Neuquén: la debacle moral de los progres K

La jornada del miércoles 28 de agosto de 2013 será recordada como aquella en la que la progresía local bajó un escalón más en su imparable descenso moral hacia los subsuelos. En la ciudad de Neuquén la Legislatura debía votar la aprobación o no del decreto del gobernador Jorge Sapag que habilitaba el acuerdo entre YPF y la empresa estadounidense Chevron, anunciado e impulsado por la presidenta Cristina Fernández y su gobierno. Para resguardar la sesión parlamentaria de la movilización popular -planteada por la realización de un paro activo en la región-, el día anterior la ciudad amaneció vallada y dos barrios circundantes a la Legislatura fueron militarizados. El miércoles, día de la sesión, se realizó la movilización, que fue reprimida constantemente durante más de cinco horas. Hubo detenidos y contusos y hasta un manifestante herido por una bala disparada por un arma de fuego policial. Dentro del parlamento, kirchneristas y miembros del Movimiento Popular Neuquino (oficialista) aprobaron el acuerdo. En las tribunas parlamentarias se habían instalado unas barras favorables al acuerdo que llegaron a cantar: “¡Viva Chevon!” -textualmente-. Los diputados neuquinos no se pronunciaron sobre la represión. En el ámbito nacional, el kirchnerismo guardó silencio -y festejó en sus búnkeres de Puerto Madero-. La progresía, otra vez, calló.

El acuerdo allanado implica la asociación de la parcialmente nacionalizada YPF con la empresa estadounidense Chevron -hecho que implica una reprivatización de la compañía petrolera-. Chevron ha sido demandada por el gobierno ecuatoriano por el desastre ecológico que sus prácticas produjeron en la Amazonia, donde 500 mil hectáreas verdes fueron contaminadas. ”El desastre natural es cinco o seis veces superior al derrame del petróleo de British Petroleum en el Golfo de México, y 30 veces superior al derrame de Exxon Valdez en Alaska”, describió hace pocos días el presidente ecuatoriano Rafael Correa. La justicia ecuatoriana condenó a Chevron a pagar 19 mil millones de dólares como indemnización por sus crímenes ecológicos. La empresa se fugó y no se sometió a la justicia. Encontró refugio en la Argentina, donde su Corte Suprema no hizo lugar a un embargo sobre sus bienes como paso previo al acuerdo YPF-Chevron. Un dato notable para aquellos kirchneristas que se llenan la boca hablando de la “Patria Grande” y de la “unidad latinoamericana”.

La petrolera estadounidense llevará adelante la extracción no convencional de hidrocarburos en la zona conocida como Vaca Muerta. Éste es el nombre amable que tiene el método del fracking, prohibido en Francia, Bulgaria y varios estados de los Estados Unidos. La semana pasada se realizaron movilizaciones en Washington y Londres contra el fracking, una práctica altamente contaminante y destructiva. “El fracking es la búsqueda de hidrocarburos mediante la fractura de la roca madre, que se encuentra muy por debajo de la tierra, mediante la presión de agua y químicos. Este método permitiría encontrar los restos de hidrocarburos en la vieja roca que antes los proveía. Es como sacarle los últimos jugos a la tierra”. Así describe el método el abogado ambientalista Enrique Viale. La violencia de la presión del agua quebraría las resistencias de la roca subterránea, usando grandes cantidades de ese líquido vital. La destrucción ecológica es doble, ya que la actividad no sería contaminante del subsuelo neuquino, sino que agotaría los recursos acuíferos de la cuenca del río Limay.

No sólo eso.

El acuerdo entre YPF y Chevron contiene cláusulas secretas. La justicia ordenó a YPF que diera a conocer los términos del acuerdo, pero la empresa se negó a hacerlo aduciendo el carácter de “acuerdo entre privados” -negando la cualidad “estatal” de la compañía, tan cacareada por el gobierno- y que podría ocasionar perjuicios en su cotización en bolsa. Jorge Altamira, dirigente del Partido Obrero y candidato del Frente de Izquierda, aseguró que el secretismo se debía a la existencia de una cláusula según la cual YPF absorbería el pasivo ambiental de la asociación, es decir que, en caso de desastre ecológico, la parte argentina se haría cargo de las costas de una posible demanda. Los términos coloniales del acuerdo con la empresa estadounidense desmienten cualquier viso nacional del gobierno de la presidenta Cristina Fernández.

La sesión parlamentaria neuquina fue escandalosa. En las tribunas barras cantando “¡Viva Chevron”, en los curules el impedimento de debate ya que sólo se podría votar por sí o por no. Esto no impidió que un grupo de ocho legisladores se retiraran de la sesión, sobre un total de 35 entre los que se cuentan los del Frente para la Victoria, el MPN, el Frente Grande y Nuevo Encuentro, que dieron rienda libre al acuerdo colonialista. Antes de retirarse, el diputado Raúl Godoy, del Frente de Izquierda, y la diputada Beatriz Kreitman, de la Coalición Cívica, desplegaron una bandera estadounidense que dejaron expuesta a los demás legisladores para recordarles en nombre de los intereses de qué país estarían trabajando.

Antes, toda la jornada había sido marcada por la represión a la movilización enmarcada en el paro activo decretado por la CTA regional y que contó con el acatamiento de trabajadores estatales, docentes, ceramistas, de la Federación Universitaria del Comahue y de numerosos estudiantes secundarios, además de las comunidades mapuche que exigen que no se implemente el fracking en sus tierras ancestrales. Había más de cuatro mil manifestantes, que equivalen a una manifestación de 60 mil personas en la Capital Federal. La represión fue constante. Las comunicaciones telefónicas que este cronista pudo establecer con manifestantes tenían como fondo el ruido de las balas policiales. Hubo numerosos detenidos y heridos por balas de goma y por las consecuencias de los gases lacrimógenos que acosaron a la manifestación sin descanso. Testigos señalaron que en cierto momento los policías empezaron a disparar con sus pistolas 9 milímetros. Rodrigo Barreiro, de oficio docente, fue internado en un hospital de la capital neuquina por una herida de bala de plomo. A ese punto llegó la represión para lograr la aprobación de un acuerdo infame.

Hubo silencio. Silencio en las guaridas de Hugo Yasky, secretario general de CTERA -gremio que agrupa a los docentes de todo el país-, frente a la represión que sufrieron sus compañeros en la Patagonia. Silencio en los organismos de derechos humanos que adhieren al kirchnerismo, transformados en meros cotos de celebración en actos oficiales de las medidas gubernamentales -triste destino que la coptación gubernamental logró en personas, por ejemplo, como Estela de Carloto-. Silencio en los “pibes por la liberación”, que se movilizaron a favor de la ley de medios pero que no emitieron ni un solo comunicado repudiando las balas policiales. Silencio entre los progres. Silencio.

Trataba de entender el fenómeno del derrumbe de la progresía local conversando con mi amigo Martín Quintana. “Están aprisionados por la potencia redentora del ‘pero’”, me decía Martín, que vive en Corrientes, escribe, es docente y tuitea bajo el nick @fragmentario. “Esa partícula les permite olvidar lo que viene detrás de ella: ‘Reprimen en Neuquén por un acuerdo colonialista pero impulsaron el matrimonio igualitario’. O: ‘Se asocian con el fascista Gildo Insfrán en Formosa pero están en contra de la corporación Clarín’. El ‘pero’ es muy potente. Produce que la parte anterior a la partícula confrontativa sea olvidada y se sientan bien entonces con sus conciencias”. Quintana tiene razón. Sin embargo, no es sólo un asunto lingüístico. Es peor. El sino de los progres es su adhesión a un pragmatismo vergonzante en nombre de un proyecto “nacional y popular” ficticio, que no ha realizado transformaciones estructurales y que mantiene los privilegios de los que nunca los perdieron a los que suma a una nueva burguesía emergente que obtiene nuevos beneficios de la mano del poder gubernamental. Es su enlodamiento en una política que se postula como popular, pero que cuenta con muertos por balas policiales de gobiernos kirchneristas en esta década ganada para imponer sus planes. Es la transformación de los biempensantes en aplaudidores sin escrúpulos de la entrega incesante de estos años. Es el derrumbe moral sin escalas hacia el fondo de los fondos.

El acuerdo con Chevron -descripto por el viceministro de Economía Axel Kicillof como “un carnaval”- ha sido aprobado a través de la represión policial y de las balas de plomo. Los progres que lo festejaban están a un paso del desbarranco total y definitivo. Sin embargo, tienen una última oportunidad. La de abandonar la farsa del relato kirchnerista en función de los principios que alguna vez sostuvieron. Si no es así, serán condenados -bajo admonición de ser sometidos al peso implacable de la verguenza ajena- a no hablar de política frente a sus hijos ni frente a los hijos de sus hijos durante las próximas décadas, cuando el relato kirchnerista sea caracterizado como lo que es: una farsa que engañó a la progresía y le hizo aplaudir la entrega.

Impostura, manipulación y delirio del relato K

Los gobernantes argentinos convirtieron a la impostura en una de sus pasiones. El alfonsinismo quiso hacer creer que la sola posibilidad de la democracia bastaba para comer, educar y curar. El menemismo planteó que su programa entreguista era, en realidad, el modo concreto de la revolución productiva y el salariazo. Los funcionarios de Fernando de la Rua proclamaban que la honestidad -que ellos mismos no practicaban- era requisito suficiente para gobernar. Como se sabe, De la Rúa terminó yéndose en helicóptero luego de mandar a matar a más de treinta personas que se manifestaban en la Plaza de Mayo y en todo el país. Los impostores se encaramaron en los gobiernos desde el regreso de la democracia, hace tantos años ya. Sin embargo, la impostura llegó a sus  máximos niveles con los gobiernos kirchneristas. Una impostura que a veces roza el delirio. Las últimas jornadas permitieron que ese registro apareciera en la vida de los argentinos en dos oportunidades.

El Indec, aquella antigua institución de las estadísticas transformada en un deslucido centro de desinformaciones progubernamentales, decretó el fin de la desocupación en el Chaco. El gobernador Jorge Capitanich realizó una conferencia de prensa en la que celebró el anuncio: “Finalmente, en el segundo trimestre de este año, la desocupación bajó al 0,4 por ciento”. La manipulación estadística del organismo controlado por el católico fanático y antiguo miembro de Guardia de Hierro Guillermo Moreno toma a beneficiarios de planes sociales, incluso a aquellos que no realizan ninguna actividad laboral en retribución por esa paga, como trabajadores en actividad. La falsedad del “pleno empleo” en el Chaco es evidente para quien viva allí y para quien la visite. No está de más recordar que en mayo luego de la represión ordenada por el gobierno chaqueño murió Florentín Díaz, miembro de la comunidad aborigen Curushy. Díaz había participado de una protesta, justamente, de desocupados. Formosa y Misiones fueron beneficiadas por las calculadoras mágicas del Indec y registran los niveles más bajos de desempleo. Se debe destacar que Formosa, Chaco y Misiones son las provincias más pobres de la nación.

Una nación que, en palabras de la presidenta Cristina Fernández, tiene mejores índices que Canadá y Australia. Algo que, incluso tomando como datos válidas las cifras dadas por el Indec, son desmentidas por estudios internacionales promovidos por las Naciones Unidas. Según estos registros, el Índice de Desarrollo Humano le otorga a Australia el 2º lugar en el mundo, a Canadá el 11º y a la Argentina el 45º. El PIB nominal per cápita ordena a Australia en el 6º lugar, a Canadá en el 10º y a la Argentina en el 60º. En términos de esperanza de vida, Australia está 10º entre las naciones del mundo, Canadá 13º y la Argentina 60º. Respecto a la igualdad de ingreso, Australia se ubica en el 27º puesto, Canadá en el 39º y la Argentina en el 61º. Según el Índice Prescott-Allen -que mide el bienestar de las naciones no sólo con el método de la ONU que calcula el IDH o por el PIB, sino que también toma como factor el impulso ecológico de cada país-, Canadá se ubicaría en el 6º lugar, Australia en el 18º y la Argentina en el 54º. Los datos -recopilados por mi amigo Ignacion Jorajuria- son elocuentes. A pesar del énfasis discursivo de la presidenta Cristina Fernández, nada demuestra que la Argentina esté mejor que Canadá o Australia.

Cuando se presencia este tipo de intervenciones falsarias, surge la pregunta acerca de si los gobernantes que las enuncian son cínicos sin remedio o si realmente se creen su propio relato impostor. En un caso u otro, para describir el estado político y moral de quienes nos gobiernan corresponde usar la palabra que escribiera en una de sus columnas la gran periodista Susana Viau, fallecida hace unos meses. Viau había escrito: “demencial”.

“Gracias, Gildo”

Las formas de reaccionar ante las derrotas suelen mostrar ciertos aspectos del alma humana que, de otra manera, se mantendrían ocultos en lo recóndito. Es posible apreciarlo en los momentos más cotidianos de la existencia, desde el momento en que se pierde un partido de fúbol hasta cuando el equipo de preferencia de un hincha se va a “la B”. Cuando un niño sufre no haber ganado el juego que realizaba. Cuando una presidenta pierde una elección.

El domingo 11, luego de que se constatara que el Frente para la Victoria había perdido casi cinco millones de votos en las internas PASO desde la última elección, la presidenta Cristina Fernández brindó un deslucido discurso que se caracterizó por la confusión y la no admisión de la derrota. Se debe remarcar que tal resultado debía ser endilgado a la jefa del Poder Ejecutivo ya que ella misma se había puesto al frente de la campaña, en un intento de nacionalizar la elección. El miércoles por la tarde, ciertas cosas cambiaron. No todo cambio implica que se cambie para mejor.

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Spots de campaña: PASO a la izquierda

Con la salida al aire de los spots de campaña, ha empezado la campaña electoral recargada. Bueno, quizás se deba hacer una aclaración, ya que la configuración de nuestra sociedad plantea una singularidad respecto a otras sociedades: el cronista Jon Lee Anderson señaló alguna vez que la Argentina e Irán son las naciones en las que la política es el tópico más recurrente en la vida cotidiana (debe advertirse que Anderson es un viajero de cinco continentes). Por lo tanto, los periodos electorales -que en toda sociedad incrementan la discusión acerca de la política- en nuestro país deberían llevar ese debate a niveles siderales.

El instante en el que la televisión empieza a mostrar los spots electorales de todos los partidos da comienzo al período en el que los argentinos, cual hombres lobo, se convierten en animales políticos por naturaleza hasta el día de las elecciones.

Esta campaña, tal acontecimiento sucedió el lunes 22 de julio de 2013, desde temprano por la mañana. El año electoral, en el que se renovarán las cámaras legislativas, empezó cuando la voz de algún locutor dijo: “Espacio cedido por la Junta Electoral”. Luego, los programas, los proyectos, los partidos en producciones de 36 segundos.

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Un pueblito contra los poderes

Finalmente, después de un año y medio de corte de ruta, el pueblo de Famatina doblegó al gobierno kirchnerista de Luis Beder Herrera, que anoche firmó un decreto que deroga el convenio con la Osisko Mining Company, tal cual lo exigían los famatinenses.

El significado de este triunfo es inmenso. Siete mil habitantes de un pueblo perdido en la cordillera derrotaron a un gobernador que -desmintiendo el programa con el que había sido votado- decidió que se instale una empresa saqueadora en esa región. Un gobernador que acusó a sus habitantes de “hippies violentos”, que trasladó a un policía porque su esposa participaba de las asambleas  ambientalistas, que era repudiado masivamente cada vez que llegaba a la región y que impulsó causas judiciales contra cincuenta miembros de la asamblea popular de Famatina. Un gobernador que, mientras tanto, realizaba con el condenado ex presidente Carlos Menem para que juntos apoyaran a la presidenta Cristina Fernández y que, incluso, llegó a inaugurar un monumento en su honor. Ese gobernador que parece salido de una  caricatura medieval fue derrotado por la decisión inconmovible de un pueblo decidido a no morir por la megaminería.

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Interrogantes sobre la justicia

¿Existe la posibilidad de pensar en la Justicia como un poder autónomo, seguro, apartado de las decisiones políticas de un gobierno, independiente, al servicio de los ciudadanos? Es un planteo que atraviesa un núcleo de demandas, cuando los opositores al gobierno kirchnerista le reclaman que investigue las fortunas de los miembros de la Corte Suprema y la presidenta Cristina Fernández acusa a uno de los jueces del organismo por su longevidad. Unos y otros, opositores y representantes oficiales del poder del Estado, querrían una Justicia justa sólo para sí. Es un signo de los tiempos.

Es ridículo que los jueces denuncien persecusión política debido al ansia de conocer cómo llegaron a vivir, con sueldos públicos, en grandes mansiones, departamentos de edificios de Puerto Madero o palacios del Bajo Porteño. También es cierto que el Estado K ampara la riqueza de los jueces que deberían investigar la nueva riqueza de los funcionarios K, como una metáfora literaria, novelesca, pero plena de pura y enlodada realidad -paradójica-. Todo apunta a un acuerdo por fuera de estas posibilidades: esta era debe ser atravesada con gran cuidado, como si se caminara en puntas de pie, sin hacer ruidos. La era del postkirchnerismo.

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