Las propias culpas en la distorsión cambiaria y en el declinar exportador

Se suele creer que la historia reinicia todos los días, desde cero. Lo que aplica al ascendente debate sobre el tema devaluación.

Aclaremos equívocos previos. Es torpe enfocar la variable cambiaria de modo aislado. Sí, el cambio nominal es una variable, pero el real -clave y que incluye al anterior- lo calza con las demás variables de la macroeconomía; hay una matriz. A la par, hace tiempo que el Gobierno devalúa (en lo nominal) continuamente, a diversos ritmos. Claro, en el contexto, ello deriva en una dura sobrevaluación real.

En lo de la historia, se olvida -incluso, en medios de la industria, sector harto favorecido en su época- que venimos de un esquema afín a una matriz macro de dólar alto -con los demás complementos-, que marcó uno de los lustros más notables de nuestra historia económica. Más allá de un mero efecto rebote y del apego al llamado “viento de cola”, con un crecimiento sostenido cercano al 9 % anual, aun mayor para la industria (y sin un gran déficit de divisas sectorial), una suba masiva del empleo (en especial privado), el repunte de la inversión, y la solidez externa (superávits y gran acopio de reservas). Continuar leyendo

Terapia de shock e hipocresía

El próximo Gobierno enfrentará tres grandes opciones económicas: continuismo, gradualismo, shock. En términos de comodidad, las opciones se alinean en ese orden. En cuanto a la probidad estrictamente económica, el orden tiende a ser el inverso. Claro, el enfoque de shock, por su firmeza, prima facie es descartado políticamente.

No obstante, él sigue un principio de racionalidad. Si los desequilibrios macroeconómicos son en general radicales -precios relativos macro (y algunos meso), de tenor fiscal y monetario, con una inflación que se modera algo vía el peligroso método del ancla cambiaria de inflación, el cepo cambiario, and so on…-, las correcciones deben ser entitativas y de alcance global. Hay que cruzar un umbral.

Por supuesto, distíngase la terapia de shock como opción de política -orientada- de la que, en su caso, podría forzar el mercado. Algunos gradualistas del club de los homeópatas dicen que los actuales controles de cambio neutralizan una eventual corrección -por sí- del mercado. Grave error. Como hipótesis, podría darse mediante una apremiante extensión de la brecha cambiaria que obligara al final a liberar variables, y, lo peor, sin plan. Y hasta como fruto de las yerros de los planteos continuista-gradualista.

La opción política, con su convicción, busca orientar el proceso. La corrección de precios relativos macro (y también meso) plantea un realineamiento en la materia, reponiendo velozmente una competitividad cambiaria de tenor palpable y, en rigor, con respecto a aquel, hay sectores adelantados-retrasados en materia de valor dólar. Ajustar este espectro es el reto. Continuar leyendo

Desafíos en torno al gasto público y el retraso cambiario

Las pymes se ven especialmente expuestas a la ardua situación económica que arrastra el país. Una de las instituciones que las representa, la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), ha alertado sobre diversos aspectos: bemoles de rentabilidad, alza de costos, limitaciones para obtener insumos, retraso cambiario (pide alguna compensación al respecto). También se cita la presión impositiva, a la que su titular calificó de “insoportable”.

Vale entonces una referencia, advirtiendo sobre los duros compromisos que esperan al próximo gobierno. Alguno se liga con la presión recién aludida, pero según una óptica más amplia que la habitualmente considerada. Continuar leyendo

¿Se consolida una alternativa market-friendly?

El contundente triunfo del PRO en CABA, además de su incidencia local, fortalece la candidatura presidencial de Mauricio Macri. ¿Qué influencia general, en lo económico, puede desprenderse de esto? Pues, prima facie, la consolidación de un planteo económico que busca ser decididamente alternativo a la gestión en curso. Desde ya, siguiendo la vieja terminología genérica, se perfilaría una opción de cuño liberal, aunque Macri se ha preocupado de “reconocer” banderas peronistas y de mostrar una vocación más centrista.

Carlos Melconián, Federico Sturzenegger y Rogelio Frigerio son los colegas más visualizados en su entorno. Naturalmente, se formulan críticas sobre la política oficial corriente en el plano de la inflación, en cuanto a las acciones en materia monetaria y fiscal, al exceso de intervencionismo, entre otros tantos puntos. Pero, a la postre, nadie puede sustraerse al tema “estrella” que concentra gran parte de la atención: el cepo cambiario. Que roza varias otras cosas claves, empezando por el tipo de cambio.

Siguiendo algunas declaraciones sobre el particular, la noción general de la propuesta, en interpretación propia como es obvio, trataría de vender la impronta central (más allá de otras medidas ad hoc, como bajar retenciones) de la “confianza market friendly”. O sea: una postura de, en la jerga, reconciliación con los mercados, dispuesta a “hacer los deberes” de ordenamiento, y que, por lo tanto, suscitará un fuerte efecto confianza que tenderá a movilizar en un santiamén una avalancha de capitales externos. La que, en teoría, resolvería la escasez de dólares, permitiría hacer un ajuste “dulce”, energizaría a la economía enseguida, y posibilitaría levantar el cepo rápido. De allí el estereotipo de “levantarlo en 24 horas”.

No haremos aquí el análisis de un tal perfil de propuesta, que, en hipótesis, encajaría mucho arribo de capitales del exterior con un tipo de cambio real deprimido. Lo que sería interesante, para concluir esta nota, es intentar imaginarse cuál será la tónica definitiva de lo que constituiría la contracara en términos del espacio oficialista. En este orden, véase que hasta hace poco, el gobernador Scioli, en su rol de candidato o precandidato, se presentaba flanqueado por Bein y Blejer. Cabría preguntarse, en cuanto a posicionamientos básicos, qué diferencias existen entre estos colegas y los arriba mencionados. La otra pregunta, advirtiendo algunos gestos recientes, es si dicho flanqueo, hoy, sigue siendo plenamente válido y vigente.

Apuntes sobre la transición económica

Una cuestión que sin dudas ganará espacio con el tiempo es la manera de abordar la transición económica 2015-16.

Hoy por hoy, este escenario se plantea light por varios motivos: a) porque a esta altura –arrancando 2015- puede lucir prematuro intentar avanzar más, faltando referencias; b) porque la lucha electoral, aun a tiempo vista, exige un sensible cuidado –distinguir entre lo exotérico y lo esotérico- sobre lo que se puede decir, y cómo; c) porque prima un “lugar común” o imaginario –de una transición afable-, con anclaje interno y externo, que se asocia a la convicción de que el simple recambio de autoridades posibilitará automáticamente, por propio peso, encauzar de modo rápido, fácil y hasta indoloro, el severo plexo de desequilibrios que afronta la economía. Imaginario o convicción que se proyecta sobre los principales referentes, incluido el más conspicuo, actualmente, del sector oficialista.

Sin embargo, si se prescinde por un momento de todas estas semblanzas y restricciones, la percepción del desafío que, probablemente, implique la transición, debe tomarse con particular seriedad y profundidad. Justamente, si hay una nota que reafirma en especial esta condición, es el perfil que trasunta el fenómeno de sobrevaluación cambiaria real en curso. Lamentablemente, el parcial ensayo devaluatorio de hace un año, desprovisto de un encuadre orgánico, se frustró, deparando más molestias que beneficios.

Pero la contracara de ello es que el retraso cambiario real -a un nivel agudo- tiende a consolidarse, y hasta puede acentuarse. Es sabido que hablar aisladamente del tipo de cambio es una soberana necedad y que, en definitiva, tallan marcos macroeconómicos. Precisamente, se encuentra en marcha un esquema de política económica –que tratamos bastante, bautizándolo como “Plan Verano”-, que, en principio, tiene chances en los meses venideros de presentar, aun sin exagerar, una fachada más atractiva que la floja imagen que mostró el 2014.

El quid es que ese mayor retraso cambiario –sobre un nivel de por sí delicado-, tendería a operar como un exigido colateral de aquel esquema (tanto menos se lo respetara, tanto más peligraría la matriz de dicho esquema). Pero, entonces, cabría hablar de un desalineamiento cambiario, con un panorama que se extendería asimismo a los (desalineamientos) de orden fiscal y monetario. Pudiéndose avanzar desde este núcleo duro hacia otros diversos vectores con bemoles (vgr., expectativas de inflación, costo laboral en dólares, tarifas).

El hecho es que no es descartable a priori cierto éxito del Plan Verano en los próximos meses, con una marcha comparativamente favorable frente al 2014. Pero, a la par, el otro hecho es que el tal fenómeno no implicaría encauzar los referidos desalineamientos. A no dudar, la confluencia de estos dos hechos se las trae. Quizás, avanzando el año, esa confluencia pueda alentar tensiones. Llegado el caso, la perspectiva de la transición, por ende, podría ir instigando una faz más adusta, y colocando más a prueba aquel imaginario tan confiado que se citó arriba. Incluyendo a tantos que habrían hallado la panacea, enarbolando la apelación al neoendeudamiento externo y a “un toquecito aquí y allá”.