Un nuevo crimen social

Christian Castillo

La “decada kirchnerista” dejará grabado en la historia argentina el sello de crímenes sociales de dimensiones históricas: Cromañón en 2004, la Masacre de Once en febrero de 2012 y los muertos por el temporal en la Semana Santa de hace exactamente un año.

La tormenta que acaba de conmover a gran parte de la Capital y la provincia de Buenos Aires, con epicentro en La Plata, volvió a mostrar la crisis estructural de la Argentina capitalista y dejó al desnudo la responsabilidad y el cinismo de los políticos patronales. La gravedad de los acontecimientos derribó el clima de reconciliación nacional pregonado por Cristina Fernández luego del abrazo con Bergoglio en el Vaticano. Ni los Kirchner, ni Scioli ni Macri movieron un dedo en todos sus años de gobierno para hacer las obras necesarias para paliar los efectos de hechos naturales como el que sucedió en la región. Una cruda catástrofe natural, pero convertida por la desidia de empresarios y Gobiernos de turno en un nuevo crimen social. Otra vez la mayoría de las víctimas las pone el pueblo trabajador.

La única preocupación de oficialistas y opositores de un lado y del otro de la General Paz fue desligar responsabilidades y aprovechar los acontecimientos para sus internas. Macri vacacionaba en Brasil y volvió de “urgencia” para ponerse al frente… de las cámaras y hacer politiquería sobre la tragedia popular. Rodríguez Larreta volvía de Europa dos días después. El Gobierno nacional lanzó su contracampaña casi “festejando” porque Macri estaba en problemas, mientras aumentaba el número de muertos y damnificados. Bruera y Mariotto también descansaban en playas lejanas: el primero mintiendo en forma descarada al decir que estaba trabajando en las zonas afectadas la noche anterior a su regreso al país. Alicia Kirchner reapareció en un centro de donaciones de La Plata 48 horas después en medio de los insultos de bronca de los vecinos.

En La Plata y alrededores el temporal se desató con fuerza y la ayuda estatal comenzó a llegar a cuenta gotas más de 12 horas después del fenómeno natural, demostrando que el “aliado” de la coalición gubernamental, Daniel Scioli, tiene a la provincia de Buenos Aires en condiciones similares a la derecha macrista de la Capital. La Presidenta se decidió por hacer demagogia y se fue hasta Tolosa a “recorrer los barrios” e informarles a los desamparados que habían perdido a sus familiares que ella también había vivido una inundación cuando era chica. Algunos vecinos la increparon a los gritos. No es para menos. La fortuna personal de Cristina asciende a 8,4 millones de dólares y tiene veintiocho propiedades. Su respuesta más concreta frente al desastre fue la convocatoria al Ejército y a la Gendarmería a cumplir su rol de control para evitar desbordes sociales frente a lo que llamó presencia de “caras extrañas”.

Lo cierto es que en diez años de crecimiento récord los que “la juntaron con pala” fueron los grandes empresarios y banqueros, nacionales y extranjeros. Miles de millones de dólares fueron a pagar la deuda externa a los “buitres” mientras otros tantos se fugaron en concepto de remesas para las casas matrices de las multinacionales y las mineras que contaminan el medio ambiente y saquean nuestras riquezas. En estos diez años de crecimiento, la infraestructura del país es igual o peor que en los 90. En la Ciudad de Buenos Aires la urbanización irracional a favor de la rápida ganancia capitalista llevó a la pérdida de espacios verdes. La construcción de megatorres redujo drásticamente las tierras de absorción para lluvias, y para darle mayores beneficios a las empresas se eliminó el pulmón de manzana en esos edificios. Además, la pavimentación y repavimentación sucesivas de las calles, para “reducir costos”, están por encima de la línea establecida para el escurrimiento del agua. La misma problemática es extensiva a la Provincia, con la construcción de barrios cerrados para pocos que provoca desequilibrios explosivos en el resto de las zonas.

Mientras tanto se siguen destinando subsidios multimillonarios a las privatizadas, como los Roggio o los Romero, que junto a los Cirigliano son los responsables de crímenes como el de Once.

Pero hay más: al día siguiente del temporal la Corte de apelaciones de Nueva York dio curso a la oferta que el Gobierno hizo a los “fondos buitres”. El Banco Central acaba de sacar 2.300 millones de dólares para pagar deuda externa a los organismos multilaterales. ¿Cuántas vidas podría haberse salvado si esos fondos se invertían en infraestructura?

Mientras las inundaciones mostraban por arriba la podredumbre de la politiquería patronal, por abajo se desarrolló una enorme y conmovedora solidaridad popular. Uno de los ejemplos más importantes fue protagonizado por los trabajadores del Subte, que pararon todas las líneas por la muerte de un compañero que falleció electrocutado. Como denunció el delegado de la línea B, nuestro compañero Claudio Dellecarbonara: “El compañero murió por la negligencia y la falta de interés de la empresa y los Gobiernos”. O los trabajadores de Kraft y del ferrocarril, organizando colectas de víveres y demás elementos esenciales para los damnificados. Son cientos los ejemplos de arrojo, de apoyo, que nacen en los barrios, en las fábricas, en las escuelas, en todo el país, con los damnificados. La Argentina obrera y popular demostró una vez más que la solidaridad de clase se impuso para enfrentar la situación.

La tormenta es natural; los muertos y el desastre, no. Desde el PTS y el Frente de Izquierda no dejaremos de denunciar que los Gobiernos nacional, provincial y de la Ciudad son los responsables de esta masacre contra el pueblo trabajador: un nuevo crimen social.