Por: Daniel Muchnik
Vengo perdiendo desde hace 12 años amigos con los cuales compartí las luchas universitarias o la vida social o la hermandad de pensamiento o las vacaciones con nuestros hijos o sin ellos; amigos con los que saboreábamos una buena película o una buena obra de teatro, cenábamos, celebrábamos acontecimientos familiares e intercambiábamos ideas, compartíamos libros…
He dejado de ver a parientes cercanos o lejanos. No soportaban mis críticas a un sistema represivo, intolerante y autoritario. No querían escuchar las mentiras, los ocultamientos, el derroche y la eterna corrupción.
Uno de mis antiguos amigos llegó a decirme que no permitiría que yo entrara en su casa. Otro inventó una historia terrible y mentirosa tipo servicio de inteligencia sobre mi pasado, con tal de denigrarme. Todo porque pensaba distinto a mí con respecto al gobierno kirchnerista-cristinista.
Se aferraron al “modelo” y a un gobierno impresentable desde la obsesión, e incluso justificando lo que pensaban en los años 70: tomar el poder, fusilar y transformar al país. Aquellos que en los 70 y los 80 se burlaban de la democracia ahora adoraron a Néstor y Cristina.
Ya no hay posibilidad de reconciliación con aquellos que quise. Las circunstancias nos han llevado a vivir en distintos planetas y no reconocernos y borrar toda la memoria donde la felicidad nos unía. No los necesito, no los quiero. Ni siquiera lo veo como una falta de respeto a los recuerdos de mi parte o a los que compartimos hace tiempo. Con ellos tuve la experiencia que hubiera tenido un ruso de pensamiento libre con un stalinista en la URSS. O un chino respecto de los maoístas enloquecidos en años de luchas por el poder. O un liberal frente a un fascista italiano.
La responsabilidad de la grieta es de los Kirchner. Sólo de ellos, que fingieron y mistificaron lo imposible. Espero que esos tiempos jamás se repitan porque son el paradigma de la alienación, el mal gusto, la violencia, la falta de respeto por las instituciones dignas.