La seguridad no es vocación, es gestión

Christian Joanidis

Prácticamente no existen problemas técnicos en lo que se refiere a las principales cuestiones de seguridad que hoy desvelan a los argentinos. Actualmente y en este contexto, combatir la delincuencia no es cuestión de desentrañar nuevas y sofisticadas formas de delinquir. Nos encontramos frente a los delitos de siempre, que no presentan en general grandes innovaciones. Por tomar sólo un ejemplo, no se trata de entender cómo se comercializa la droga en el país, todo eso lo saben las fuerzas de seguridad, lo saben los funcionarios y lo sabemos todos.

Para ponerlo un poco en perspectiva, las soluciones técnicas requieren a especialistas técnicos que puedan aportar su conocimiento e ideas; son cuestiones más bien específicas dentro de un área. Los médicos son profesionales eminentemente técnicos, porque tienen un gran conocimiento sobre su especialidad y ellos pueden recetar un remedio para una determinada enfermedad.

Volviendo al tema de la seguridad, si no supiéramos cómo hacen los narcotraficantes para entrar la droga a nuestro país, los técnicos deberían investigar la situación y proponer soluciones. En general, para este tipo de problemas ya se han descubierto las soluciones en otras partes del mundo o incluso mismo en nuestro país: quienes se dedican a enfrentar el delito disponen de muchísimas herramientas técnicas. Una vez que se encuentra la solución, se terminó el problema técnico y llegó el momento de aplicarla. Comienza el problema de gestión.

Las fuerzas de seguridad, los funcionarios y por transitividad la clase dirigente siguen convencidos de que los problemas de seguridad son eminentemente técnicos. Al tomar ese enfoque se confunde el origen de los problemas y se pone a los técnicos a hacer el trabajo de los especialistas en gestión. El resultado salta a la vista.

Diseñar soluciones es el trabajo de los técnicos, aplicarlas es el campo de acción de los especialistas en gestión y administración. La primera pregunta que surge a la luz de esto es qué tan preparadas están las distintas fuerzas de seguridad en cuestiones vinculadas con la gestión. Si bien su formación contempla en general algunos escasos aspectos de esta disciplina, todo indica que no se trata de una de las áreas de conocimiento más valoradas en el ambiente.

El problema no sería tan grave si sólo fuera cuestión de encontrar a las personas adecuadas o de capacitar a las que están hoy dentro de las fuerzas de seguridad en esta área en particular. Lo más difícil es generar el cambio cultural dentro de las organizaciones y transformar la concepción que tienen del delito los políticos y la opinión pública en general: mientras todos sigan entendiendo la seguridad como un problema eminentemente técnico, entonces se ignorarán los graves problemas de gestión, que son justamente los que no les permiten a las fuerzas actuar con eficacia.

Este cambio cultural es un gran desafío, sobre todo porque si quienes comandan las fuerzas de seguridad no pueden comprenderlo, al hablar con quienes toman las decisiones a nivel político les siguen recomendando la aplicación de soluciones obsoletas que consumen recursos y no dan resultados. Y los políticos, para quienes el delito es más un mal eterno e incomprensible, prefieren hacer algo para contentar a los votantes y no proponerse buscar soluciones en serio.

Hoy las fuerzas de seguridad combaten el delito con garra. Se habla de la corrupción de las fuerzas, es cierto, no son impolutas, es otro delito que hay que combatir. Pero es innegable que reina la vocación entre los uniformados y que los logros obtenidos son fruto más de la garra que de las buenas decisiones. Pero ciertamente es absurdo pensar que con motivación y vocación todo se soluciona.

Me imagino a un jinete sobre un caballo flaco dispuesto a correr a un automóvil. Me imagino al jinete convencido, sudando, azotando al animal para que vaya más rápido. Lo veo motivándolo al grito de “¡Vamos que se puede, vamos!”. ¿Quién se atreve a pensar que es posible que el caballo alcance al automóvil? Hoy las fuerzas de seguridad están en esa situación. No se trata de garra, se trata de empezar a buscar las herramientas de gestión que ayuden a implementar las soluciones técnicas de manera eficaz. Quien no tiene herramientas sólo puede tener esperanza y convicción, pero no es suficiente.

Como ciudadanos no podemos reclamarles a los uniformados más convicción, más ganas. Lo que tenemos que pedirles es más gestión para que empiecen a aparecer los resultados. Se dice: “La Policía no hace nada”, es mentira, pero sí es cierto que no logra demasiado. Cuando hablamos de que no se obtienen resultados, estamos poniendo el foco en la cuestión central: ya no se trata de la vocación de las fuerzas de seguridad, sino de que hoy no utilizan las mejores herramientas para enfrentar el delito de manera eficaz.