Por: Diego Rojas
Hace unas horas me encontré en un bar de la avenida de Mayo con Ricardo Carpena, uno de los periodistas que más sabe sobre sindicalismo en el país. Luego de un periplo periodístico muy largo y variado en el diario La Nación, volvió a su primera pasión –con la que se inició en el periodismo– y hoy publica una columna semanal imperdible en el diario Clarín en la que el mundo gremial aparece retratado con precisión, datos, buenas fuentes y una gran pluma. Carpena me contaba sobre sus inicios en el oficio cubriendo el mundo sindical cuando, de pronto, hizo una pausa. Miró la avenida por la ventana del bar y, como hablándose a sí mismo, dijo: “Lo raro es que son los mismos de hace veinte años”.
Se refería a los capitostes del sindicalismo nacional. La de Carpena es una afirmación irreprochable: desde hace décadas el mundo sindical está regido por las mismas personas que maniatan a los trabajadores a políticas contrarias a sus intereses históricos y que las someten a decisiones que socavan su presente. Además de que, en gran parte, son auténticos millonarios: empresarios enriquecidos a costa de los privilegios que gozan por el rol que ocupan malamente. En el extremo más pútrido del mapa se puede identificar a José Pedraza, que acaba de ser condenado a 12 años de prisión debido a su participación en el asesinato del militante trotskista Mariano Ferreyra. Dueño, junto a sus colegas en la dirección del sindicato ferroviario, de empresas donde se explotaba a trabajadores tercerizados ferroviarios, su fortuna le permitía vivir en un departamento valuado en un millón de dólares ubicado en el ménemo-kirchnerista barrio de Puerto Madero. El sindicalista Pedraza se trasladaba con chofer en un auto último modelo y, dos días después del asesinato de Ferreyra –que contó con su participación, según fue demostrado por la justicia– fue visto por el periodista Pepe Eliaschev en un delicado restaurant tailandés del Bajo tomando dos botellas de champagne importado junto a su esposa Graciela Coria, empresaria, explotadora de trabajadores ferroviarios tercerizados, cómplice. Hoy transcurre sus días en una celda. Sin embargo, Pedraza no es una excepción. En el sindicalismo argentino, Pedraza es la norma.
¿Cómo pensar de otro modo si se detiene la mirada en, por ejemplo, el dirigente gremial preferido por la presidenta Cristina Fernández? Su nombre es Gerardo Martínez, líder de la UOCRA (construcción) que en el pasado se hacía llamar de otra manera. Durante la dictadura, para sus camaradas del Batallón 601 (un organismo que tenía, entre otras funciones, infiltrar de agentes al movimiento obrero y de realizar la inteligencia que le permitía a la dictadura “chupar” y desaparecer a sus activistas) se llamaba “Gabriel Antonio Mansilla”. Ese había sido su “nombre de guerra” en los años del genocidio, que produjo 105 desaparecidos en su gremio. Pero el tiempo pasó. Hoy es uno de los referentes de la CGT-Balcarce, aquella que le rinde pleitesía al oficialismo de un modo vergonzante. En 2012, la UOCRA le pagaba por sus servicios 56.500 pesos por mes. Es de esperar que haya incrementado su salario con las, a pesar de todo, deslucidas paritarias que firma año a año su gremio.
Pedraza es igual a Martínez y también a Andrés Rodríguez, el hombre fuerte de los trabajadores estatales que, sin embargo, tiene gustos exquisitos tales como el adiestramiento de caballos importados que cría en un haras de su propiedad. Cada ejemplar equino de su colección cuesta alrededor de 50 mil dólares. Rodríguez, kirchnerista, se hace llamar, debido a esta afición, “Centauro”. Pedraza es igual a Martínez, Rodríguez y también Pignanelli, de nombre Aldo, jefe del estratégico gremio de los operarios mecánicos, el Smata. Según una investigación del periodista Jorge Lanata, en 2012 Pignanelli cobraba 17 mil pesos por parte de su sindicato, y otros 43 mil por parte de Mercedes Benz, la empresa donde trabajó allá lejos y hace tiempo. Pignanelli, apodado “Piñata”, es también kirchnerista.
Pedraza es igual a los kirchneristas Martínez, Rodríguez, Pignanelli y tantos de la CGT Balcarce, pero también es igual a los opositores líderes de la CGT Azopardo. Hugo Moyano, el primero de ellos. Quien alguna vez fue camionero y que en su juventud en los setenta integró los grupos fascistizantes que sumieron a su natal Mar del Plata en el terror incluso antes de la llegada del golpe de Estado. Con el tiempo evolucionó hacia la vocación empresarial que comparte con tantos sindicalistas de esta nación. Rumbos que le permiten vivir en una mansión en Parque Leloir mientras su esposa es directiva en varias empresas que extraen beneficios, no podía ser de otra manera, de trabajadores camioneros. Y también Pedraza es igual al inefable gremialista gastronómico Luis Barrionuevo, aquel que aconsejó dejar de robar dos años en el lejano menemismo, pero que se ve que no cumplió.
De cualquier manera, sería erróneo plantear que el concepto de “burocracia sindical” sólo podría ser aplicable a estos denigrados sindicalistas empresariales. La casta parasitaria de gremialistas que intervienen en contra de los intereses de la clase trabajadora también cuenta entre sus filas a señores, quizás, más o menos honestos. ¿O cómo llamar a los dirigentes de la CTA oficialista, entregados de pies y manos a los designios del gobierno a tal punto de celebrar el 1º de mayo, día internacional de lucha de los trabajadores, junto a Carlos Tomada, representante del Estado, ministro de Trabajo, amigo de José Pedraza, regimentador de las paritarias obreras? ¿Cómo evitar el calificativo de “burócrata” a Hugo Yasky, el secretario general de la CTA que viajaba en el Tango 02 junto a la presidenta mientras los docentes del gremio al que alguna vez perteneció marchaban en contra del tope a las paritarias dispuesto por el gobierno? El alejamiento de los objetivos históricos de la clase laboriosa y la sujeción a los gobiernos y empresarios de turno es lo que caracteriza a los miembros de esta casta.
El humo del café se hace más visible en las tardes dominadas por el frío. Mientras tomaba el suyo, Carpena mencionaba la irrupción reciente de sectores combativos en el movimiento obrero, tema que será objeto de un libro que está escribiendo. En las bases se cuecen habas, podría esgrimirse. Y sustentar la afirmación en la experiencia de los metrodelegados, en las fábricas gráficas dirigidas por los clasistas, en las inéditas y movilizadas paritarias que vive el gremio de prensa, en el impresionante movimiento huelguístico petrolero que acaba de triunfar en el norte de Santa Cruz, en el simbolismo y la materialidad concreta del gran núcleo laboral de Coca Cola, cuya comisión interna acaba de ser ganada por una lista integrada por trabajadores trotskistas. El clasismo se presenta como alternativa a los parásitos. Es bueno recordarlo hoy, miércoles 22 de mayo, cuando ya comenzaron las elecciones sindicales en el estratégico gremio de los docentes bonaerenses, SUTEBA, y donde todos los pronósticos indican que la lista unitaria de la oposición clasista obtendrá grandes avances frente a la burocracia sindical de Roberto Baradel que como se sabe, es kirchnerista.