La vieja y conocida anemia

Claudio Zin

Uno de cada tres individuos en este mundo, a cualquier edad, tiene deficiencia de hierro, le falta en cantidad suficiente para sostener una adecuada oxigenación de los tejidos del cuerpo.

Para ser más preciso el 34% de la población mundial tiene esta carencia, que por lejos es la más frecuente, entre todas las deficiencias nutricionales de micro y macronutrientes (vitaminas, minerales y oligoelementos).

El 80% de las personas con poco hierro viven en los países en desarrollo. En estos sitios el 40% de los niños y las mujeres pre-menopáusicas, no tienen  cantidad adecuada de hierro; en algunos lugares de Latinoamérica el 80 % de los niños menores de 5 años tiene esta deficiencia.

El porqué pasa por una dieta carente, deficiente en calidad y cantidad del mineral. Por insuficiente consumo de alimentos adecuados en contenido de hierro, y/o asimilación deficiente, asociados a un aumento de la demanda, lactantes, niños pequeños, adolescentes, embarazadas y mujeres en edad reproductiva, constituyen grupos de riesgo particularmente vulnerables.

En el caso particular de los lactantes, desde los 4 meses de vida y hasta los 4 años, el déficit es mayor dado que a la inadecuada oferta se suma una exagerada demanda por la velocidad del crecimiento. Es que a partir de los 4/6 meses de vida las reservas del bebé (las que fue acumulando in utero) se agotaron y las que obtiene de la leche materna también, puesto que en general la lactancia exclusiva no supera ese tiempo de vida del bebé.

En el caso particular de Argentina, quedó demostrado que, como consecuencia del uso de leche de vaca no enriquecida con hierro, como alimento principal entre los nueve y veinticuatro meses de edad, existe una prevalencia (cantidad total de casos) cercana al 50%. La mitad de nuestros niños de esa edad son anémicos.

En el caso de los adolescentes, el problema una vez más pasa por la desproporción entre la necesidad de hierro por el rápido crecimiento (entre los 12 y los 15 años aumentan hasta 10 kg de peso) y la ingesta que no alcanza a cubrir las necesidades, por el tipo de dieta y por el acceso a los alimentos menos ricos en hierro absorbible, “comida chatarra”.

Con el agravante en el caso de las niñas del comienzo de sus menstruaciones (menarca 11 a 14 años) y la consiguiente pérdida de sangre (hierro-Fe), cada mes se pierden, en promedio, cerca de 100 ml de sangre y algo cercano a 2.3 mgs. de Fe por día (por 4 días de menstruación = 9 mgs). Hay que reponerlo vía dieta, ¡no la pastilla!

En el cuerpo tenemos un total cercano a 4 gramos (4000 mgs), y perdemos por día, fuera de la pérdida menstrual, 1 mgs. (bilis, piel que se descama, cabello, hemorroides). Es fácil deducir que si reponemos la pérdida, el margen es suficientemente amplio como para quedarnos tranquilos, pero la realidad no es esta, ya que no lo hacemos, esto de reponer en tiempo y forma. No comemos ni tomamos suficiente hierro, insisto una vez más.

Mas del 50% del hierro de nuestro cuerpo está en los glóbulos rojos, forma parte de una proteína llamada hemoglobina, sobre la cual se “sienta” literalmente el oxígeno que transporta cada glóbulo rojo a todos los tejidos del organismo. Si no hay hierro en cantidad suficiente, no hay hemoglobina en cantidad adecuada, no hay oxígeno óptimo  en tiempo y forma en los tejidos. Cuando esto ocurre en edades muy tempranas, el órgano más afectado es el cerebro, y la consecuencia es la falta de desarrollo de una inteligencia adecuada a la genética de cada individuo. Vale decir, nacemos con una cantidad de neuronas semejante considerando circunstancias normales de embarazo y nutrición durante el mismo. La diferencia, en cuanto a inteligencia, la establecen las interconexiones que podemos desarrollar durante los primeros años de vida, y para lograrlo es esencial tener una adecuada cantidad de hierro.