Por: Dardo Gasparre
Vengo sosteniendo en este diario y en mi blog que entre este absurdo mecanismo de elecciones, las PASO, la boleta sábana, los partidos, las cuasicolectoras, los reglamentos internos de cada Cámara y el monopolio corruptor de los partidos, solamente un ultraoptimista puede llamar a nuestro sistema “democracia” y menos defenderlo como si fuera el Evangelio.
No soy original. Está ocurriendo lo que predijera Tocqueville sobre la democracia hace 180 años. No tema, no lo mandaré a leerlo.
Las quejas populares por las escandalosas elecciones en Tucumán parecen habernos despertado a los ciudadanos y a la oposición, que ahora amaga con proponer reformar el sistema antes de que el kirchnerismo haga valer la ley del almacenero: “El que suma la libreta gana”.
Pese a lo que opina Sergio Massa, la idea de saltar de la precariedad colonial de hoy a un voto nacional electrónico en 40 días es técnica y prácticamente inviable. Cualquiera que haya intentado implantar un sistema modesto de facturación en su empresita lo sabe.
Ni que hablar de las abuelas antidigitales, que temen, aún desde un conocimiento algo supersticioso, el hackeo, la pérdida de anonimato (se ve que no usan Internet) y otros terribles males que acarrearía tal modernización. Esa discusión llevaría a un debate de muchos meses.
Veamos lo que se puede hacer hoy, sobre bases realistas y entendiendo que la mayoría de los manoseos o los fraudes se producen en el escrutinio provisorio, como ya se ha dicho. El escrutinio definitivo, realizado sobre las actas de cada mesa, ofrece menos posibilidades de trampa, salvo las que se dan en los dos extremos: el momento de confeccionar el acta, el momento de volcarla y contarla.
Boleta única: Este parece ser un paso posible y más o menos aceptado. Habría que acordar un formato que no fuera demasiado engorroso. Eliminaría el problema del robo de boletas, aunque no el de urnas “embarazadas”.
Si bien obliga al votante con instrucción precaria a saber leer y a un esfuerzo intelectual algo mayor, representa una enorme ventaja para la inmensa mayoría de los votantes y facilita el recuento de votos en cada mesa. La idea de la boleta única complementaria parece un consomé grosero.
Se debería ir directamente a un sistema integral de boleta única. No requiere demasiados cambios técnicos y solo precisa algún ajuste legal menor. La norma que determina formato, color, orden y otras ridículas minucias no es exactamente la Constitución Nacional y puede reemplazarse en minutos, si hay voluntad política.
Las actas deberían replicar el formato de la boleta única, ayudando a la velocidad, la precisión y la limpieza en el conteo. Todas las etapas del escrutinio deberían realizarse sobre ese formato. Eso es fácil y rápido de aplicar.
Telegramas: Se puede reemplazar por un sistema de envío de información sistematizada vía Internet. Eso puede normalizarse con una planilla con igual orden y formato que la boleta de voto, lo que organiza y facilita el escrutinio provisorio y el definitivo.
En un país donde los pulgares sobre el teclado virtual del celular se han convertido en el órgano pensante, no cabrían excusas para no usar este sistema. Bastarían una pocas computadoras con acceso a Internet en cada centro de votación, donde se accediera a una página, también con el formato de la boleta única.
En su defecto, se podría acceder desde cualquier locutorio o con una versión para celulares. Los fiscales y el presidente podrían firmar en ese mismo acto con un código provisto previamente a cada uno, otro avance. El escaneo que se ha propuesto es más propenso a errores y fraude, a la vez que tiene el problema del volcado que no tiene una página receptora.
Centro de recepción, volcado y conteo: El tradicional Correo Argentino no tiene ya razón de ser. Su utilización como centro de recepción tuvo que ver simplemente con la utilización del telégrafo, que era el mecanismo de comunicación universal. No hace falta explicar cuál es el mecanismo de comunicación universal hoy.
El nuevo centro de recepción de cada jurisdicción, con prescindencia de su ubicación física, tendría un coordinador y operadores técnicos, estaría conformado y verificado paso a paso por todos los legítimamente involucrados: la justicia electoral y los fiscales generales de todos los partidos. Tal como hoy, pero adaptados al nuevo método. Ni siquiera haría falta cambiar los responsables.
Este nuevo formato no requiere de una alta complejidad técnica, solo de algunos instrumentos estándar de computación. El resto es la utilización de una metodología y procedimientos administrativos fácilmente diseñables y aplicables. La propia empresa hoy encargada del conteo precario de telegramas estaría gustosa de hacer este armado, con tal de defender su jugoso negocio.
Este modo evitaría muchas maniobras que se han detectado en la recepción y el volcado de los datos. No habría forma de alterar los archivos digitales, que se enviarían en formato inmodificable. Como hoy, la suma de los votos sería verificable por métodos mecánicos o manuales.
Para resumir, cada mesa sumaría todas las boletas únicas en una sola boleta-acta. Esa boleta-acta serviría para llenar una página de Internet con igual formato, que confluiría en una especie de gran boleta única con los resultados distritales.
Todo esto para el escrutinio provisorio. El definitivo se haría sobre la boleta-acta de cada mesa, tal como ahora, pero más rápido, por la unificación de formatos.
Control paralelo de fiscales de mesa: Como se ha venido haciendo espontáneamente, los fiscales de cada mesa pueden enviar a sus fiscales generales en el Centro de Recepción una foto o un escaneo del acta final de la mesa, que será fácilmente comparable con los datos recibidos digitalmente.
Reglas y normas de procedimiento: Podrían cambiarse algunas reglas para limitar la participación o la importancia de los funcionarios de cada Poder Ejecutivo y reforzar el poder de decisión de la Justicia y los fiscales generales en casos de interpretación y dudas.
También se podría agilizar la intervención y la acción de la Justicia y las fuerzas del orden en caso de flagrantes delitos que afectaran la libertad de elección y el resultado de los comicios. Esto sería de aplicación tanto en cada mesa como en todos los ámbitos en que se vote o se escrute.
Todavía habrá que vencer la resistencia obsesiva casi asnal a cualquier cambio del Frente para la Victoria, pero eso podría revertirse con algunas manifestaciones o marchas populares contundentes. Tucumán patentó un sistema que habrá que usar para organizar las marchas al instante, no como un casamiento en que se reparten las invitaciones con un mes de antelación. El 24 S será tarde.
Para obtener logros ciertos, la oposición tiene que presentar urgentemente un programa como este o similar. No limitarse a pedir un cambio y trasparencia, como ha comenzado a hacer, lo que la lleva a la nada. Ese programa debe ser trasmitido conjuntamente a la ciudadanía, sin discrepancias, y con convocatoria a la movilización.
Quedan pocos días y la táctica del Gobierno de diluir los reclamos de cambios para hacerlos imposibles por tiempo está dando frutos.
Hay otros pasos posibles, pero debemos concentrarnos en los mecanismos que nos permitan a todos los ciudadanos aceptar como justo y cierto el resultado de las próximas elecciones generales. El país está en una real emergencia y no necesitamos dudas sobre la legitimidad de quien gestione los ya complicados asuntos de la nación.