Piloto automático, rumbo 0.0

Daniel Sticco

Semana a semana, día a día, aparecen claros indicadores de que el mundo no se nos vino encima y aun así la actividad económica no acelera para salir del estancamiento.

La falta de un timonel que conduzca la embarcación en busca de aprovechar los vientos que siguen soplando en una dirección opuesta a la que se intenta transitar impide avanzar.

Superada la inercia que posibilitó la inversión del pasado y el abandono de una política destinada a convivir con superávit gemelos, del sector externo y de las finanzas públicas, la expansión de la generación de riqueza se frenó.

La balanza comercial mantiene un abultado excedente de divisas sustentado más en el cepo a las importaciones y la menor demanda por pérdida de impulso de la producción industrial, que por la conquista de mercados de exportación y la consolidación de los tradicionales.

La insustentable política de cancelar deuda externa con reservas del Banco Central, ante la incapacidad de ahorro del sector público pese a haber alcanzado una presión tributaria récord sobre los contribuyentes habituales, ha retraído la disponibilidad de divisas de la autoridad monetaria al nivel de cinco años atrás.

El cepo cambiario sólo ha provocado costos para la economía en su conjunto, mientras sigue sin aportar beneficios, más allá de contados casos puntuales de sectores protegidos de la competencia externa.

La sustitución de importaciones no fue contrarrestada en forma equivalente con la producción nacional y la creación de empleos privados. Se produce menos y se destruyen puestos, con excepción de la administración pública. Aunque en ese caso a costa de licuar el poder de compra del resto de la nómina.

Tampoco sirvió para frenar la fuga de capitales. Apenas la redujo en un cuarto, aunque esa baja parece más asociada a la reducción de la tasa de generación de riqueza y a deficiencias estadísticas que se producen cuando la economía tiende a informalizarse, más que a la capacidad regulatoria del Estado, que a un genuino efecto contractivo.

La confianza de los consumidores se mantiene en mínimos históricos a partir de la ausencia de claras señales de inversión de las empresas. Y también de las familias.

 

Datos contundentes

El resultado es la contracción del consumo, el turismo gasolero y de muy corta duración y la creciente conflictividad laboral, con acuerdos en paritarias de asalariados y patrones que comienzan a caerse antes de que empiecen a regir por la aceleración del deterioro del poder de compra de los ingresos.

Ahora los precios no suben únicamente de la mano de empresarios que perdieron la capacidad de absorber el alza de los costos, sino principalmente del sector público.

La Nación debió comenzar a reducir subsidios y aprobar alzas de precios del transporte y de los combustibles, mientras que las provincias y municipios compiten para ver quién lidera el ranking de las mayores subas de impuestos y tasas para compensar la merma de transferencias de la administración central.

Mientras tanto, el Banco Central no tiene carácter para poner un freno a la expansión del financiamiento espurio al fisco y alimenta la inflación a niveles en los que la ilusión monetaria desaparece de los cuadros sindicales y sólo queda rehén de algunos funcionarios que se jactan de los récords nominales que logran, como sucede con la recaudación tributaria.

No se ha completado la primera quincena de 2013 y ya abundan los pronósticos de estancamiento de la actividad económica, al menos para el primer semestre.

El rumbo económico 0.0 parece firme. El piloto se ha tomado vacaciones y la tripulación también disfruta del tiempo de descanso, tal vez sin comprender por qué la política de sintonía fina que propusieron hace ya más de 14 meses ha generado muchos costos, principalmente sociales, y muy limitado, por no decir ningún, beneficio.

El Banco Central ha intentado acelerar el ritmo de devaluación para alentar las exportaciones y desalentar aún más las importaciones, pero la falta de un plan de estabilización integral de precios, que se sustente en el aliento de la inversión privada, interna y externa, con incentivos fiscales que alivien las cargas y un programa de sustentabilidad de la hacienda pública, está conduciendo a exacerbar la inflación, más que a combatirla, en un escenario dominado por el estancamiento de la actividad productiva y comercial.