La Argentina embargada

Claudia Peiró

Frente a las contrariedades, el gobierno opta siempre por responder con una retórica encendida que quizá pueda traerle beneficios internos inmediatos –básicamente sostener el relato de la intransigencia en la defensa de sus banderas- pero que, a mediano y largo plazo, compromete los intereses permanentes de la Argentina.

Cuando, casi con unanimidad, los diferentes actores y analistas de la política nacional alababan el “exitoso” canje de deuda llevado adelante en el año 2005, hubo algunas solitarias voces que advirtieron acerca de los riesgos futuros que entrañaba la permanencia de bonistas fuera de la reestructuración. O de que el audaz nivel de quita propuesto podía ser pan para hoy y hambre para mañana.

Lamentablemente esas opiniones fueron ahogadas por un griterío aprobador en el que incluso se mezclaron la mayoría de las voces opositoras. Se volvió de buen tono iniciar todo discurso crítico del gobierno elogiando primero “lo que se hizo bien”, por ejemplo, la reestructuración de deuda.

Pero, aunque muchos políticos argentinos parezcan haberlo olvidado, el mediano o largo plazo tarde o temprano llega. Y hasta puede sorprenderlos en funciones.

La reacción ante el embargo de la Fragata Libertad por la justicia de Ghana sigue esta línea de acción que privilegia el inmediatismo. El oficialismo, fiel a sí mismo, se negó a pagar una fianza para repatriar la nave. Contrariamente a lo alegado, hacerlo no implicaba una admisión de culpa. Presentar una caución para liberar un bien embargado no impide luego litigar y ganar la cuestión de fondo, en la cual a la Argentina le asiste toda la razón. Ni siquiera, como lo señalaron varios especialistas, era necesario depositar efectivo.

La intransigencia, en cambio, no es gratuita. Por un lado, nos enemista más de la cuenta con Ghana, cuando deberíamos concentrar la ofensiva sobre los fondos buitre y no cosechar un problema más. Por el otro, el tiempo que la Fragata Libertad permanezca en tierra extranjera tampoco es inocuo: más allá del deterioro material que representa para un buque que necesita un mantenimiento constante, genera daño en la esfera inmaterial que, en este caso, es más importante por la carga simbólica del bien embargado: nos expone a más situaciones humillantes y hasta acrecienta el riesgo de incidentes –como el del intento de traslado.

Claro que, en el clima imperante en el país, un titular de diario vale más que una estrategia razonada, quizá menos espectacular en su impacto inmediato pero más segura en sus resultados.

Oportunidades perdidas

En los tiempos de la “dura” negociación por la deuda, cuando todos los tenedores de bonos argentinos fueron puestos bajo la misma categoría de especuladores cuando no directamente “buitres”, resultaba fácil desdeñar las advertencias sobre las consecuencias futuras del destrato a los inversores, porque si bien las diatribas tenían supuestamente por destinatarios exclusivos a esos “usureros”, el que va a poner sus fondos en proyectos productivos también toma nota del clima “anti capital” reinante.

Para consolidar su recuperación, la Argentina necesitó todos estos años y necesita aún de una gran cantidad de inversiones. Basta ver lo que está sucediendo en el área energética.

El país ha entrado en un cuello de botella en su crecimiento, mientras que en esta primera década del siglo, pese al escenario internacional favorable, no pudo dar el salto de las tasas chinas hacia la categoría superior de desarrollo. Y el principal obstáculo es precisamente la debilidad de la inversión productiva.

Cuando se conoció el fallo de la Cámara de Apelaciones de Nueva York, hace unos días, la consultora Ecolatina publicó un trabajo en el que sostenía: “La Argentina debe ver a este fallo como una oportunidad para cerrar definitivamente el capítulo del default. Para ello, deberá lograr que el juez Griesa establezca que el pari-passu [trato igualitario a todos los bonistas] sea de tal forma que todos los acreedores cobren como en el canje de 2005 (con quita de 66,7 por ciento en el capital)”.

El corto plazo es rey

Por supuesto que los funcionarios de Economía optaron por la dureza oral de siempre. El resultado es el fallo que se conoció hoy, en el cual Thomas Griesa se muestra particularmente severo y hasta hace referencia a esa áspera retórica oficial. Para fundamentar su decisión de levantar las medidas cautelares que nos beneficiaban, Griesa dice: “Han ocurrido circunstancias extraordinarias que claramente requieren acción judicial… Los más altos funcionarios han dicho que no se pagarán los bonos de los demandantes (…). La Corte urge a Argentina a discontinuar las amenazas enfermizas desafiantes de las sentencias (…) Dicha postura desafiante no sólo sería ilegal sino que representaría el peor tipo de irresponsabilidad en su relación con el poder judicial.”

En concreto, la Argentina se encuentra en la absurda situación de estar pagando deuda –incluso el gobierno para hacerse de los dólares necesarios ha distorsionado el mercado de divisas- y no poder cosechar los beneficios porque no termina de salir del default. Eso explica que Bolivia pueda endeudarse a 4,5% mientras que nosotros no podemos siquiera salir al mercado internacional de capitales.

Como con la Fragata, se opta por la rigidez declamativa aún a costa del “embargo” del país. Una vez más, el futuro queda comprometido por un estilo de gestión para el cual el corto plazo es rey.