AMIA: el partido oficialista pone en problemas a la Argentina

George Chaya

Las causas intrínsecas del racismo antisemita, el terrorismo y el totalitarismo en Irán son fenómenos que hunden sus raíces más profundas en la ideología radicalizada de la yihad. No hay que sorprenderse ante los discursos del presidente iraní. Tampoco del momento político de la Argentina actual que reaviva la más rancia judeofobia. A diferencia de la vida de las personas, no hay accidentes en la vida de los Estados y el gobierno argentino ha tomado posición, pero no ha entendido que gobierno no es lo mismo que Estado.

El señor Ahmadinejad conduce desde lo más alto de su gobierno el bien conocido apoyo a los movimientos islamistas a través de un régimen totalitario que persigue la implementación de la ley islámica como ley fundamental del Estado. Lo sorprendente es que Argentina se asocie con Irán ignorando que la tolerancia no debe llegar hasta el intolerante, ya que si lo hace, termina negándose a sí misma como posibilidad real de existencia.

El islamismo y antisemitismo que representa Teherán es inseparable de la discriminación a la mujer, los homosexuales, la promoción del terrorismo y la fobia judeocristiana. La ideología del régimen es la representación del antimodernismo. Baste recordar que desde finales de 1983 prohibió los partidos políticos y las organizaciones sociales y culturales forzando al exilio a miles de intelectuales opositores al ayatollah Khomeini. La teocracia iraní paralizó en ese momento toda actividad laica y la sociedad fue sometida a un proceso de adoctrinamiento que continúa en la actualidad. Así, el gobierno de Irán ha controlado la esfera pública de manera férrea, reduciendo a la sociedad civil a la autodenominada Umma (comunidad islámica) por los últimos 30 años, en los que cada intento de libertad que cruzó ‘la línea roja’ del régimen fue sistemáticamente erradicado por medios violentos.

El régimen iraní  se basa conceptualmente en el antimodernismo, se entiende a sí mismo (y se describe) como un paradigma alternativo a la modernidad y a la democracia occidental. Pero es también un régimen que ha traído represión interna, terrorismo regional, guerras, y lo más complejo: el peligro de una gran guerra que exceda las fronteras del Oriente Medio. Su antisemitismo es la consecuencia de su propia enemistad y hostilidad contra la modernidad. Los israelíes y los judíos son vistos como los principales representantes de la modernidad por el fundamentalismo militante de Teherán, del mismo modo que Occidente es percibido como enemigo porque es portador de cambio social y cultural. Aunque el judaísmo ocupa su propia posición en el Islam, los judíos iraníes fueron forzados a distanciarse de Israel. Y ello no debido a que éste tenga algún interés en Irán, sino por lo que representa en cuanto a país democrático que supone todo lo contrario a la reislamización del mundo árabe y la creación de nuevas teocracias.

Como se aprecia en estos días, el antisemitismo muta, pero subyacen sus tópicos contra la modernidad y el occidentalismo, los mitos sobre la conspiración y la conjura se retroalimentan y hoy se trasladan a Israel. El rechazo a lo judío se transforma en rechazo a lo israelí. El antisemitismo muda en antisionismo, pero con los mismos arquetipos: ‘el complot, el control del dinero, la propaganda del odio y el rechazo de los valores occidentales.

Es muy sencillo de interpretar cuando se habla de una teocracia de aquella región del mundo. Lo explicaré simple: ‘el sionismo, entendido como la voluntad política de la creación de un Estado democrático moderno, es la representación del mal desde la perspectiva del yihadismo radical y supone, junto con Europa y Estados Unidos, la degeneración, el mal y la ignorancia en la cosmovisión fundamentalista. El antisionismo y el antijudaísmo, es por tanto, la lógica consecuencia en la línea de pensamiento yihadista y su antimodernidad. De allí que la lucha contra el sionismo es sencillamente una declaración de guerra contra la democracia y los valores del modernismo’. Esto es básico en el pensamiento islamista. No es difícil su comprensión, excepto para los senadores oficialistas y la Cancillería argentina, que parecen ignorarlo.

En realidad, en la República Islámica de Irán el terrorismo se considera desde hace 30 años un ideal revolucionario. El año pasado en su visita a los EEUU el propio Ahmadineyad afirmó que el mensaje de la Revolución Islámica es global y no está limitado a un tiempo o zona específicos sino que es un mensaje para toda la humanidad y que será extendido porque es la voluntad de Dios conquistar las más altas cimas del mundo. A ello, añadió alabanzas a los ataques suicidas aseverando que ‘no existe forma de testimonio más hermosa que la del martirio’. Es bien claro que quien sostiene estas ideas socava los principios básicos de la vida humana. Con estos antecedentes de apoyo activo al terrorismo en nombre de la resistencia y el amor al prójimo, quién puede extrañarse de que elementos iraníes estén involucrados en atentados terroristas en todo el mundo. El antisionismo es una parte del totalitarismo que caracteriza la política nacional de Irán y demovimientos islamistas satelitales financiados por el régimen y la ‘demonización del enemigo’ ha sido desde siempre su estrategia. Pero por los últimos 30 años la Argentina no ha tomado nota de ello.

Con semejantes antecedentes, ¿cuál será la cándida expectativa del señor Héctor Timerman o de la señora presidente Cristina Fernández sobre el acuerdo firmado con Irán para traer justicia en el caso AMIA?