Por: Claudio Zin
Cerca de cien mil adherentes, quince mil combatientes bien entrenados y mejor armados, siete frentes abiertos y en conflicto armado permanente en solo 2 años. Estos son los datos actuales del poderío del ISIS, el califato islámico o el Estado Islámico.
En Occidente se decidió no llamar al ISIS “califato” o “Estado” para que no se le reconozca formalmente esa categoría al grupo armado terrorista. Se prefiere “la ola negra” (como si fuera una mancha de petróleo en el mar), “las fuerzas del ISIS”, “Daish”, que es el acrónimo anglosajón del Estado Islámico en Iraq y el Levante.
Más allá de la figura de la mancha de petróleo que se extiende sobre la superficie del mar, metáfora que pretende contarnos cómo el ISIS ocupa territorios en frentes distintos, significa también la apropiación por parte de las tropas del califato de los pozos de petróleo y el control de la economía de los territorios que va ocupando. Hoy se autoabastece de fondos con el contrabando de ese petróleo; ya no le hacen falta Catar u otros financiadores.
Un movimiento nacido hace apenas dos años sobre las ruinas de un Iraq maltrecho, recuperado para saquear su petróleo y no para reorganizarlo como Estado verdadero, sumado el desastre humanitario de Siria, que tiene ya cerca de 4,5 millones de sus pobladores expulsados, emigrados, perdidos en un mundo que poco los quiere fuera de ese país.
Este fue el tema, para el primer mundo, más importante de la cumbre de Naciones Unidos ocurrida hace solo un par de días. ¿Qué hacer con Siria? ¿Cómo combatir el ISIS? Son las cuestiones más importantes que hoy afrenta el mundo.
El ISIS, con sus banderas negras y sus yihadistas, está a pocos kilómetros de Roma, en las costas de Libia, munido de armamento moderno, apoyado por un sistema de propaganda política muy sofisticado que aterroriza al mundo entero. Los combatientes del ISIS toman ciudad tras ciudad, día tras día en Medio Oriente y llegan a la frontera turca, a pasos de la otra Europa.
Los cuadros de mando están compuestos por ex militares de alta graduación del disgregado ejército de Iraq de Saddam Hussein. Mano de obra desocupada, diríamos por mis pagos, que ha conseguido empleo, sin duda alguna.
La otra rama del ISIS, los “foreign fighters” (combatientes extranjeros), cerca de cinco mil son jóvenes europeos, marginados sociales que adhieren a esta causa. Ciudadanos europeos reclutados entre las filas de los musulmanes y algunos católicos fanáticos antioccidentales, antiamericanos, conforman las filas de los cortacabezas, que tiene entre sus objetivos una cruzada para recuperar Roma de las manos de los infieles católicos.
La última de las brigadas incorporadas al ejército del ISIS son los “topos”: europeos adiestrados como los autores del atentado contra Charlie Hebdo en París. Iraquíes y sirios, mezclados con los migrantes que deambulan por Europa, camuflados en la ola migratoria, que entran y se mantienen “dormidos”, mimetizados con la vida cotidiana de una gran ciudad hasta que llegue el momento de entrar en acción para causar terror y muertes.
Según los servicios de inteligencia italianos, serían unos mil en la Unión Europea (UE) y cien en Italia. El Ministerio del Interior italiano ya expulsó unos veinte.
La lucha contra el ISIS es hoy la preocupación, común denominador del mundo occidental y de gran parte del Oriente Medio, si tenemos en cuenta que entre sus objetivos, además de la cruzada a Roma, está también el de reconquistar los territorios de Israel, Palestina, Jordania, hasta llegar a Egipto.
Este fue el tema central de la Cumbre de Naciones en la ONU, de allí el encuentro Barack Obama-Vladimir Putin, luego de años de falta de diálogo por la cuestión de Ucrania. Todos estamos de acuerdo en considerar al ISIS como un efecto colateral no buscado de los desaciertos de Estados Unidos y Europa en sus intervenciones desafortunadas en África y Oriente Medio. Al margen de este comentario, hoy es un serio problema, difícil de resolver si cada líder pretende hacerlo a su manera.