El caso Fayt: una presión autoritaria

Daniel Muchnik

Dos cuestiones. La primera, la escribí hace meses: la Presidenta y su séquito ejercitarán su maldad hasta el último día. La segunda: entre algunos amigos mantenemos una polémica acerca de si éste es un gobierno que tiene rasgos fascistas, o es fascista, por el ejercicio indiscriminado del autoritarismo y la falta de respeto por las normas de convivencia y la división de los poderes.

Sigo sosteniendo que la maldad ínsita al cristinismo continuará sin tregua y que éste no es un gobierno fascista, pero se le parece. Si lo fuera, consagrado, esta nota no existiría y este sitio de Internet tampoco. No hay una “ocupación” de todo el poder, como lo hizo Mussolini, pero que lo desean, sin duda que sí; lo buscan, y en todas sus grandes dimensiones. Atención: el autoritarismo, la arbitrariedad y la impunidad no son sólo patrimonio del fascismo. Lo son también del populismo. Porque el gobierno se cree representante de la “voluntad popular”, entiende que es la “voz del pueblo” y en consecuencia procede barriendo todas las barreras y los límites.

La ofensiva del Ejecutivo y de un sector del Parlamento contra la cumbre del Poder Judicial es una demostración de una acción despótica. Por supuesto que el propósito es frenar todas las intenciones de la justicia por enjuiciar acciones de gobierno de los últimos años o acciones personales y económicas del ámbito familiar de la Presidenta. Buscan ampliar la Corte Suprema a nueve miembros para dejar en un rincón y en la impotencia a los actuales integrantes. En la Casa Rosada se sienten agredidos y responden con una violencia desmesurada. De la misma manera que lo hacen los representantes de La Cámpora en todos los estrados donde se mueven.

Escucharlo a Aníbal Fernández describir al juez Carlos Fayt es infamante. De la misma manera que lo fue la definición de Nisman por parte de Fernández. “Es un sinvergüenza y un turro”, exclamó en su momento, cuando interpuso ciertos tramos de la vida privada del fiscal a la investigación sobre su muerte un día antes de su denuncia ante el Parlamento. A varios meses de la muerte de Nisman todavía no se sabe si se suicidó o lo mataron. Y si lo ejecutaron por qué lo hicieron y quienes lo hicieron. No se equivoca Lilita Carrió cuando dice que esa muerte es el ”tercer atentado terrorista” contra el país y la colectividad judía

En cualquier país civilizado o semi-civilizado el “escándalo Nisman” y el desenlace de su muerte hubiera sido causa de la caída del gobierno o de parte del gobierno. Por desidia o ausencia de responsabilidad. Hubiera generado una crisis histórica, nunca vista. Pero todo se ha diluído, todo se ha esfumado como si la tragedia no hubiera sucedido. Se le quitó importancia, se lo sepultó por segunda vez en los Tribunales cuando se borró la jerarquía y la entidad de la denuncia sobre el acuerdo con Irán.

A los jueces se los juzga por su fallos, no porque los firmen en su casa o en sus despachos. La embestida contra Fayt, un prodigioso maestro del derecho, por sus 97 años, no tiene sustento. Pueden pesarle los años, pero mantiene una permanente actividad intelectual. Sus sentencias son claras. Las acusaciones del Gobierno no tienen en cuenta ni los límites ni los principios que exigen respeto. Grandes escritores, pensadores y científicos siguieron produciendo en avanzada edad. Un caso fue Bertrand Russell. Otro fue el pintor Monet, que sobrevivió a todos los integrantes de la escuela impresionista. Platón superó los 80. La Reina Victoria diseñó y condujo el imperio británico hasta su fallecimiento, a los 82 años. La Reina Madre de Inglaterra, que engendró a Isabel, influyó en los destinos de su país por encima de los 100 años de edad. El director de cine portugués Manoel de Oliveira falleció a los 106 años y filmó hasta poco antes de su fin. En la Argentina, el destacado dramaturgo Carlos Gorostiza, de 95 años de edad, ex- Secretario de Cultura de la Nación, acaba de estrenar una nueva obra en el Teatro Cervantes, trabajo que escribió hace un año y pulió en los últimos meses. Describe cierto mundo de los adolescentes argentinos como si fuera uno más entre ellos.