La escuela no se mancha

Claudio Chaves

El profesor Adolfo Van Gelderen, nació en Rotterdam, Holanda, en 1835. Llegó al país en 1856, en compañía de sus padres, instalándose en la provincia de Tucumán. Fue una figura destacada de la educación  y llegó a enseñar  en innumerables establecimientos educativos para recalar finalmente en el Colegio Nacional Buenos Aires. El 19 de junio de 1882 envió una carta a  la Tribuna Nacional, periódico oficial, que dirigía Olegario V. Andrade.  En la nota informaba sobre los desmanes y la inconducta de los alumnos del Buenos Aires, que descontrolados intentaron incendiar el aula. A pedido de Van Gelderen el curso fue suspendido en su totalidad.

Bastó esta determinación de las autoridades de la escuela para que al día siguiente, según narra la carta, los alumnos esperaran en la calle a los docentes y los agredieran de palabra, les tiraran cohetes, los silbaran y les arrojaran papas. Toda una recepción “amigable” que los revoltosos dedicaron a los pedagogos. Entonces las autoridades del Colegio que ya habían puesto claros límites a la inconducta juvenil,  resolvieron llamar a la policía quien actuó de manera inmediata. Y cada uno a su casa.

Síntesis: la rebeldía estudiantil, en términos generales, no ha variado. Lo que sí ha cambiado es la respuesta que los adultos damos a los jóvenes.

Algo ha pasado en los últimos años de nuestra historia, en todos los ámbitos de la sociedad,  que hace imposible tomar medidas que pongan de manifiesto la existencia de autoridad. Y esto en todos los órdenes de la vida: la familia, la escuela, los espacios públicos, los ámbitos deportivos.

Alguien debiera hacerse cargo, desde el punto de vista de las teorías o la ideología,  acerca de la pérdida de  valores esenciales para la vida en comunidad: como son el respeto, el cuidado de las cosas y del prójimo, los deberes y finalmente la autoridad. En el caso específico de las escuelas vale aquel sabio consejo de Maradona, enunciado en sus pocos momentos de lucidez: la pelota no se mancha.

Si lo proyectamos a la educación les diría al conjunto social que conformamos la vida áulica: la escuela no se mancha.