¿Qué ha pasado en los últimos diez años con la educación?

Gabriel Sánchez Zinny

En los últimos diez años la calidad de la educación en Argentina no ha mejorado. La deserción escolar es cercana al 50% (según datos difundidos por Educar 2050); la posición del país en los indicadores internacionales es regular -como en el caso de PISA donde se ubicó en el 58º puesto entre 65 participantes-: sin bajar, pero tampoco sin subir.

Es llamativo el dato de que en los últimos años se ha incrementado especialmente el ingreso a la escuela privada y no a la pública. A pesar del ejemplo de varios gobernadores enfocados en la educación, como por ejemplo Buenos Aires, Chubut, Córdoba, San Juan, las familias han volcado su  interés en la educación privada más que en la pública. Y no necesariamente por cuestiones relacionadas a la calidad educativa, sino más bien, como muestran algunos estudios (como el realizado en 2012 por el ex ministro de Educación Mariano Narodowski y Mauro Moschetti, de la Universidad Torcuato Di Tella, en base a datos oficiales), por factores que tienen que ver con la seguridad, el orden, la presencia de los maestros y la continuidad en las clases.

Como dato positivo, podríamos decir  que la inversión en educación, como porcentaje del producto bruto, ha estado aumentando del 4% en el 2004 al 6,2% en 2012. Pero una mayor inversión no implica necesariamente una mejor calidad educativa y ésta es, tal vez, la mayor falencia de los últimos años.

Destinar recursos es clave. La educación es el factor de igualación de oportunidades más importante de un país. Sin una escuela pública sólida, que garantice calidad y sea atractiva para todas las familias, se hace mucho más difícil fomentar la disminución de la inequidad en Argentina.

Desde que Alberto Sileoni se hizo cargo del Ministerio de Educación nacional, se han buscado nuevas alternativas para enfrentar estos desafíos. En muchos países de alta calidad educativa, los estados y municipalidades son quienes lideran la innovación: comienzan con la implementación de programas novedosos en grupos de escuelas más acotados, para luego ganar escala con la adopción por parte de los gobiernos nacionales.

Pareciera que lo mismo ha sucedido en Argentina. La gestión actual ha tenido la capacidad y la apertura suficiente para hacer propias distintas experiencias locales en el país y también del exterior, y movilizar políticas para implementarlas a nivel nacional. Por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires, el ministro Esteban Bullrich volvió a enfocar el debate en temas de calidad educativa, en lugar de limitarse sólo a la cuestión del acceso, como habían promovido algunas administraciones anteriores. Para esto, se impulsó la evaluación de alumnos y maestros. Además de lanzar una propuesta de evaluación de calidad a nivel nacional, Sileoni llevó el tema de la calidad al Consejo Federal en varias ocasiones, contribuyendo a expandir una experiencia municipal al resto de las provincias del país.

La habilidad del Ministerio de Educación nacional de coordinar políticas, aun con gobiernos de otra denominación partidaria, es un punto a destacar, ya que no parece suceder en ningún otro ámbito del gobierno. 

En el ámbito de la tecnología, el gobierno nacional ha impulsado una fuerte iniciativa para expandir la infraestructura disponible, con la distribución de más de 2.500.000 millones de computadoras en el marco de Conectar Igualdad, y con la disponibilidad de conexión a internet en 5200 escuelas de 18 provincias. Esto ha sido muy positivo. El paso siguiente sería introducir metodologías y estrategias para que las tecnologías contribuyan a personalizar la educación, generar más datos sobre las escuelas y aprendizaje de los estudiantes, e involucren una mayor participación de los padres y madres.

En un mundo mucho más competitivo, donde los estudiantes argentinos no sólo compiten con otros países de la región sino también con Singapur, India, Nueva Zelanda o Nigeria, el capital humano es lo que hará diferenciar a la Argentina del resto, y permitirá continuar por una senda de desarrollo económico y humano.

Ya nadie duda de que la educación es clave para el desarrollo de nuestro país. Pensar una política a largo plazo, articulada entre los distintos sectores para que trascienda a los gobiernos concretos, y centrarla en la mejora de calidad, especialmente en la escuela pública, son los puntos fundamentales para que Argentina sea un país más equitativo y desarrollado.

 

Escrito en  colaboración con Jorge Chrestia (@jorgechrestia), licenciado en Ciencias Empresariales, director de Fundación para la Promoción Educativa y fundador de Proyectos Logos