasta nuestros días.

Porque incluso hoy, 204 años después, la Argentina no logra independizarse de la antigüedad, del paternalismo estatal, sigue con sus mejores energías atadas a regulaciones inútiles y a una casta enquistada en el Estado que ha venido a reemplazar el paquidermo Real del siglo XIX.

El 25 de mayo de 2003 es un hito en ese camino de retorno a la Colonia, al encierro, a los reglamentos, a la carga impositiva que exprime los bolsillos de los individuos, a la miseria -que de miseria aldeana pasó a convertirse en la miseria de las villas. Ese día comenzó una enorme involución hacia un régimen del que el país nunca pudo liberarse por completo.

Con el agravante de que en el día de hoy, el gobierno de la Sra. de Kirchner pretende reinvindicar esa contrarrevolución histórica desconociendo las verdaderas razones del pronunciamiento de hombres como Moreno, Paso, Saavedra, Castelli…

La palabra “revolución” ejerce un hipnotismo mágico sobre las cabezas del kirchenrismo. Creen que bajo la rebelión contra el orden establecido que regía en 1810 afloraba un justificativo a sus visiones de hoy. Parecen convencidos de que aquellos hombres querían reemplazar la dictadura de Madrid por la dictadura de Buenos Aires y consolidar un mero cambio de dueño en las vidas cotidianas de los hombres de la Argentina naciente. No. La Revolución de Mayo persiguió un corte con todo aquello; quería libertad donde había control, derechos donde había sumisión, respeto donde había terror, descentralización donde había concentración, riqueza donde había pobreza, abundancia donde había escasez, permisos donde había restricciones, apertura donde había aislamiento.

Probablemente no haya en toda la historía argentina dos fenómenos sociales más contrapuestos que el kirchnerismo y el Mayo de 1810. Su visión del mundo no podía ser más contradictoria, su concepción de la vida más enfrentada. Los unos pretendían romper las cadenas que mantenían sumergidas las mejores energías del país y los otros, al contrario, pretenden concentrar en un solo puño todo el poder y la facultad de decir qué se puede hacer y qué no.

Que en ese escenario la presidente pretenda apropiarse del festejo es una afrenta que se suma a las otras muchas que el país debió soportar a los largo de esos once años.

Hace poco, el ministro estrella de la presidente, Axel Kicillof, acusó en medio de una increíble conferencia de prensa (increíble porque en la Argentina no hay conferencias de prensa; esa vez no tuvieron más remedio porque el evento incluía a la presidente chilena) a una periodista de “antiargentina”. En efecto el kirchenrismo ha secuestrado la “argentinidad”. Se cree el resorvorio exclusivo de lo que es argentino y el juez supremo para decidir quién es argentino y quien “antiargentino”.

Si la “argentinidad” debiera definirse por los valores de Mayo, quizás Kicillof debería revisar sus ideas, porque a todas luces es él y el gobierno que integra el que más contradicciones tiene con las ideas que hace 204 años quisieron empezar a darle forma a un país muy diferente y que por obra de la mentalidad colonial que el gobierno actual representa como nadie, nunca terminó ni de formarse, ni de despegar, ni de independizarse de la concepción que lo ha mantenido bajo las formas del fracaso.

La celebración de un fracaso

En el pasado día miércoles y con ánimo festivo, la presidente anunció el aumento de la Asignación Universal por Hijo a $644, un 40% respecto de la percepción anterior de $ 460.

Se trata de la admisión pública de un fracaso económico estridente. En primer lugar, la asignación debería ser por definición un programa  de emergencia asistencial  muy reducido, casi periférico, para una franja muy excepcional de la población. Contrariamente a eso, son cada vez más las personas que cobran ese plan y muchas las que casi dependen clientelarmente de él.

Que un país cuyo gobierno se ha estado vanagloriando de haber provocado un nivel de actividad económica que ha producido un crecimiento “chino” de su economía deba seguir asistiendo a millones de personas con una limosna impresentable de $ 650, es la admisión lisa y llana de que lo que ha ocurrido aquí es la venta de una enorme escenografía, una puesta en escena que tiene cada vez menos espacio para seguir convenciendo.

Otro de los reconocimientos tácitos que el anuncio implica es, obviamente, la tasa de inflación. El ajuste admite la pérdida del valor adquisitivo de la moneda local y la enorme devaluación de su capacidad de compra. Es más, considerando el rubro alimentos, la asignación anunciada ayer está por debajo de los movimientos de precios que en ese rubro se han producido desde junio del año pasado hasta ahora y también desde el año 2009, momento en que el plan fuera anunciado por el gobierno, tomándolo del proyecto de los diputados Prat Gay y Carrió.

Del anuncio de la Sra. de Kirchner también se desprende que todos los que reclaman un aumento del mínimo no imponible de ganancias deberían ir despidiéndose de esa aspiración. La presidente fue clara al decir que estos planes se financian con los ingresos de IVA y Ganancias y que cualquier retoque hacia la baja en esos impuestos haría imposible la continuidad del beneficio.

Esa confesión también revela que son los trabajadores con un sueldo en blanco los que pagan esta enorme transferencia de recursos. En efecto, hay más o menos un millón y medio de empleados en relación de dependencia a quienes se les aplica el impuesto a las ganancias para financiar, entre otras cosas,  la asignación universal.

Se trata de una manera cómoda y segura de proveerse los recursos para mantener esta situación clientelar. Resulta obvio que esta no es la manera ideal de vivir, ni el cuadro ideal de una sociedad. Con el flujo de recursos que circularon por el país en estos últimos 10 años deberían haber creado las condiciones económicas como para que el país genere una actividad genuina que emplee gente de modo auténtico en actividades concretas y verdaderas que multipliquen el producto real de modo de no estar hablando hoy de cifras infladas sino de estadísticas tocables y contables.

Es más, lo que la presidente definió como un “aumento del 40%” no es tal porque a esos números debería descontársele la inflación del período, ejercicio que, si se hace, arrojaría, como vimos, un resultado negativo en materia de poder de compra sobre la canasta básica de alimentos. “Aumento” habría sido si la inflación del período hubiera sido del 3%. En ese caso el “aumento” hubiese alcanzado al 37% neto.  Pero lo de ayer fue un nuevo acto de realismo mágico, solo explicable si se admite estar especulando con el bajo nivel de comprensión económica de vastos sectores sociales.

Ese es, también, un cinismo bajo y lastimoso: aprovecharse de que mucha gente no domina estos tecnicismos para hacer aparecer lo que se dice como una mejora manifiesta y encima como una concesión graciosa y bondadosa del Príncipe, ya entra en un terreno en donde el juzgamiento no debería  ser económico sino moral.

Esta presentación de los hechos confirma un estilo y una táctica. Lo que en realidad es la prueba de un fracaso económico, se presenta como un beneficio redistributivo fruto de la convicción revolucionaria de sacarle a los que más tienen para darle a los que menos tienen. Ya vimos cómo, en realidad, se les saca parte de su ingreso a los que tampoco tienen mucho y, también, cómo los que reciben, reciben algo que no es lo ideal, ya que una economía organizada y productiva (que además por obra de la Naturaleza y de las condiciones internacionales y a pesar de las políticas oficiales, generó fortunas en los últimos 1diezaños) lo que debería haber entregado son buenos salarios, producto de la generación de trabajo real.

Quizás lo que nos viene ocurriendo -y que fuera ratificado anoche- es un enorme pacto tácito entre un gobierno que prefiere la demagogia y una sociedad que prefiere los planes. Lo ideal, obviamente, sería un gobierno que prefiriera la inversión y una sociedad que prefiriera el trabajo. Pero por algún sortilegio del destino, parecen haberse combinado en la Argentina dos conveniencias que se retroalimentan y se benefician mutuamente: un gobierno que regala dinero en lugar de generar las condiciones para que haya trabajo, y una sociedad (para ser sinceros una parte de ella) que prefiere la dádiva y el “rebusque” al trabajo formal.

Más de una vez dijimos que el socialismo está doctorado en escasez. Lo común en él es la limosna, la insuficiencia, el racionamiento, la pobreza; la igualdad ante la falta. El kirchnerismo ha puesto en ejecución esas ideas. Hoy el 80% de los jubilados cobra la mínima, una miseria de $ 2700. Cada vez más argentinos cobran la “asignación”, ahora de $ 644. Las cifras dan vergüenza. Son un cachetazo a la grandeza argentina. Pero lo más preocupante es la celebración; el ambiente festivo del que se rodean estos anuncios. Cuando la mera existencia de una “asignación por hijo” debiera ser una afrenta para un país moderno y afluente, aquí es una fiesta que exista y que “aumente”, aun cuando el “aumento” sea otro engaño.

Algo muy profundo anda muy mal en la Argentina para que tomemos como “normal” lo “anormal” y como “bueno” lo “malo”. Se trata de un retorcimiento tan grande del sentido común promedio de la sociedad que si Gramsci viviera no podría creer que el país que primero tradujo su obra en el mundo hubiera llegado tan lejos en su aplicación.

Lo que está ocurriendo es un plan

Hace una semana titulábamos esta columna Todo nuevo bajo el sol del crimen, en referencia a unos comentarios de la Presidente sobre el delito. La Señora de Kirchner decía en aquel momento, mostrando una tapa de Clarín del año 1993, que nada había cambiado en la Argentina en materia de inseguridad, que “no había nada nuevo bajo el sol”, en alusión a que los que delitos de hoy no habían empezado con su gobierno.

Nuestro argumento en aquella oportunidad fue que, al contrario, en los últimos años se había profundizado un cambio sustancial en la visión clásica sobre la delincuencia y el delito en el sentido de que ahora una corriente minoritaria pero muy presente en el activismo judicial y político había ganado el centro de la escena ideológica batiendo el parche de que los delitos y los delincuentes no son una actividad ilícita que proviene del simple hecho de violar la ley y de causar daños materiales o físicos a las personas, sino que son la consecuencia de un mal anterior -del verdadero y único mal, según esta idea- que comete la sociedad al excluir a determinada población del goce de una vida igualitaria.

Esa exclusión sería el resultado de la aplicación de medidas racistas, sexistas y oligárquicas que basándose en el color de piel, en el origen social o en el sexo de las personas, intencionadamente condena a una parte de ellas a la pobreza, a la marginación y a la miseria.

La reacción de esas personas contra la sociedad racista, oligárquica y sexista sería lo que a su vez ésta llama “delitos” porque los considera atentados contra su propiedad o incluso contra su vida. Como esa sociedad nefasta es la que tiene el poder de reprimir, sanciona leyes para hacer penalmente responsables a los que en realidad son sus víctimas; víctimas de la exclusión y de la segregación.

Esta teoría fue ratificada ayer en una participación en la Feria del Libro por dos fiscales del poder judicial de la nación. Los doctores Javier De Luca y Alejandro Alagia expusieron esta tesis en defensa del proyecto de nuevo Código Penal, explicando que la pena al llamado “delito” debía ser reducida a una mínima expresión porque su convalidación era una manera de continuar el daño que se le había hecho a las personas a quienes la concepción del actual código conservador y oligárquico persigue.

Estas personas, según ellos -y en coincidencia con lo que explicábamos hace una semana- son las verdaderas víctimas y su persecución y condena no sería más que un ensañamiento de la sociedad que, no conforme con el daño que ya les causó, los persigue y los encierra.

Ratificando lo que decíamos el 24 de abril, los delincuentes y el delito serían en realidad manifestaciones de respuesta de las víctimas de la sociedad hacia la sociedad: una forma de emparejar los tantos de la Justicia. La sociedad no sólo debería abstenerse de perseguir y castigar penalmente a estas personas sino que debería aguantar los “actos de justicia” que se comenten contra ella (robos, violaciones, asesinatos) porque esas conductas no serían delitos sino manifestaciones de un conflicto social no propuesto ni querido por quienes los cometen sino por la sociedad que los segregó.

Siguiendo esta línea de ideas, llegaríamos a la conclusión de que la presente situación en la que vivimos en la Argentina no es la manifestación del fracaso de una política de seguridad mal implementada o mal concebida sino el resultado querido por la concepción que logró imponer su punto de vista en el poder judicial y en las corrientes de opinión política.

Esto es lo “nuevo bajo el sol”. Hace 20 años estas teorías (como también ocurre con ellas en todo el resto del mundo civilizado en donde no puede anotarse un solo país que las aplique) estaban en los márgenes del pensamiento político, judicial y penal de la Argentina. Allí aparecía el inefable juez de los inmuebles de usos múltiples, Eugenio Zaffaroni, explicando sus alambicadas ideas sobre las verdaderas víctimas y los verdaderos victimarios, pero poco más podía anotarse en ese sentido. Veinte años de constante repiqueteo en la Academia no ha transformado a estos pensamientos en mayoritarios pero sí en minoritariamente influyentes.

El kirchnerismo ha sido un recipiente apto para recibir los agregados de estas ideas y hoy es la manifestación política que abre paso a su implementación. Las ideas que en materia social ha desplegado el gobierno han introducido, en efecto, en la sociedad, quizás por primera vez de manera masiva, los conceptos de racismo, clasismo, sexismo, segregación, exclusión. Se ha valido de una impresionante penetración en los medios para machacar sobre estos conceptos y ha logrado transformar en políticamente correcto el pensamiento según el cual la sociedad debe sentirse culpable por lo que le ocurre a parte de sus ciudadanos. Y en alguna medida debe pagar por ello. Ese pago consistiría en aceptar que se la robe, se la viole y se la mate porque esos actos equilibran la balanza de la igualdad y la Justicia.

El domingo, en un acto del kirchnerismo puro en donde estuvieron presentes y hablaron Milagro Sala, Carlos Zanini, Luis D’Elía y el candidato a presidente preferido de Hebe de Bonafini, Aníbal Fernández, también habló el director del SEDRONAR el padre Juan Carlos Molina que dijo que para “ellos”, “nosotros somos basura, chorros, negros…”

Sin bien Molina no aclaró lo que debía entenderse por “ellos” y por “nosotros”, no es difícil interpretarlo si seguimos las instrucciones que surgen de estas ideas.

De modo que los que creen que son honestos deberían revisar sus conceptos. Los que, creyendo aquello, esperan que en algún momento se persiga a quienes en su criterio son los delincuentes, también deberían ir pensando en cambiar sus convicciones.

Lo que está en marcha es un plan. No es la consecuencia de la mala praxis, de las malas leyes o de la mala suerte en la aplicación de una política de seguridad. No, no, no. Lo que está ocurriendo se quiere que ocurra. Y como tal, seguirá ocurriendo.

¿Están contentos ahora, muchachos?

Quizás este fin de semana haya sido el que más gráficamente sirvió para mostrar los resultados prácticos del modelo; para ver, en definitiva, de qué sirvieron los años de gobierno de los Kirchner. 

En efecto mientras la sociedad veía como se le escurrían sus ahorros y el fruto de su trabajo por entre los dedos, y mientras los que menos tienen pensaban cómo sobrevivirían a la esperable crisis de ingresos y de actividad, una parte de los funcionarios del Estado encabezados -obviamente- por la propia Presidente y su hija, descansaban en La Habana haciendo turismo por la ciudad vieja y disfrutando al sol con la vista en el Caribe.

Así se describió el primer día en la isla de los Castro de la comitiva argentina, la única que ha llegado con cuatro días de antelación al comienzo de la reunión de la Cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamerica y el Caribe (Celac).

Dicen que la Presidente no salió de su habitación y que estuvo en permanente contacto con sus funcionarios en Buenos Aires. Pero no importa. Lo que sí importa es que quienes deben estar al servicio de la gente, descansaban en el agradable clima del trópico, mientras en la Argentina la gente -que es la importante en esta ecuación- trataba de figurarse cómo iba a hacer para cumplir con sus pagos, con los útiles de los chicos, con el colegio, con los impuestos, con el supermercado…

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