Por: Eleonora Bruzual
Soy periodista. Desde hace décadas me he dedicado a la fuente política y durante el mismo lapso he seguido las perversiones de una izquierda mal llamada progresista que consuetudinariamente se ha aliado a lo peor de la humanidad. Que ha revestido de idealismos las más nefastas tiranías y ha convertido en paladines a sociópatas y transgresores.
De esa izquierda salió o fue captado por ella, un hombre sin escrúpulos, obsesionado con el poder y capaz de hacer cualquier cosa porque en su mente no hubo jamás freno moral. Ese hombre se llamó Hugo Chávez.
Se puede con absoluta precisión decir que la historia y el hacer venezolano se dividen en el antes y el después de este militar golpista. Este clásico caudillo de montonera latinoamericana que luego de intentar derrocar el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez el 4 de febrero de 1992, por esas incongruencias y amoralidades fue rodeado por seudo-demócratas que le alfombraron de dinero, medios de comunicación y ambiciones el camino a la presidencia de Venezuela por vías que ofrecía la democracia que después se encargó de destruir.
Hugo Chávez tuvo muchas ayudas para lograr sus apetencias. También el destino le puso al frente a dos siniestros personajes que terminaron de envenenar su ya infractora mente; esos fueron Fidel Castro, el tirano cubano y Norberto Ceresole, un sociólogo argentino cuyo mezclote ideológico lo construyó con febril militarismo y aterrador antisemitismo.
De Castro y Ceresole recibió Chávez muchas “amistades peligrosas” entre ellas los santones iraníes, los terroristas islámicos y los persistentes antisemitas, huevos de serpiente siempre allí, siempre asechando, siempre atizando un odio criminal e irracional que no se sacia de sumar víctimas. Y así Hugo Chávez enfiló su furia y sus odios contagiados hacia la pequeña, laboriosa y educada Comunidad Judía Venezolana.
La presencia judía en Venezuela se reseña ya en el siglo XVII, pero si deseamos ser aún más precisos debemos imaginar que con los conquistadores, entre 1498 y 1510 llegaron a nuestra tierra algunos judíos sefarditas que buscaban en el Nuevo Mundo vida en libertad. El cementerio judío más antiguo de América está en Coro, ciudad del noroeste venezolano. Los judíos lucharon al lado de Simón Bolívar por la Independencia.
Esa presencia judía se incrementó en el siglo XX con el arribo de cientos de ellos. Sólo el año 1939 Venezuela ofreció asilo a 251 judíos errantes de los llamados “Barcos de la Esperanza“. Ellos llegaron en los buques Caribia y el Königstein y de ellos descienden muchos de los actuales miembros de la Comunidad judía de Venezuela.
El número de judíos en Venezuela no es fácil de precisar ya que existen distintas opiniones. Se habla que para 1998, año en el que llegó a la presidencia Hugo Chávez, existían 20.000, sin embargo otros aseguran que sumaban 18.000 y según el profesor Sergio Della Pérgola, investigador de la Universidad Hebrea de Jerusalem y especialista en demografía, más de 14.000 judíos – sefarditas y asquenazíes- vivían aquí en la época democrática, no obstante, la propia Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela (CAIV), ha informado que el número de judíos se redujo a la mitad en los primeros 10 años de mandato de Chávez, y otros voceros, periodistas y hasta investigadores sociales aseguran que la merma llega a 60 o 70%, cifra realmente reveladora de un clima hostil y una siembra de miedos que trajo la mal llamada “Revolución bonita”.
Pero no sólo se han ido los judíos. Venezuela, país donde llegaron en distintos tiempos cientos de miles de inmigrantes buscando un lugar donde hacer realidad sus sueños es ahora país de desterrados, de emigrados que huyen del odio como estrategia política y de la violencia sanguinaria como cosecha del discurso virulento tanto de Chávez como ahora de sus herederos. Venezuela es uno de los países más inseguros y Caracas -su capital- es la segunda ciudad más violenta del mudo. Por eso de aquí emigran de todos los credos y de todos los orígenes, aunque es necesario sí, resaltar que con tenacidad el llamado chavismo se ha dedicado a atacar y acosar a los judíos, tanto con acciones violentas contra sedes sociales, centros educativos y sinagogas, como contra empresarios y académicos hebreos.
Esa tenacidad en sembrar pánico a través del odio es muy del antisemitismo que tiene una probada metodología. Puedo identificar un número no mayor de 10 comunicadores de medios oficialistas, dedicados en exclusiva, por radios, televisoras y medios escritos y digitales a denigrar del pueblo judío, a negar el holocausto y a culparlos –vieja costumbre- de males diversos… La arenga perenne ha dado frutos. De aquella Venezuela amable y de brazos abiertos queda muy poco. El hampa, uno de los apoyos armado de la revolución, se encarga de aterrar y asesinar. La impunidad da derecho de pernada, patente de corso en un país donde el 90% de los asesinatos, secuestros y robos quedan sin culpables. El Gobierno se ocupa de expropiar y acosar, y por supuesto, siendo los judíos oscuro objeto del perverso deseo, pasaron a ser blanco de sus ataques.
A muchos nos quedó grabada aquella imagen casi enloquecida de Chávez maldiciendo al Estado de Israel, también la de Nicolás Maduro, actual presidente, expulsando a toda la delegación diplomática israelí desde una mezquita y adornados él y sus conmilitones presentes, con la kufiyya, inconfundible pañoleta palestina. Como olvidar al difunto caudillo antisemita caminando por una céntrica calle de Caracas y voltearse y ordenar sin más razón que su capricho, la expropiación de un edificio llamado “La Francia”, donde decenas de pequeños talleres de joyería, muchos de judíos, fueron cerrados y sus dueños echados a la calle.
Como obviar el acoso a tantos empresarios cristianos y judíos. Olvidar no puedo el chantaje y presión a Salomón Cohen, ingeniero, académico y constructor de obras urbanas de tanta trascendencia que cambiaron para bien hasta la cultura recreativa de las ciudades donde levantó sus famosos Mall llamados Sambil, recintos donde se combinó con armonía el comercio y las manifestaciones culturales y festivas que garantizan además a sus usuarios seguridad en esas tan necesarias horas de asueto en un país donde la muerte se mueve a sus anchas. Uno de ellos, el Sambil de la Candelaria -zona popular de Caracas- le fue expropiado con el cuento de que sería usado para real beneficio de la comunidad. Hoy está destruido, saqueado, abandonado y es la imagen de la devastadora sinrazón.
Nuestros hermanos judíos de Venezuela han emigrado por miles, muchos están en Miami, otros en España, bastantes en Panamá, Perú, Costa Rica, Chile o México. Algunos han hecho Aliáh. Todos añoran esta tierra donde lograron sentar en una mesa de Shabat a cuatro generaciones y soñar y realizar. Saben que el odio no cesa y que el pasado 27 de enero, los diputados de la Asamblea Nacional –Poder Legislativo- aprobaron por unanimidad un acuerdo en memoria de las víctimas del Holocausto y una vez aprobado, la bancada chavista se dedicó a calumniar y satanizar a Israel con el argumento de que ese Estado que ellos califican de genocida, nada tiene que ver con el Pueblo Judío. Los que me leen entenderán por qué se han ido y por qué todos guardan dolorosas memorias de un antisemitismo que hoy viste de rojo…