Por: Carolina Stanley
Hoy se celebra el Día Internacional de la Familia. Esta jornada se proclamó en 1993 respondiendo a la importancia que le da a la familia la comunidad internacional. Es un día para tomar conciencia y para poner el foco en cómo las leyes y los procesos sociales, demográficos y económicos inciden en este núcleo tan importante.
Naciones Unidas, el organismo internacional que lidera Ban Ki – moon, plantea la necesidad de acompañar a las familias para lograr un entorno propicio para el desarrollo pleno y armonioso de los niños. Niños que, contenidos y amados, tienen un futuro prometedor.
Hay que decir que, con el correr de los años, el modelo de familia fue mutando. Hoy somos testigos de una variedad que resultaba impensada en el pasado. Hay una mayor diversidad, no un único modelo. Sin embargo, el rol que debe cumplir la familia sigue siendo el mismo: de contención y de amor. Ello es clave para el futuro de los chicos, para su posicionamiento ante la vida, para su autoestima, para encarar las dificultades y para transitar con seguridad en todos los ámbitos.
Vivir en familia es un derecho que muchas veces vemos amenazado. La fragilidad de vínculos conlleva a distintas situaciones de vulnerabilidad. Hablo de padres poco presentes, poco diálogo, situaciones de violencia, problemas de consumo de drogas, falta de estímulos, carencia de proyectos y de sueños. Una realidad que condiciona el desarrollo social de la familia y sobre todo del niño. Una realidad que exige acción y participación.
En el día de la familia me permito hacer un pedido solidario: convocar a familias a recibir en su hogar a chicos por un tiempo determinado. En la Ciudad contamos con un Programa de Acogimiento Familiar, que busca brindar a niños institucionalizados, un hogar temporario. No es adopción. Es un acompañamiento que tiene como fin ofrecer un lugar de amor y de contención para fortalecer a cada chico. Estos niños reciben cuidados de padres hasta que su situación judicial y familiar encuentre su cauce. “Donde comen 3, comen 4″, dice el conocido refrán. Esa es parte de la magia de este programa: compartir la comida, los códigos, los hábitos, las buenas costumbres, las risas, los momentos complejos, los abrazos. Compartir la familia. Ser parte de esa familia. Un hogar temporario, un amor eterno. La invitación está hecha.