En los próximos días, el Congreso mexicano comenzará un debate sobre la reforma energética que propone el presidente Peña Nieto, hombre del PRI, partido que en 1938 impulsó la creación de la empresa Pemex y la nacionalización de los hidrocarburos. Esta compañía enfrenta varios desafíos importantes, como pérdidas en los últimos nueve meses de 7 mil millones y niveles de producción de 2,5 millones de barriles diarios, el nivel más bajo en dos décadas. Desde agosto, el Ejecutivo impulsa una legislación que le dé más espacio a la inversión privada e internacional. Para concretarlo, deberá conseguir una mayoría calificada de tres cuartas partes.
Asimismo, el gobierno impulsa reforzar la seguridad de Pemex frente a los ataques de las mafias del narcotráfico. Se invertirá en sistemas de seguridad electrónicos de cámaras, sensores, drones, lanchas, etcétera. Esto se hará también y de manera coordinada con la Comisión Federal de Electricidad, principal proveedora de energía eléctrica del país. El plan de seguridad de Pemex se extenderá en una primera etapa hasta el 2017 e invertirá 2900 millones de pesos mexicanos. Se buscará también reducir el número de robo de combustible y secuestro de personal. En la visión del gobierno, sin una mejora de la seguridad física de estas instalaciones y del personal, no habrá inversión sustentable en el mediano y largo plazo.
El Banco Mundial llega a la conclusión, en un reciente informe, de que el país sigue siendo dependiente de sus exportaciones petroleras, pese a las recientes reformas fiscales que los últimos dos gobiernos han concretado. Con ellos, pensaban aumentar los ingresos en 1,5 puntos del PBI pero el resultado final ha sido de un punto o menos. Un tercio de los ingresos del Estado vienen aún del sector petrolero. México es (después de Canadá) el principal proveedor del 54 % del petróleo que EEUU necesita importar. El 46 restante los produce internamente y de manera creciente por el aumento de producción. De hecho, EEUU pasó de comprar 1,5 millones a Venezuela, hace un lustro atrás, a hacerlo por un volumen de 0,9 millones de barriles diarios y con tendencia a una leve pero persistente baja. Venezuela, luego de Arabia Saudita, es el cuarto proveedor de la superpotencia americana que, de la mano de la revolución del shale petróleo que se da en su territorio, ha incrementado su stock diario de extracción del oro negro de 5 millones de barriles hace un lustro a 7,5 millones en la actualidad y en pleno ascenso.
El espejo en que se miran muchos reformistas en México es en la empresa mixta, público-privada, Petrobras de Brasil y el dinamismo que ha alcanzado en la última década. Para tener una idea de la magnitud lograda por esta compañía, cabría recordar que su valor en el mercado es equivalente casi a la mitad de todo el PBI argentino. Peña Nieto aclaró ya en agosto, cuando lanzó la propuesta de reforma, que ésta no representa una privatización ni mucho menos. Directivos de Pemex argumentan que si bien el costo de la mano de obra en el sector petrolero de los EEUU es 400 % más cara que en México, el costo de la producción es casi equiparable entre los dos países debido a la baja inversión. Por ello, argumentan que se deberá mejorar la transparencia y el management. De tener resultado en los cambios propuestos, el nivel de inversión de Pemex podría pasar de 25 mil millones de dólares a 50 mil millones o aún más.
En la visión de las estadísticas del gobierno americano, México en el 2012 alcanzó las 2,6 millones de barriles y se posiciona en el puesto 11 como productor mundial. En contraste, se ve un proceso de estancamiento y hasta caída de la producción en el promedio de la última década, representando los recursos petroleros un total del 16 % de todos los ingresos del Estado. No obstante, si incluyésemos todos los sectores ligados a la producción e impuestos en la energía, la cifra alcanza al 34%. Por ello, la caída en los barriles de petróleo producidos impacta y fuerte. Más aún con una economía de EEUU recuperándose de la crisis del 2008. México, a su vez, consume casi el 60 % de su producción de petróleo y se espera que ello siga un camino ascendente, al mismo tiempo que es un neto importador de gas natural que llega vía barcos o gasoductos desde EEUU así como de naftas y derivados del crudo.
Aun la misma Colombia se asoma como un creciente productor superando ya el millón de barriles diarios con aumentos del 13 % con respecto al 2012. El gobierno colombiano espera superar los 1,25 millones de barriles en el 2018. Ni que decir de Brasil con el boom de sus cuencas offshore y su mutación de importador neto de carburantes más de una década atrás, a un futuro importante exportador en el mediano plazo. En tanto que Pdvsa de Venezuela enfrenta serios problemas. La OPEP informó, en septiembre de este año, que la producción venezolana se mantiene estancada en poco más de 2,7 millones de barriles diarios. El año pasado, se había llegado a 2,8 millones. Otras fuentes hablan de 2,3 millones. Existiendo un conjunto de importantes inversiones anunciadas inconclusas, pese a lo cual aún esta en la posición número 12 en el listado de productores mundiales de petróleo.
Estos cambios, ascensos y descensos en el mundo petrolero serán claves para la Argentina en el corto y mediano plazo, dado el creciente déficit energético y su consiguiente impacto sobre el nivel de reservas de dólares del Banco Central. Asimismo, los casos de Petrobras y potencialmente, el de Pemex, se podrían constituir en ejemplos y eventuales socios estratégicos del sector energético argentino.