Kicillof: supervivencia vs. ideología

Federico Ferrelli Mazza

En nuestro libro Economía Política Contrarreloj (Milei, Giacomini y Ferrelli Mazza, Ediciones Barbarroja), escrito en diciembre del año pasado, desarrollamos y adaptamos para la actualidad económica argentina un modelo de crisis de balanza de pagos diseñado por Krugman y Flood & Garber durante la década del 80. La idea es sencilla: en una economía con tipo de cambio fijo (o cuasi fijo) la emisión monetaria para financiar al fisco se traduce en una pérdida sistemática de reservas que, al alcanzar un determinado nivel, sufren una corrida especulativa que obliga a la autoridad monetaria a devaluar el tipo de cambio.

Así, teniendo en cuenta la demanda de dinero doméstico, el stock de reservas disponible y la explosiva dinámica fiscal, el modelo arrojaba ya en diciembre que el ataque especulativo estaba por tomar curso, lo cual quedó en evidencia en enero. Según datos oficiales, el BCRA cedió durante ese mes USD 2.851 millones, sin embargo si se descuentan los ingresos extraordinarios de YPF y Chevron (USD 2.000 Mn) como así también la colocación de títulos al complejo exportador (USD 2.000 Mn) y las importaciones “pisadas” por la autoridad monetaria (alrededor de USD 1.000 Mn), la pérdida relevante de reservas totaliza casi USD 8.000 Mn. Este número deja de manifiesto la magnitud del “ataque especulativo” el cual representa más del 40% de las reservas propias con que contaba el BCRA al cerrar el mes.

Sin embargo, “la corrida cambiaria” no es más que un efecto colateral del problema fiscal. Recuérdese que en 2009 tanto el resultado primario nacional como la emisión vía sector público fueron nulas, mientras que para 2013 el primero fue negativo en 2,5 puntos del producto y la “emisión fiscal” totalizó 3,5 puntos del PIB. Así, lo que emerge en el mercado cambiario no es más que una severa señal de agotamiento del escenario de dominancia fiscal. Ante el impacto de esta realidad, las autoridades económicas han delineado un cuasi plan de estabilización que, a juzgar por la información disponible, está destinado a mostrar sus inconsistencias en el corto plazo.

En términos de política monetaria, Fábrega comenzó a hacer la de manual. Devaluó 23% el tipo de cambio para cerrar (parcialmente) la brecha y dio inicio a un sendero ascendente de la tasa de interés para absorber pesos y evitar que se pasen a blue y a precios. Asimismo, la suba del costo del crédito cambió la lógica financiera de los exportadores que encontraban óptimo no liquidar granos y cumplir sus obligaciones de corto plazo con deuda en pesos. Este hecho, sumado a la obligación de recortar la dolarización patrimonial de los bancos, ayudó a controlar el tipo de cambio en el orden de los $8. En términos generales, Fábrega está haciendo su trabajo, esto es, está implementando una alquimia monetaria que permite comprar tiempo (entre 120 y 180 días) para comenzar a resolver el problema de fondo: el gasto público.

Aquí es donde la cuestión se empantana. De acuerdo con las estimaciones que constan en nuestro libro, la corrección fiscal exigida para que la economía vuelva a un punto de equilibrio alcanza los 7,3 puntos del PIB. Esta cifra surge de computar el resultado fiscal estructural para 2014 (4,8 puntos del producto) y compararlo con el resultado observado en 2013 (déficit de 2,5 puntos del PIB). Tamaña corrección no sólo es difícil en sí misma sino que se ve agravada por la marcada predilección irrestricta del ministro de Economía hacia el gasto.

Esta contradicción dentro del equipo económico queda al descubierto al observar la magnitud en que la dinámica fiscal ha restringido el funcionamiento de la política monetaria durante los meses de diciembre y enero. Por ejemplo durante diciembre de 2012 la base monetaria se expandió en $ 38.692 Mn, de los cuales el fisco traccionó $ 14.524 Mn. Ahora bien, durante diciembre de 2013 la expansión monetaria llegó a $ 40.361 Mn, mientras que las necesidades fiscales se ubicaron en $ 21.779 Mn. Esto es, comparando con diciembre 2012 la monetización vía sector público aumentó un 50%.

Si bien los números de diciembre son alarmantes, el dato más preocupante surge de la dinámica monetaria de enero. Mientras que en enero de 2013 el sector público sólo exigió $ 129 Mn, durante el mes pasado, el BCRA debió auxiliar al Tesoro en $ 8.515 Mn, esto es, dicho concepto creció 6.516% comparado con enero de 2013. Huelga decir que esta dinámica fiscal juega un papel explosivo en la estrategia de Fábrega.

Consecuentemente, los números monetarios amenazan con opacar los festejos por “haber controlado el dólar”. El tiempo comprado por Fábrega no es mucho, de hecho en el corto plazo tendrá que afrontar las consecuencias monetarias de (i) repagar los títulos colocados al 30% y (ii) cubrir los contratos futuros en dólares celebrados el año pasado. En este preciadísimo tiempo, el ministro de Economía debiera dirigir ingentes esfuerzos para poner en caja las cuentas públicas.

En resumen, casi nadie desconoce que el desequilibrio actual (y casi todos los pasados) tiene como origen la voracidad fiscal. El casi no sería preocupante si no fuera porque lo constituye las autoridades del Ministerio de Economía. En este sentido, mientras la dinámica fiscal siga siendo híper expansiva, la política monetaria estará destinada a fracasar. Así, el ministro de Economía Axel Kicillof se encuentra frente a la pulseada de su vida entre su ideología y su instinto de supervivencia.