La falacia de la sustitución de importaciones

Daniel Sticco

La ministra de Industria, Débora Giorgi, intentó agradar a los empresarios reunidos en la 18° Conferencia Industrial Anual con el mensaje de que la región puede sustituir importaciones por u$s600.000 millones.

En el caso de la Argentina, prescindir de todas las compras externas, que suman alrededor de u$s70.000 millones al año, es equivalente al 15% de la generación de riqueza durante un año, al cambio oficial de $4,83 por dólar y un cuarto si se toma el efecto de la devaluación del PBI que provocaría convertir el PBI en pesos al cambio de 7 a uno.

Esas proporciones se elevan a 57% y casi 80%, al cambio oficial y de fuga respectivamente, si la comparación se limita al valor de las producciones agregadas del conjunto del agro y la industria.

Con esos valores en mente salta a la vista que el análisis de la ministra oculta diversas falacias.

En primer lugar, ningún país que tenga y aspire a tener una matriz de consumo diversificada y de alta calidad, no sólo de bienes esenciales, sino también de aquellos que contribuyen a gozar de un nivel de vida de nación madura, tiene las capacidades naturales y tecnológicas para autoabastecerse.

Por tanto, la sustitución, como un todo, es un objetivo inviable, si no se quiere afectar la producción en diversas industrias y sectores, en particular de los servicios, como los informáticos, la tecnología, y en especial, la medicina.

En segundo término, y no menos relevante, hay que tener en cuenta que la contrapartida de lo que un país importa es lo que otro exporta.

En el caso argentino las ventas a la región representan el 35% del total de las exportaciones, de modo que prescindir de las compras en América Latina y, por supuesto, no compensarlas con adquisiciones fuera de la región, le generaría a la Argentina represalias comerciales que afectarían al 40% de sus ventas a esos países.

Naturalmente, el cuadro sería sustancialmente peor si la ministra se refirió a evitar las compras que se hacen fuera del bloque para profundizar el intercambio regional, porque no sólo representan dos tercios del total, sino que el impacto contractivo sobre sus compras en la Argentina también sería singularmente más significativo.

Podrá argumentarse que una nación decidida a “vivir con lo nuestro” podría generar mayor capacidad de consumo de los bienes que hoy le resultan excedentes, como las exportaciones, y por tanto no habría perjuicio para la producción.

Pero una medida de forzar la prohibición de todas las compras externas puede tener efecto inmediato, aunque un cambio en los hábitos de consumo de la población, y la ampliación de nuevas bocas, con la política de inclusión social, sólo podrá verificarse, en el mejor de los casos, en el largo plazo.

Experiencia reciente

Basta con observar qué pasó en el corriente año con la imposición del cepo cambiario y las restricciones a las importaciones, con las Declaraciones Juradas Anticipadas de Necesidades de Importaciones: el ritmo de crecimiento de la actividad desapareció por las complicaciones para llevar a cabo normalmente la actividad fabril y las represalias comerciales que tomaron los países afectados.

Pero no sólo eso: esa estrategia, anti comercio internacional, derivó también en una caída de la inversión y con ello de la capacidad de generar empleos, con lo que se terminó afectando la inclusión social de aquellos a quienes, en los papeles, se intenta favorecer.

Por tanto, sería oportuno ser realistas, como reconoció Cristina Kirchner en el acto de clausura de la 18° Conferencia Industrial Anual, y pensar más en qué debe hacer la Argentina en el mercado internacional, para lo cual se requiere mucho más que revisar la política cambiaria y erradicar la inflación.

El presidente de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren, advirtió ayer que “no siempre vamos a tener términos de intercambio favorables”, por lo que exhortó a los gobiernos a impulsar el desarrollo.

El empresario dijo que “sofisticarnos en la competitividad es un desafio ineludible” y agregó que “el tren del desarrollo llegó y la región compró los boletos”.

¿Los habrá comprado la Argentina? Hasta ahora, no parece.