Por: Daniel Sticco
La liberación del mercado de cambios y la casi total eliminación de las retenciones parecen escasos atributos para provocar un rápido impulso de las exportaciones de manufacturas industriales no agropecuarias, pese a que, por los efectos de los ajustes de precios y salarios, el mercado interno perdió vitalidad en el primer cuatrimestre y de ese modo dejó más capacidad ociosa disponible para cubrir con operaciones de ventas al resto del mundo.
Más allá del receso que afecta a Brasil, principal socio en el Mercosur, a quien van dirigidas actualmente un 17% del valor total de las ventas externas de la producción nacional, la sustancial mejora del tipo de cambio y la recuperación de los precios internacionales de las materias primas no han significado un impulso en la estructura de las exportaciones, salvo casos aislados de algunas empresas automotrices que han logrado calidad y costo de producción de clase mundial, lo que les ha permitido, a su vez, penetrar en otros países, incluidos los Estados Unidos, y algunas firmas del sector de productos químicos y agroquímicos.
Al menos eso es lo que mostraron los últimos datos del comercio exterior argentino al cierre del primer cuatrimestre, donde, a excepción de los productos primarios y en menor medida sus manufacturas, la mayor parte de los rubros acusaron apreciables bajas en comparación con los ya débiles niveles del año anterior, superior a la que cabría esperar por la disminución de los precios internacionales en un promedio de 13%, por la incapacidad de reacción del sector industrial.
La alta disponibilidad de productos agropecuarios retenidos en los campos en el último año fue rápidamente volcada al mercado internacional, tanto a nivel primario —aumentó 42%— como de sus manufacturas, que en volumen se expandieron en 26%, pese a que el precio promedio en los mercados internacionales se derrumbó entre 14% en el primer caso y 17% en el segundo.
Por el contrario, para las manufacturas de origen industrial, la retracción del monto de las transacciones en 12% fue del doble a la baja del 6% que registraron los precios externos en promedio, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec).
El facilismo de una medida unilateral
A partir de entonces, reaparecieron en escena algunas voces de alerta de analistas y economistas por un supuesto atraso del tipo de cambio que está provocando el Banco Central con una política monetaria que tiende a mantener altas las tasas de interés, como ancla de la inflación, aunque en mayo dispuso un paulatino recorte de 200 puntos básicos (2% anual) en el rendimiento de las Letras, y al mismo tiempo deja deslizar la cotización del peso al límite de los $14, cuando en el peor momento de 2015 había superado en el mercado marginal de entonces los $16, y desde ahí el alza promedio de los precios internos superó el 30 por ciento.
Sin embargo, pese a que en los primeros meses de 2016 se observó un generalizado descenso de las cotizaciones de las materias primas en el mundo, no sólo en las últimas semanas se pudo observar un reacomodamiento alcista de los precios, en particular de los productos que más vende la Argentina, sino que en la mayoría de los rubros se mantienen muy por arriba del promedio histórico en más de 25 años.
No obstante ese escenario favorable y que se levantaron los cepos a las importaciones de insumos necesarios para la producción de bienes exportables, sin olvidar que en la mayoría de las industrias se ha logrado en los últimos años elevar la productividad laboral y que el incremento del nivel promedio de precios internacionales superó con creces al efecto del que tuvo lugar en el costo interno de la mano de obra en valores ajustados por la variación de los precios, no se perciben señales de un impulso exportador y sí de alguna preocupación por el nivel del tipo de cambio.
De ahí que más allá de una parte no menor del sector automotriz que fue alentada a desarrollar su actividad como complemento exclusivo de la industria brasileña y que ahora está pagando las consecuencias de esa exagerada dependencia de un monomercado, no hay duda de que uno de los desafíos que tiene el Gobierno, pero también el conjunto de la producción nacional, es pensar una estrategia productiva y comercial con un salto de calidad hacia la apertura al mundo, sobre la base de avanzar en ganancias de productividad y vocación exportadora.
Brasil: dependencia devaluada
Se habla mucho de la dependencia de Brasil, país que entre 1997 y 1998 llegó a absorber más del 30% del total de las exportaciones de la Argentina, aunque ahora esa gravitación cayó a menos de 20%, pero muy poco se dice sobre que el intercambio comercial entre los dos país apenas se ubica en el 1% de la suma de sus PBI, y que, peor aún, la representatividad en el total del mundo cayó de 0,5% a menos de 0,4%, como ostenta Chile y en contraste con el 2,5% que registra Canadá o el 1,1% de Australia.
No sólo eso, en los últimos años, la concentración de la demanda agregada en el consumo interno, en particular desde la crisis con el campo en 2008 y más aún en los cuatro años de vigencia del cepo cambiario, hicieron que tras alcanzar un pico histórico de exportaciones equivalente a casi un quinto del PBI se contrajera en la actualidad a menos de 13%, una proporción que es menos de la mitad de la que tienen Chile, Canadá o Nueva Zelanda.
Un rebalanceo de la composición de la demanda agregada, con más representatividad de las exportaciones y de la inversión bruta interna, y menor gravitación del consumo interno en el total de la generación de riqueza, no sólo se estiman claves para crecer sin presiones inflacionarias y supuestos atrasos cambiarios, sino para alcanzar los objetivos básicos de toda política económica que es elevar el empleo, el salario real y, por tanto, el bienestar del conjunto de la sociedad. Por ahora, se advierten anuncios oficiales de llegada de inversiones y maduración de otras que estaban en carpeta, pero muy poco se oye de conquistar mercados y consolidar los tradicionales.