Calles tomadas

Diego Kravetz

En el 2010, el macrismo presentó sin éxito una iniciativa para prohibir la actividad de los trapitos. Al año siguiente volvió a hacer otro intento que tampoco llegó a buen puerto. Finalmente, se aprobó una ley referida al tema pero nada tenía que ver con la propuesta original. Conclusión: el gobierno porteño la vetó y todo quedó en la nada.

Hoy el tema reaparece en la agenda de los medios luego que el domingo pasado un cuidacoches fuera brutalmente asesinado a puñaladas por otro. La riña se produjo en Palermo, frente al zoológico. La razón, dos bandas enfrentadas por una misma cuadra.
La tragedia expuso nuevamente el flagelo, que hasta ahora, tanto funcionarios del gobierno porteño como legisladores de la Ciudad preferían no ver ni abordar.

Lo cierto es que ahora mucho tiempo ha pasado y lo que en un principio era una actividad marginal en algunas zonas aisladas hoy día es un negocio millonario copado fundamentalmente por las barrabravas del fútbol.

Están en Belgrano, Colegiales, Palermo, San Telmo, Cañitas y hasta llegaron al exclusivo Puerto Madero. Se estima que en la Ciudad los cuidacoches mueven cerca de 100 millones de pesos al año.

El macrismo volvió a la carga con un proyecto de ley que prevé terminar de una buena vez con la actividad. No sólo estipula multas de hasta 2000 pesos sino que además quien cometa el delito (la extorsión en la vía pública) puede sufrir cinco días de arresto.

Y aunque el gobierno porteño ya adelantó que llevará el debate al recinto recién el año que viene (cuando ya esté en funciones la nueva composición del Parlamento local), varias voces se alzaron en contra. Fundamentalmente desde el kirchnerismo, donde sostienen que el PRO “usa la violencia para justificar la mano dura“.

Creo que es hora que el Estado dé la pelea por el espacio público y no permita que se arraigue el delito. La pregunta final es quién manda, el Estado o los barrabravas. Que alguien obligue a un conductor a pagar una tarifa por el simple hecho de estacionar en una zona comercial o cerca de un espectáculo no nos puede parecer natural.