La política monetaria dura: parcos frutos y serios bemoles

El titular del Banco Central (BCRA) funge de banquero central conservador, a lo Kenneth Rogoff, al frenar presiones expansivas frente a una política monetaria dura. Que parten desde fuera y dentro del oficialismo (del que proviene).

Hace poco redujo casi nada la tasa de interés de las letras del Banco Central (lebac) cortas. Aún más: para avalarlo, aludió a la reciente suba de combustibles dictada por el ministro de Energía Juan José Aranguren.

Federico Sturzenegger antes aclaró que cabía un descenso de tasa ante una esperable caída a futuro del ritmo de inflación, pero sin precipitarse. Así, se diría que la moderación que se percibió en la inflación núcleo no bastaba para apurar el corte de tasas. Pueden surgir impactos, como aquella suba (hasta puede tallar algún aspecto de origen climático), que hagan más viscosa la atenuación de la inflación general. La que, desde ya, incluye inercialidad.

Se confirma que, por sí misma, la política monetaria, en lo inmediato, fue incapaz de frenar la alcista dinámica general de precios. Por bemoles de diseño, tiempos de operación, etcétera. Pero, al final, el BCRA debe seguir su conservadurismo e insistir con un nivel de tasas que perturba la actividad (transmitiéndose por la vía crediticia y por la de las decisiones y las perspectivas de consumo, inversión y portafolio). Continuar leyendo

¿Un régimen de metas de inflación sin metas de inflación?

Transitamos un régimen de metas de inflación (RMI) en gestación en el que se licuan las metas para el año (20%-25%) anunciadas tiempo atrás por Economía. Su desborde revolotea, y hasta las propias autoridades ya trasuntan su pronta revisión (aunque se blande el escape de la inflación federal).

No es un tema menor. Aunque no sorprenda: los pronósticos y las sospechas generales aludían a cifras mayores. Además, el desquicio macroeconómico colosal legado disparó una pesada carga de duros trade off o compromisos en materia de las fuertes correcciones exigidas por aquel.

Pero asúmase que al citar al RMI, más allá de la opinión que merezca en sí, posiciona un encuadre de base de lo macroeconómico, que busca priorizar reglas sobre intervenciones ad hoc (aun sin obviarlas), al revés de lo que pasaba previamente. El que una pieza importante del armado germinal ya quede en el camino no es trivial. Y alza el recaudo de seriedad a futuro.

Es probable que se paguen determinados furcios iniciales, coetáneos con el exitoso levantamiento del cepo cambiario. Incluido el serio error genérico de entrada de no presentar a la sociedad un cuadro descarnado del bodrio macroeconómico imperante y de los duros desafíos que derivaban de él. Luego, el desgaste de imagen que se quería evitar entonces quizás atisbe ahora. Continuar leyendo

Ancla y neoendeudamiento externo

La inflación preocupa. Se busca un ancla efectiva. Las metas de inflación de Alfonso Prat-Gay son sólo un esbozo, apremiado. Dada la problemática de la doble problemática, el abordaje conjunto de los bemoles del nivel de precios y del set de precios relativos, alguien diría: “Es lógico”. Máxime cuando, distinto de la convertibilidad, con una inflación visible baja, el esquema previo tenía una inflación elevada.

Pero, en rigor, la inflación preocupa. Lo notable es que el 5 de noviembre de 2015, el actual ministro auguraba el fin del cepo —y el ajuste del dólar oficial— de ganar Mauricio Macri en el ballotage, sin gran efecto adicional en la inflación (lo del dólar a 15 pesos implícito en los precios). Era la tesis de Andrés Neumeyer, la de la devaluación indolora. Una estrella de vuelo fugaz y olvidada; claro, porque los resultados no satisficieron.

Nosotros no olvidamos el tema. Porque todos, y en especial los think tanks afines al oficialismo, deberíamos meditar mucho al respecto. El núcleo de la tesis, usando el dual transables-no transables, aunque no universal, no era disparatado. ¿No habrán existido fallas instrumentales? Funcionando mejor en su orbe, vgr. precios de alimentos, las subas más directas en servicios podrían ser más digeribles.

Lo preferible era inventariar al inicio el bodrio económico recibido. Para alertar, y sobre todo, para fijar responsabilidades propias y ajenas. Hoy aún se asume poco la gravedad todavía subyacente de la situación; muchos planteos así lo reflejan. Continuar leyendo

Inquietud interna en el pensamiento económico oficial

¿Hay inquietud en las filas de referencia o pensamiento económico ligadas o afines al Gobierno? No hay pruebas concluyentes. Pero la declaración de Alfonso Prat-Gay del pasado viernes (“Si quisiéramos bajar la inflación en dos meses, la única receta es el ajuste”), no parece lanzada al Gobierno anterior y hasta contiene una pizca del discurso habitual de aquel. Suena, pues, como direccionada hacia el gran patio trasero interno.

Lo curioso es que, en contextos distintos, la inflación bajaba rápido con los shocks heterodoxos o con un proceso especial como el de la convertibilidad. Ahora, más bien, se trataría de algo así como una reducción de golpe a cero, o casi del crecimiento dinerario (experimentos examinados por Stanley Fischer, Olivier Jean Blanchard, Laurence Ball, entre otros). En general, se deduce que así la inflación caería, acompañada con un marcado declive de la actividad.

La verdad es que, dejando a un lado la suba de tarifas, el planteo de Andrés Neumeyer —recogido por Prat-Gay semanas antes del ballotage—, de que levantado el cepo, con un dólar a 15 pesos, la inflación final sería poco afectada en tanto los bienes no transables tenían implícito ese valor en sus precios (criterio atendible como orientación general), terminó rengueando bastante en los hechos, y se notaron las remarcaciones.

Quizás Neumeyer, cuando haga la retrospectiva, alegue que pesó al respecto la falta de una política monetaria (fiscal) bien estricta. Nosotros dijimos que, sin un gran margen operativo en ese frente, tanto más énfasis se debía otorgar a la política de ingresos (precios) activa. Continuar leyendo

La centralidad de la discusión de paritarias

Decimos que el resultado de las paritarias en ciernes es, relativo al nuevo esquema económico, una llave maestra para su consolidación o para exponerlo al derrape. Esto, en medio del desquicio macroeconómico heredado, con la letal restricción externa dominando. Medidas recientes mejoraron en parte una caja externa virtualmente vaciada, pero, aquella, en sustancia, persiste.

El salario real se reposicionó bastante en esta década larga. Con dos fases bien diferenciadas de avance: desde hace varios años, más bien, se trató —no sin vaivenes— de mantener niveles. Justamente, en el último lapso, la marcha general de la economía se degradó, surgió la restricción externa con un tipo de cambio apreciándose, con una inflación potenciada y un sector privado que tendió a dejar de crear trabajo.

Asumida la mejora del salario real, el problema es que el costo laboral medido en dólares se disparó —rebasó mucho, en proporción, esa mejora—, así afectó la competitividad de la economía. O sea: el dólar contenido en los salarios es demasiado alto y el propio de las condiciones generales de la economía, demasiado bajo (aunque mejoró algo recientemente).

La regla de oro sería remediar la distorsión del salario en dólares sin lastimar su poder adquisitivo interno. Cabe trabajar en ello, pero no es fácil. El Gobierno teorizó un planteo de ese tipo —corrección cambiaria e inflación final neutra—, pero en los hechos hubo traspaso y la inflación final (elevada desde antes) se vio reforzada. Por lo demás, hay ajustes en curso y pendientes. Continuar leyendo

Las propias culpas en la distorsión cambiaria y en el declinar exportador

Se suele creer que la historia reinicia todos los días, desde cero. Lo que aplica al ascendente debate sobre el tema devaluación.

Aclaremos equívocos previos. Es torpe enfocar la variable cambiaria de modo aislado. Sí, el cambio nominal es una variable, pero el real -clave y que incluye al anterior- lo calza con las demás variables de la macroeconomía; hay una matriz. A la par, hace tiempo que el Gobierno devalúa (en lo nominal) continuamente, a diversos ritmos. Claro, en el contexto, ello deriva en una dura sobrevaluación real.

En lo de la historia, se olvida -incluso, en medios de la industria, sector harto favorecido en su época- que venimos de un esquema afín a una matriz macro de dólar alto -con los demás complementos-, que marcó uno de los lustros más notables de nuestra historia económica. Más allá de un mero efecto rebote y del apego al llamado “viento de cola”, con un crecimiento sostenido cercano al 9 % anual, aun mayor para la industria (y sin un gran déficit de divisas sectorial), una suba masiva del empleo (en especial privado), el repunte de la inversión, y la solidez externa (superávits y gran acopio de reservas). Continuar leyendo

Terapia de shock e hipocresía

El próximo Gobierno enfrentará tres grandes opciones económicas: continuismo, gradualismo, shock. En términos de comodidad, las opciones se alinean en ese orden. En cuanto a la probidad estrictamente económica, el orden tiende a ser el inverso. Claro, el enfoque de shock, por su firmeza, prima facie es descartado políticamente.

No obstante, él sigue un principio de racionalidad. Si los desequilibrios macroeconómicos son en general radicales -precios relativos macro (y algunos meso), de tenor fiscal y monetario, con una inflación que se modera algo vía el peligroso método del ancla cambiaria de inflación, el cepo cambiario, and so on…-, las correcciones deben ser entitativas y de alcance global. Hay que cruzar un umbral.

Por supuesto, distíngase la terapia de shock como opción de política -orientada- de la que, en su caso, podría forzar el mercado. Algunos gradualistas del club de los homeópatas dicen que los actuales controles de cambio neutralizan una eventual corrección -por sí- del mercado. Grave error. Como hipótesis, podría darse mediante una apremiante extensión de la brecha cambiaria que obligara al final a liberar variables, y, lo peor, sin plan. Y hasta como fruto de las yerros de los planteos continuista-gradualista.

La opción política, con su convicción, busca orientar el proceso. La corrección de precios relativos macro (y también meso) plantea un realineamiento en la materia, reponiendo velozmente una competitividad cambiaria de tenor palpable y, en rigor, con respecto a aquel, hay sectores adelantados-retrasados en materia de valor dólar. Ajustar este espectro es el reto. Continuar leyendo

Nivel de precios y precios relativos, en perspectiva

Como se sabe, el llamado nivel de precios atañe al desempeño inflacionario, mientras el plexo de precios relativos hace a la asignación dinámica de los recursos productivos. Ambos factores interactúan íntimamente. En el caso argentino, a la tal instancia, la denominamos la “problemática de la doble problemática”.

Fácil de explicar. El país arrastra desde hace años una inflación efectiva elevada, con alguna oscilación; lo que es un problema. A la par, muestra un agudo desalineamiento de precios relativos, respecto del cual, el ligado al severo retraso cambiario real, no es el único, pero, sí, el más rudo; otro problema. Reiteradamente -un clásico de la economía argentina- se usa al cambio nominal como ancla crucial de inflación –cuestión del nivel de precios-, instigando a pleno retraso cambiario real, una tara clave en los precios relativos, y responsable principal de la instalación de la restricción externa. Es la problemática de la doble problemática.

El asunto jugó últimamente en el marco de un cuadro de estanflación estructural: mezcla de inflación con un estancamiento de base. En medio de una distorsión acusada de rentabilidades y de precios relativos, sumando expectativas y la puja de ingresos, la vivaz rotación de estos factores decantó en que, cada nueva vez, los golpes de demanda interna asumidos rindieran menos en materia de activación económica y más en términos de inflación.

Se solía argüir: bajemos el curso inflacionario, y, de paso, arreglamos el incordio cambiario real. Falso. Aun en una desinflación, atendiendo a los ritmos comparados de la inflación en baja y del ajuste cambiario en marcha, no habría que descartar una mayor sobrevaluación real.

¿Qué hacen hoy las autoridades? Pues, por un lado, buscan acotar el ritmo de la citada rotación. El canal clave al respecto: el uso desembozado del cambio nominal como ancla, consolidando el retraso real. Aportan otros medios, como el intento de un mayor encuadre del rubro salarial. Se aspira a que, en tales condiciones, ciertos influjos de la demanda interna, ahora, peguen más en la actividad y menos en la inflación. ¿Y la asfixia de dólares?. Pues, tratan de aliviarla descubriendo las delicias del neofinanciamiento externo.

Aun dados los límites sustantivos de un tal enfoque, se lo entiende hasta cierto punto en tanto capítulo del esquema que bautizamos “Plan Verano”, un plan “de tránsito”, con un horizonte ceñido al 2015. Lo notable es que, de cara al 2016 en adelante, muchas voces enarbolan un planteo similar, posiblemente, buscando un estilo más pulcro.

Así, bastaría con intentar ajustar apenas al cambio real de base, sumando algo de devaluación fiscal, colocando entonces el acento en un supuesto aluvión de dólares asociado a la cuenta capital, alentado por una confianza redimida. De paso, bajo maquillaje, el cambio nominal persistiría como ancla, y el dólar (real) seguiría esencialmente barato.

¿Así se resolvería en serio la problemática de la doble problemática?. Es verdad que las alternativas –vgr., un shock de precios relativos que, a posteriori, derivara en un plan antiinflacionario-, también se las traen. Pero, convéngase que la opción recién comentada, no se libra de serias dudas.

Restricción externa y oferta reprimida más que falta de demanda

En virtud de la errada matriz macroeconómica aplicada a partir de 2010 –contrastante con la de 2003(02)/07-, y dado el agudo retraso cambiario real que fomentó (más otros factores conexos), se reinstaló en el país la mórbida restricción externa o escasez de dólares, llevando al daño colateral del racionamiento interno de dólares, o “cepo cambiario”. En sustancia, el cepo, por su dinámica de gestión, alienta duras inhibiciones de oferta productiva, lo que, por lógica, ciñe la expansión de aquélla. La resultante de todo esto, es un estancamiento de base que se enraíza, con un mercado laboral expuesto, en el cual, prácticamente, sólo el Estado viene creando empleo; pero, claro, tendiendo a debilitar la productividad promedio.  Continuar leyendo

El ajuste ya está sucediendo

En un plano que cabría llamar “preelectoral largo”, por lo que falta para los comicios de 2015, se instaló algo así como el debate acerca del “ajuste”; sobre quienes, supuestamente, son o no adeptos al mismo. La clave política del asunto se capta. Pero ¿qué ocurre en lo estrictamente económico?

De hecho, nuestra economía atraviesa actualmente una clara etapa de ajuste. Es verdad que se suele aludir a los “planes de ajuste”, en tanto enfoques integrales que incluyen diversas medidas de contención de gastos y/o amplias correcciones de precios relativos.

Ahora, no juega esa integralidad. Sin embargo, es innegable la situación de evidente estancamiento en actividad y ventas, la alta inflación, los daños en el mercado laboral, las remuneraciones reales apremiadas, las reservas bajo tensión y la visible caída de las exportaciones, entre otros factores. En sustancia, opera una instancia de arrastre, de fuente endógena en lo esencial, asociada al esquema macro aplicado en 2010, que alentó el retraso del tipo de cambio y la falta de dólares, y dio cauce al disfuncional cepo cambiario.

La economía, pues, registra una conducta muy negativa, ligada a un agudo desalineamiento de sus variables básicas, incluidas distorsiones de precios relativos y de tenor fiscal-monetario. No aplicamos en sí un plan de ajuste amplio, pero, el citado desalineamiento impone un serio ajuste de facto, con muchas dudas de que el cuadro pueda revertirse. Luego, ¡el ajuste ya está en casa! Por ende, ¿a qué viene el debate sobre el ajuste? Es como discutir sobre el sexo de los ángeles.

Una hipótesis de color rosa, es que las autoridades –luego del actual plan de emergencia para amparar las reservas en estos meses inmediatos- consigan en 2015 armar un flujo neto de divisas positivo, incluidos recursos frescos más allá de los compromisos existentes. En todo esto, el quid pasaría por la incidencia que cabría al arreglo con los holdouts. En el summum de la hipótesis, la economía repuntaría un poco, bancándose cualquier atraso cambiario sin expectativas de devaluación, y gambeteando exigencias en lo fiscal, lo monetario y en lo relativo a la inflación.

Late la idea del continuum feliz. Ahora, se aprovecharía un pedazo del “valor actual” de la edénica Argentina de mañana, post 2015, con su plétora de recursos naturales a mano -sin olvido de la infraestructura-, a activar mediante el ingente aflujo de capitales del exterior en un nuevo clima. Sin duda, este libreto ve al atraso cambiario como algo trivial. No obstante, ¿seguiría la “piedra libre” en materia fiscal, monetaria e inflacionaria? Mmm…

Desde ya, si se cree que el duro retraso cambiario haría estragos en sectores productivos claves y en el empleo, exigiendo rectificación, entonces, previo a decantar en las ventajas (de crecimiento y de empleo) de un esquema de dólar competitivo, se requiere un set de correcciones que alguien podría tildar de ajuste.

A nivel preelectoral, el debate por el ajuste tiene su retórica, mientras lo estrictamente económico marca su lógica. De facto, ya cursamos un ajuste, con una economía muy desalineada. Por esto, aun jugándose a futuro por el crecimiento –habría que ver el cómo-, luce arduo obviar una primera fase de correcciones, no muy alegres, seguramente tachada de ajuste.