Una oportuna demanda judicial

Ha originado numerosos comentarios la medida cautelar que promovió el presidente electo, Mauricio Macri. La mayoría ha sido crítica de la acción deducida, con argumentos fundados en el hecho de que ese reclamo impedía lo que se consideraría una “fiesta de la democracia”.

Me permito disentir con esa posición.

La medida cautelar ha sido una actitud positiva, si se tiene en cuenta quiénes son los protagonistas y los resultados posibles si ella no fuera deducida. El ingeniero Macri ha demostrado una gran sagacidad al promover esa acción: ello le permitió tener en sus manos la policía, las fuerzas de seguridad y las armadas, elementos imprescindibles para asegurar que la transición se lleve a cabo sin inconvenientes y sobre todo, sin interferencias. Continuar leyendo

La derecha y la izquierda de elecciones

Solía decir un sacerdote amigo que quien piensa de manera cristiana y actúa como si no lo fuera termina pensando como actúa; por supuesto, el buen cura se refería a las conductas privadas, procurando alejar a sus fieles de la tendencia natural a observar mecanismos licenciosos.

Esta reflexión podría aplicarse (con una adecuada traslación) a la política argentina, y en especial a Mauricio Macri, quien, a fuerza de teñir su conducta de consignas populistas con tal de atraer votos indecisos, puede terminar como temía el viejo párroco: enamorado de esas tesis cuyo repudio hizo que más de la mitad del electorado capitalino lo acompañara. Por otra parte, esta decisión, además de peligrosa, es inservible (con perdón de sus estrategas), ya que nadie votaría al señor Macri por más que la demagogia le impusiera bailar o hacerle morisquetas a la Presidente. Nadie le creería y por supuesto no torcería su voto (tal vez alguno perdería).

Es posible que su estrategia consista en atraer al votante indeciso, precavido por temor al salto al vacío, pero los indicadores económicos son alarmantes y es probable que el Gobierno deba obrar en consecuencia. Por otra parte, la calma chicha que acompañó hasta la presente elección se encuentra interrumpida y quizás la Presidente deba adoptar algunas medidas odiosas, en cuyos sueños más temibles no imaginó nunca.

Si el señor Macri ha juzgado las políticas llevadas a cabo por los gobernantes, ¿qué dirá ahora? ¿Está a favor o en contra? Da la impresión -sin pisar los pies de sus estrategas- que esa tarea debería dejársela a Daniel Scioli, el que se ocuparía de explicar lo inexplicable y perder votos espantados, los que irían a parar, en un ballottage, al candidato que represente a la oposición. Continuar leyendo

El futuro del país en ballottage

El domingo por la noche me fui a dormir con una idea formada del desarrollo de las próximas elecciones. Por la mañana me asaltaron algunas dudas y el transcurso de los días fue acentuando esa sensación.

Mi primera impresión fue de resignación. Me parecía que Mauricio Macri, como el general Urquiza después de la batalla de Pavón, deseaba íntimamente no imponerse en la elección general y replegarse sobre su distrito. Como el célebre entrerriano, que ansiaba la unidad nacional y se le permitiera gobernar en paz su feudo, la decisión de Macri sería (a juicio exclusivo del suscrito) la de triunfar en CABA y “abandonar” la carrera presidencial.

Varias razones impiden teñir de arbitraria esta idea. Macri desafió una tradición unánimemente aceptada por todos los participantes: la integración de la fórmula con una persona de Buenos Aires y otra del interior. La decisión de incorporar a la Gabriela Michetti tiene una doble implicancia: desdeñar las provincias -y en consecuencia la competencia por la presidencia- y reforzar Capital Federal, asegurando que su liderazgo resulte indiscutido. Continuar leyendo

De Alsina a Zannini

La elección del señor Carlos Zannini por parte de la Presidente de la Nación puede dar lugar a algunas opiniones opuestas: algunos sostendrán que la intención presidencial fue “ningunear” al candidato; otros entenderán que su intención se endereza a controlarlo; unos creen que arrastrará los votos del riñón duro de la “K”, otros (la mayoría, piensa con modestia este autor) suponen que correrá a los votantes moderados, que esperaban un cambio sin saltos al vacío.

La historia nos enseña que el impar Sarmiento tuvo como vice a Adolfo Alsina. El gran sanjuanino estaba disgustado con que le hubiera tocado nada menos que ¡un caudillo! Y por si fuera poco, un individuo de una personalidad  fascinante, conmovedora, cuyo arrastre merece un comentario que excede los alcances de esta columna. El notable Sarmiento dijo entonces: “¡No voy a permitir que ese compadrito gobierne. Ése solo va a tocar la campanilla del Senado!” Sin embargo, tendría que haber sabido que ese “compadrito”, además de caudillo popular y de arrastre, barbudo, corpulento, valiente y mujeriego había sido un intelectual de nota cuya tesis al doctorarse en Derecho, dejó atónito a su mentor, el doctor Peña.

Es verdad que son desiguales el señor Zannini de Alsina y tal vez la distancia supere a la que provoca el viaje “De la Tierra a la Luna” (como dijera Julio Verne), pero las funciones son las mismas no obstante los diferentes edificios y que el trayecto entre un Gran Maestro y un motonauta se expande más allá de las letras mayúsculas. Sin embargo (nunca fue desmentido), el señor Zannini tiene una gran influencia sobre la Justicia, su  proximidad a Jaime y De Vido son visibles, la cercanía con La Cámpora es palpable y por si esas virtudes no fueran suficientes, la señora de Kirschner dio su bendición a su unión electoral con el émulo de Dardo Rocha.

El señor Macri ha contrariado la historia al designar como compañera a la señora Michetti, una capitalina nata a pesar de haber nacido (y criado, como solía decir un viejo amigo) en la ciudad bonaerense de Laprida, privilegiando la Ciudad de Buenos Aires. Es cierto que esta decisión del PRO implica una respetable desesperación para quienes ansiaban con ver unida la oposición, y en ese sentido hubieran deseado que el compañero de fórmula fuera el radical Sanz, pero Macri y el ecuatoriano Durán Barba se supone que saben lo que hacen, frustrando las expectativas de Lousteau, el más perjudicado con esa fórmula.

Michetti, Zannini, Sáenz, versus Alsina, Pellegrini, Figueroa Alcorta sirven para explicar la distancia que existe entre la Argentina del Centenario y la actual.