La doble moral del enamorado de los árboles

Diego Rojas

Ciertas intervenciones suelen tener un efecto opuesto al de las intenciones que las mueven. De esa circunstancia nacen refranes como: “Con amigos como tal, para qué se necesitan enemigos” o similares. Quizás esa expresión popular haya surgido en algunos defensores del ambientalismo al comprobar como cierta la existencia de un texto publicado por Ricardo Forster en el diario Página 12 el último miércoles bajo el sonoro título de “En elogio y defensa de los árboles de Buenos Aires”. Forster, que se dedica al estudio y divulgación de la filosofía, describe allí las razones personales que lo llevan a manifestar su oposición a la construcción del Metrobús sobre la avenida 9 de Julio, que implicaría daños para el medio ambiente al trasladar (y en algunos casos, talar) los árboles que trazan su recorrido.

Forster -uno de los referentes de Carta Abierta, el nucleamiento intelectual que defiende a capa y espada la acción del gobierno- intenta una disculpa en la primera línea para luego arremeter con toda la pesada carga de su artillería sintáctica. Con su habitual prosa hiperadornada, se indigna porque “en noches infaustas brigadas vestidas de amarillo destruyen y dañan esas indefensas criaturas que nos ofrecen su belleza, su oxígeno purificado y su sombra a cambio de nada”. Unas líneas después detalla su relación íntima con los seres vegetales que pueblan las arboledas, vínculo cultivado por Forster desde su más tierna infancia. El autobiográfico relato abunda -tan sólo en el segundo párrafo- en sintagmas como: “sombras tenebrosas”, “soberbia belleza y majestuosidad”, “bravía pampa decimonónica”, “ ilusiones desbancadas”, “soberbias despojadas”, “jacarandá preñado”. Forster relata aventuras infantiles, lecturas arbóreas, tormentas juveniles en el bosque y hasta su relación con un naranjo que le proveía, en su niñez, frutas que actuaban como “fabulosas municiones en las batallas homéricas” con los chicos de su calle. El escrito -que no tiene desperdicio- es el corolario lírico de un curioso ímpetu ambientalista de los kirchneristas porteños.

(Vale aclarar que si bien el Metrobús ha sido exitoso y beneficia a amplios sectores populares en el trayecto que realiza sobre la avenida Juan B. Justo y que podría repetir ese resultado en la ancha avenida céntrica, también es cierto que activistas con conocimiento de causa, como Enrique Viale, denuncian que su trazado sobre la 9 de Julio podría haber sido realizado “con un infinito menor presupuesto que los actuales 168 millones de pesos que planea pagar Macri” -algo que no sorprende dado que los negocios con constructoras amigas es el sino de la gestión PRO-, así como la pérdida de las virtudes ecológicas de los árboles trasladados).

Señalábamos la curiosidad que provoca el entusiasmo verde del oficialismo de la ciudad de Buenos Aires debido a que, en este mismo ámbito, hace semanas apenas los representantes K en la Legislatura aprobaron, en acuerdo con el macrismo, la cesión de terrenos ferroviarios de zonas como Caballito y Palermo a la especulación inmobiliaria y desecharon que se conviertan en espacios verdes, tal como lo reclamaban vecinos de esos barrios. El negociadomacristinista” no provocó en ese momento ningún dejo de enojo en el activismo oficialista. Ni qué hablar de la deforestación que, pese a la Ley de Protección de Bosques cuya implementación esquiva el gobierno desde su aprobación a fines de 2007, provocó en el período 2008-2011 la pérdida de un millón de héctareas de bosque según Greenpeace, principalmente en provincias gobernadas por el oficialismo. El avance de la soja -ese maná para las arcas kirchneristas- que se produce a base de falta de planificación para el cultivo del suelo no sólo propicia la deforestación, sino el arrasamiento de la pequeña propiedad campesina, y a pesar de todo cuenta con el beneplácito kirchnerista. Tanto como lo cuenta la megaminería a cielo abierto, impulsada por caciques K en sus feudos muy a pesar de la evidencia que demuestra su altísima capacidad de daño ambiental. Para no mencionar la reciente implementación del fracking, una forma de extracción gasífera y petrolífera que ha sido prohibida en Francia, Irlanda, Bulgaria y varios estados de los EEUU debido a su peligrosidad antiecologista -mientras tanto, la presidenta Cristina Fernández celebró este miércoles la implementación del fracking en Chubut con su presencia-.

El progre es así: aviva aquellas viejas ideas que alguna vez lo movilizaron si, y sólo si, ello no pone en riesgo su costumbre de olvidarlas cuando es el kirchnerismo el que actúa contra ellas.

La doble moral. El doble rasero. El doble standard, que le dicen. Siempre habrá una “bella prosa”, unos adjetivos líricos, que lo justifiquen. Para qué, si no, la existencia de Carta Abierta.