Por: Gabriel Salvia
El 11 de diciembre pasado, con motivo de la entrega del premio internacional Emilio Mignone a una organización indonesia, la Cancillería de la República Argentina expresó que dicho galardón forma parte de “una política de Estado que constituye uno de los ejes centrales de la política exterior que ha situado a nuestro país como protagonista global en el tema derechos humanos”.
En los hechos, y a pesar de las pomposas afirmaciones del gobierno argentino sobre su declamada política exterior de compromiso con los DDHH, el kirchnerismo es muy amistoso con las dictaduras e insensible frente a los activistas democráticos que las padecen. Sobran ejemplos: China, Cuba, Angola, Qatar, los cuatro países de la Primavera Árabe que visitó Cristina Kirchner en 2008 –incluyendo vergonzosos elogios a Muammar Kadaffi, cuyas fotos fueron publicadas en el sitio oficial de la Casa Rosada-.
Ahora, el desgrasado “eje” de la política exterior K llegará a Emiratos Árabes Unidos y Vietnam, dos países gobernados por regímenes antidemocráticos a los cuales CFK no les aplica la política de aislamiento y condena que adoptó con la pobre Honduras a raíz del desprolijo desplazamiento de Manuel Zelaya o la exclusión que promovió del Paraguay en el Mercosur en respuesta al juicio político que puso fin al gobierno de Fernando Lugo.
Así es el doble standard de la política exterior K en materia de derechos humanos, que sin ruborizarse sale nuevamente de “gira exclusiva de negocios” dejando de lado cualquier tipo de reclamo a sus anfitriones dictadores aunque –al mejor estilo goebbeliano- machaca con su falso “liderazgo global” en defensa de las libertades fundamentales.
Por caso, en Emiratos Árabes Unidos no existen los partidos políticos, las autoridades reprimieron las manifestaciones pacíficas desde la Primavera Árabe, se persigue y encarcela a quienes utilizan la tecnología de información para criticar a funcionarios de alto rango o promover reformas políticas y organizar manifestaciones sin permiso.
El otro destino del viaje de negocios K es Vietnam, gobernado por un régimen de partido único –el Comunista- al igual que en Cuba. Para envidia del kirchnerismo, de acuerdo con el último informe de Freedom House, en Vietnam “una ley de 1999 requiere que los periodistas paguen por daños a grupos o individuos que se vean perjudicados por artículos periodísticos, aun si esas informaciones son precisas. Un decreto de 2006 impone multas a los periodistas por negar logros revolucionarios, difundir información nociva, o exhibir una ideología reaccionaria”.
Por su parte, Amnistía Internacional –la misma organización que condenaba a la dictadura militar argentina mientras Néstor y Cristina hacían “negocios” en la Patagonia- en el reporte anual del 2012 sobre Vietnam denuncia que continuó la fuerte represión sobre los disidentes, con severas restricciones a la libertad de expresión, asociación y reunión pacífica, y que docenas de prisioneros políticos siguen en prisión. En Vietnam las estadísticas sobre la pena de muerte siguen estando clasificadas como secretas y según informes de prensa 23 personas fueron sentenciadas a pena de muerte y cinco fueron ejecutadas en 2011, aunque se cree que el número fue mayor.
Otra razón para que el kirchnerismo se sienta como en casa durante su visita a Vietnam surge del informe de Human Rights Watch, cuando señala que el país ha visto intensificar varias tendencias, como el nepotismo y la corrupción en las empresas estatales junto a la utilización de sus cargos para enriquecerse por parte de funcionarios del Partido Comunista.
Estos destinos del tour de negocios, más la eventual escala en la isla privada de libertad de los longevos hermanos Castro, junto a la utilización de un costoso jet privado alquilado con recursos públicos para esta gira, representan motivos más que suficientes para merecer el repudio de cualquier honesto defensor de los derechos humanos.