El costado bárbaro de Occidente

George Chaya

Es innegable que un soplo intolerante renovado se ha disparado en Occidente. Sucede a menudo ante operaciones militares en las que el ejército israelí está involucrado. No es casual que se hayan activado nuevas conspiraciones -previamente inactivas- para quienes aman la creencia de “que los judíos controlan el mundo”.

Cada vez con más asiduidad, se escucha y se lee -a alguien- desde una tribuna política, una editorial de prensa o un discurso de barricada, diciéndonos que Occidente debería replantear su relación con el Estado Hebreo -por ende con los judíos-. Se oye y se lee en abundancia sobre lo perversos que son y como manipulan todo para poder controlar el mundo.

Para muchos, los judíos son responsables de cosas horribles. Colegas franceses y españoles me han llegado a decir que no descartan que estuvieran detrás del fatal 09/11. Otros les culpan de la maldición del multiculturalismo y de los males de la humanidad.

Lo cierto es que los judíos están marchándose de Europa, y sus lugares son ocupados por inmigrantes radicalizados en las ideas fundamentalistas que se presentan como víctimas del complot mundial. Confieso que no estoy tan seguro en cuanto a la gravedad de esta situación, pero existe, es visible a diario, y ha echado raíces peligrosamente en casi todo el mundo.

Comparados en números con musulmanes y cristianos, por no hablar de hindúes, budistas y bahais, los judíos son un puñado de gente. Un diminuto porcentaje de la población mundial. Casi la mitad de ellos vive en Israel, un país del tamaño de un pañuelo, donde cada día llegan más desde las capitales europeas. Mientras en Europa se ha convertido en deporte usar el comportamiento del gobierno israelí como excusa neo-judeófoba para el tipo de antisemitismo abierto al que nos ha acostumbrado la propaganda integrista y la izquierda europea y latinoamericana.

Es frecuente escuchar en demostraciones anti-israelíes llamados a gasear a los judíos. Incluso tiempo atrás un miembro del Parlamento alemán estuvo en primera fila en ese tipo de eventos. En Suecia y Holanda, los atletas israelíes ya no pueden competir sin ser atacados o repudiados por grupos de revoltosos y racistas a los que la policía no puede o no quiere detener.

Sin embargo, a diario escuchamos la interminable dialéctica sobre islamofobia; lo cual ya es suficiente como para acercarnos al repudio de tales posiciones victimistas. Hasta donde sé, no ha habido cristianos o judíos que vayan asesinando niños por colegios islámicos como sí ocurrió recientemente con tres estudiantes judíos.

A mí tampoco me gustan algunas cosas que hace el gobierno israelí, pero apoyo el derecho de Israel a existir y a defenderse de gente preparada para usar mujeres y niños como escudos humanos. Y creo que los israelíes -por ahora y hasta no acordar con Mahmud Abbas- no deben devolver parte de Jerusalén. Aunque todavía pienso que ellos la mantienen por alguna razón relacionada a la religión, y no creo que en el mundo de hoy sea inteligente ceñirse a cuestiones religiosas.

Lo cierto es, que la experiencia me ha enseñado que la mentalidad islamista radical ve cualquier concesión como una debilidad para ser explotada políticamente a futuro. Por otra parte, los líderes palestinos de Hamas parecen menos preocupados por la paz, la creación de su Estado y la libertad de su pueblo que por enviar a todos los judíos al fondo del mar, así que nunca detendrán sus bombardeos y misiles contra civiles israelíes.

El mundo entero sabe que entre israelíes y palestinos pudo haber un arreglo pacífico muchas veces en el pasado. Y no lo hubo por la incompetencia y corrupción del liderazgo palestino más que por la intransigencia de gobiernos israelíes.

Para Hamas, el enemigo no es Israel, sino los judíos. Por lo tanto aquel que apoye a Hamas apoya a gente que quiere exterminar a los judíos, no sólo por ser israelíes, sino por ser judíos.

Puede que Israel esté en el sitio equivocado. No podría estar en peor lugar del globo dada la mentalidad y la fobia de sus vecinos. Pero es un poco tarde para hacer algo al respecto para los árabes. Por lo que deberían aprender a convivir con ellos.

El punto es que, el hecho de que un Estado judío exista pareciera ser una condena y un calvario para todo el mundo, no sólo para el mundo árabe. Como cristiano no puedo ser injusto y debo decir que en el pasado también lo fue para la iglesia católica, cuyo programa de rechazo a los judíos se extendió por varios siglos y arraigó tan profundamente en la psiquis europea que no hace falta “rasquetear” demasiado la pintura para que el color de fondo salga a la luz en el presente.

No soy judío, soy lo que despectivamente muchos en Occidente llaman árabe-cristiano o en el peor de los casos: moro cristiano. Pero incluso si fuera un judío no sionista, militante de la paz, liberal -que los hay muchos así- querría ver un Israel fuerte, porque cuando llegue el momento, la gente no defenderá a los judíos. Lo hemos visto históricamente en Europa, lo estamos viendo de nuevo hoy, especialmente con los fascistas y reventados sociales irrecuperables, tanto de las derechas como de las izquierdas, y no sólo las europeas.

A menudo la verdad es dolorosa, mas cuando no se la quiere ver, pero algunos deberán escucharla y conocerla de una vez. Y la verdad es que los judíos han contribuido más a la humanidad que cualquier otro colectivo de personas. Mucho más que los cristianos e inmensamente más que los musulmanes. Hay planetas de distancia y diferencia en ello.

Los judíos reciben innumerables cantidades de Premios Nobel. Me refiero a Nóbeles de verdad (no al devaluado premio de la Paz) porque están a la vanguardia en las ciencias, la medicina, la tecnología y en lo que nos imaginemos. Siempre encontrará usted un judío aportando a la humanidad. Donde sea que hay progreso en el mundo de hoy, a menudo se encuentra a un judío haciendo la diferencia. Actualmente Israel es líder tecnológico mundial, aun allí donde está “solo”; en un Oriente Medio que es un lodazal, Israel aparece como un diamante en ese lodo.

Pensemos por un instante, con el mayor respeto, objetividad y reconocimiento; y sin negar las posiciones del que piense diferente: es claro lo que la milenaria cultura árabe ha brindado a la humanidad en los siglos pasados. Infinita riqueza en el campo de las ciencias, las matemáticas, la física, la arquitectura y un sin fin de etcéteras. Pero hoy, ¿Donde están los Taha Hussein, los Taufik al-Hakim, o los Ahmad Chauqi, los Khalil Gibran y los Amín Rihani de nuestro tiempo. Todos estos intelectuales y pensadores que dieron en el siglo XIX y las primeras décadas XX lo que se conoció como Nahda (Renacimiento Árabe). ¿Donde han quedado sus ideas hoy? Actualmente: ¿Que elementos ofrecen los países árabes a la civilización y al mundo? ¿Qué progresos, invenciones y descubrimientos se están haciendo en el mundo árabe hoy? ¿Cuál es el contribuir del mundo árabe a la civilización y a la humanidad en el presente.

Además del petróleo bajo su suelo y por lo cual no se puede demandar ningún mérito a nombre de los seres humanos que viven sobre la superficie de la tierra. No hay, infortunadamente, nada que el mundo árabe este ofreciendo en nuestros días a la humanidad. Y la razón es, sobre todo, “porque los pueblos árabes siguen siendo rehenes de sus élites religiosas, políticas y económicas que se erigen dictatoríamente como defensores pseudos-intelectuales de sus ciudadanos en una estéril confrontación con los que llaman “cruzados, sionistas, imperialistas o colonialistas”.

Manifestando su odio, el mundo árabe muestra una imagen muy pobre de sí mismo. Aunque es cierto ¿quién puede culparlos? Sólo ellos son los que pueden hacer algo para cambiar esa conducta y escoger encaminarse hacia el siglo XXI o continuar la regresión al siglo VI, humillándose y degradándose con su histórico rechazo a los judíos. Pero cuidado; el mundo tiene todo el derecho de juzgar sus conductas, porque eso configura una vergüenza para la especie humana.

Si todo lo que se ve no generara tragedia y destrucción para los ciudadanos árabes, seria cómico oír a gente diciendo que los judíos intentan dominar el mundo. Lo escucho desde que era un niño. Tuve la oportunidad de viajar dos veces a Israel y a Ramallah por razones profesionales y mis sospechas se aclararon allí. Nada de eso es verdad. Pero incluso si fuera cierto lo que escuché de muchos árabes y libaneses, excepto dentro de mi familia, a quien debo el agradecimiento de una educación sin prejuicios, odio, alienación o estereotipos; preferiría muchísimo que los judíos controlaran este mundo a que los islamistas lo hagan cualquiera de estos días. La guerra del Líbano me enseño en primera persona a discernir quienes son las personas cuerdas en el planeta.

Así es que, si muchos de ustedes creen que los judíos son unos perversos manipuladores y si en verdad usted -lector- cree que un oscuro complot judío internacional lo controla desde arriba como a una vetusta marioneta, usted puede creer lo que desee y está en su derecho, pero haga el favor de no decírmelo. Estoy saturado de oírlo y en mi diccionario la palabra odio no tiene lugar. Háblelo con su psicoanalista. ¡Pero tenga cuidado! Puede que él sea un judío. El mío lo es, y es el mejor.