Por: Carolina Stanley
La violencia en las relaciones de noviazgo es una realidad que convive silenciosamente entre nosotros y que atraviesa todas las clases sociales. Las víctimas de los noviazgos violentos suelen ser mujeres jóvenes entre los 14 y los 21 años y los rasgos fundamentales de estas relaciones son la asimetría de poder y la dominación que ejerce uno sobre otro, el sometimiento y la posesividad, que conllevan a que la mujer llegue a un estado de indefensión, caracterizado por el aislamiento, la baja autoestima, la negación de la situación y la dependencia emocional.
Al principio, las conductas violentas entre los adolescentes suelen pasan inadvertidas, debido a que se las interpreta como juegos o como señales de afecto o de protección hacia la pareja.
Sin embargo, hay señales de alerta que son claros indicadores de una relación violenta: los celos, la humillación, el sometimiento al silencio, el control del modo de vestir y de las salidas, la exigencia de que la novia tenga el celular siempre prendido y de que responda sin demora; que la pareja revise los mails, las llamadas, los chats y el Facebook y que impida el contacto social con amigas y amigos. Es característico que todos estos comportamientos sean fundamentados con consignas de amor, de cuidado y de protección. La violencia emocional o psicológica, aparece así disfrazada de amor y si no estamos alertas es poco visible y de manera lenta y progresiva va socavando las posibilidades de la joven de elegir libremente y con el paso del tiempo se van poniendo de manifiesto conductas violentas que van incrementando su intensidad y frecuencia.
En esta clase de relaciones se va produciendo una naturalización de la violencia, en la que la joven se va acomodando a su lugar de subordinación y suele ocultar la situación a sus seres queridos. Muchas veces por miedo a que se subestime lo que le ocurre, porque siente vergüenza o porque tiene temor a la presión familiar y/o de sus amistades para que se aleje de su pareja.
Además del maltrato psicológico y físico, los noviazgos violentos elevan en las adolescentes el riesgo de embarazo no deseado, de suicidio, de uso de sustancias ilegales, de desórdenes alimenticios y de conductas sexuales riesgosas. Los efectos más comunes sobre la salud mental son el estrés postraumático, depresión, trastornos del sueño, ataques de pánico y fobias.
La detección, prevención y tratamiento temprano de los noviazgos violentos resulta fundamental, ya que en la Ciudad de Buenos Aires, casi el 50% de las esposas maltratadas sufrió los primeros abusos durante el noviazgo. Es posible salir de las situaciones de violencia y superar las secuelas del maltrato por parte de la pareja. Para ello, es necesario que las jóvenes y que sus padres presten atención a las señales de alerta y que busquen ayuda especializada. El Gobierno de la Ciudad cuenta con profesionales que brindan desde asistencia psicológica hasta asesoramiento jurídico durante de las 24 horas. También se puede buscar ayuda en otros niveles de gobierno y en la gran cantidad de Organizaciones No Gubernamentales.
La violencia de género es un flagelo que debemos erradicar de nuestra sociedad. Según un informe del Consejo de Europa, la violencia del marido, compañero o padre es la primera causa en el mundo de muerte e invalidez permanente entre las mujeres de 16 a 44 años. Más que el cáncer y más que los accidentes de tráfico o la guerra. Por eso, detectar, prevenir y tratar noviazgos violentos puede ser una manera de evitar femicidios.