El integrismo on line, la batalla perdida de Occidente

George Chaya

En estos días todo lo que alguien necesita para transformarse en un terrorista o adherente a tales grupos no es más que un iPhone y una conexión a Internet. Si la persona está en alguna capital occidental, por ejemplo, dentro de dos días podrá arribar a Raqqa, bastión del Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS). Si usted esta dispuesto a alistarse en sus cuadros y recibir entrenamiento, todo el proceso puede ser llevado a cabo con suma facilidad. Hacerlo es como visitar un “Shopping” que está abierto las 24:00 horas del día, todos los días del año.

¿Quiere ir a combatir junto al ISIS? Bienvenido, los terroristas le cumplen su deseo. ¿Quiere secuestrar civiles inocentes? No se preocupe; es un asunto simple y fácil. Sea cual sea su objetivo, tendrá la posibilidad de hacerlo en esta época donde la tecnología está desarrollando una velocidad impresionante para ayudarlo, y recuerde el lema del ISIS: “Pedid y se os dará.”

La tecnología es la mejor aliada de los grupos extremistas. A través de ella, son capaces de emitir y publicar su propaganda en todos los medios, sin restricciones y para que el mundo lo vea. Así, son capaces de atraer a miles de personas a su causa. Como por ejemplo a las tres jóvenes británicas que burlaron a Scotland Yard hace menos de una semana y volaron a unirse al ISIS a plena luz del día y sin necesidad de ninguna cobertura con sus pasaportes comunitarios.

¿Para que necesitarían un canal propio de televisión si tienen todos los medios y herramientas tecnológicas a su disposición? Los islamistas tienen sus propios canales on line e incluso portavoces oficiales que hacen declaraciones en su nombre. Producen publicaciones y revistas que distribuyen sin problema alguno, así como videos propagandísticos que luego emiten sin restricciones. Hay que reconocer que han sabido explotar con simpleza y mejor que nadie el desarrollo tecnológico, y seguramente estarán agradecidos a Twitter, Facebook y YouTube por toda su ayuda para cumplir sus sueños expansionistas con un gasto mínimo y sin incurrir en pérdidas.

Ahora, veamos la ingenua posición de la coalición occidental que combate a estos grupos terroristas como ISIS y el Frente Al-Nusra en Siria y en otros lugares. Esa coalición ignora una cuestión fundamental. Y es que “la lucha contra el terrorismo no se agota en la ofensiva de sus ataques aéreos y sus bombardeos de saturación”. “Hay otra batalla, tanto o más importante que es el combate tecnológico contra los extremistas que han invadido los foros de opinión y las herramientas sociales en el ciberespacio”.

Estos grupos son capaces de propagar de inmediato sus planes, objetivos, incluso los métodos para llegar a ellos, todo a través de Internet. Así pueden incitar al asesinato, la inmolación y otros actos atroces.

Simplemente con navegar en Internet y buscar a través de medios sociales en línea, usted será recibido por una gran cantidad de foros, cuentas y nicks que dicen hablar en nombre de tal o cual grupo extremista u organización, ya sea ISIS, Al-Qaeda, Al-Nusra, Hezbollah u otros de su tipo. Los encontrará hablando en distintos idiomas de manera abierta y no deberá buscarlos en alguna cueva de una montaña a miles de kilómetros de distancia de su ciudad. Pero claro, usted no podrá saber la verdad sobre identidad de la persona con quien esta hablando y debatiendo con usted en el ciberespacio, ¿estará el en Mosul? ¿en Raqqa? ¿Londres, Madrid, Buenos Aires, Montevideo o Caracas? Usted no podrá saberlo. Y aquí es donde radica el verdadero peligro. Usted no será capaz de saber incluso si ese potencial o real terrorista vive en su ciudad, dónde usted reside con sus hijos, donde vive su familia o incluso si no esta hablando con un conocido o pariente suyo? ¿Sería usted capaz de decirme y asegurarme lo contrario? Lamento decirle que no, nadie puede asegurar tal cosa. Pero no es su culpa, sino de las redes y las herramientas sociales que aseguran impunidad a los terroristas y sus adeptos.

Nadie puede negar que los medios de prensa han conducido a una mayor libertad para los pueblos de todo el mundo, las redes sociales se han convertido en potentes motores de cambio político y social que ayudaron a derrocar y avergonzar gobiernos que ya no son capaces de mantener un férreo control sobre sus ciudadanos. Estos canales simplemente no han resultado apropiados para los gobiernos árabes, incluso si estos gobiernos se engañan a sí mismos pensando lo contrario. Lo mismo está sucediendo con los gobiernos latinoamericanos proclives al populismo, como Ecuador, Bolivia, Argentina y en alguna medida Uruguay con sus decisiones ultimas de importar y brindar asilo a individuos vinculados al terrorismo del Oriente Medio.

Esas herramientas y canales han crecido y se han vuelto muy populares, con ello ha quedado claro que también tienen algunas debilidades junto a pesadas responsabilidades. Después de todo, estos canales no tienen la capacidad de distinguir entre lo que es “un extremista y quién no lo es”. Por otra parte, tanto los gobiernos árabes como los populismos latinoamericanos -excepto Cuba y mas recientemente Venezuela- no son capaces de burlar los acuerdos de privacidad o los derechos individuales de los usuarios con respecto a otros miembros de estos sitios Web, de lo contrario, se enfrentarían a duras críticas y serian sindicados como atrasados o represivos.

Pero en lo que a mí respecta no hay duda de que esta promoción de “extremistas on line” es una catástrofe que se produjo como resultado de la acción -o inacción- de los grandes proveedores de servicios de Internet occidentales. Como tal, las soluciones para el flagelo de la captación y expansión de los radicalismos y la violencia se encuentran bajo la responsabilidad de gobiernos occidentales; ellos son capaces de efectuar las regulaciones viables y realistas que podrían frenar eficazmente este estado de caos que ha permitido a los radicales y populistas explotar las plataformas de medios sociales como Twitter como sus “propios patios” y potenciar así sus propias website abiertamente radicalizadas donde millones de personas diariamente pueden leer sus postulados y su apología de la violencia de manera abierta.

Si YouTube, por ejemplo, requiere que todos sus usuarios registrados deberían proporcionar un número de teléfono y un código de lugar geográfico impostergable para publicar un vídeo, tendríamos un punto investigativo desde el cual las agencias de seguridad podrían comenzar a rastrear y eventualmente neutralizar a los extremistas, pero eso no es así. Dicho de otro modo, grupos extremistas como el ISIS no podrían transmitir sus imágenes de decapitaciones, crucifixiones y crímenes con tanta facilidad -o tal vez sí-, pero deberían arbitrar otros medios con más dificultades para hacerlo.

Si Twitter hubiera promulgado medidas similares hoy no se verían miles de cuentas que apoyan a grupos terroristas o simplemente ejercen la vulgaridad de la difamación sobre las personas.

Hay muchas normas que pueden regular sitios Web y herramientas sociales para garantizar una plataforma que defienda y preserve responsablemente la libertad de expresión. El concepto vacuo de “libertad de expresión sin límites”, se ha convertido en un hazmerreír después que los terroristas y sus adeptos aprovechan el espacio que ofrecen las herramientas sociales de la peor manera posible. Y lo mismo con las frases que esgrimen los populismos latinoamericanos cuando hablan de la “no injerencia en los asuntos internos de los pueblos”, Aunque esto último cambia según sea si el gobierno de ese pueblo es “considerado amigo o enemigo ideológico” por los adalides de las pseudo-democracias. De no ser así, no se entiende porque el gobierno argentino mantiene silencio ante el secuestro y encarcelamiento de funcionarios y ciudadanos opositores al régimen chapista. Esto solo se comprende desde la comunión ideológica de la presidenta argentina con el totalitario gobierno venezolano conducido por Nicolás Maduro.

El lector debe tener en cuenta que en este momento, en este mismo momento, mientras usted lee este artículo, el propio líder del ISIS, el Califa Abu-Bakr Al-Baghdadi puede crear una cuenta en Twitter con su nombre real y empezar a twittear lo que quiera, tanto igual a como lo hace usted o los presidentes latinoamericanos. Podría incluso, si hubiera vinculado sus cuentas de Twitter y Facebook, publicar su twit en su página de Facebook y rematar con un video de una de sus arengas asesinas. En cuestión de segundos la gente de toda la Internet lo compartiría y difundiría lo que él diga, hasta que, con el tiempo, estos sitios cerrarían sus cuentas. Pero ¿cuándo? Después de que él haya sido capaz de hacer lo que se propuso hacer y comunicarse con sus seguidores en forma rápida llevando adelante eficazmente la captación de cientos de jóvenes europeos, latinoamericanos y árabes. Así es que el terrorismo y los populismos suman adeptos. Ellos son capaces de invadir pueblos, ciudades e incluso nuestros hogares sin necesidad de pasaportes o de tener que pasar por controles de seguridad del ningún aeropuerto. Ahora disponen libremente de una herramienta mucho más potente y eficaz que cualquier cosa que hubieran poseído antes. Y lo que es peor, se les permite usarla a la vista de todo el mundo.

Si esto no se modifica con una legislación responsable, de nada servirán los bombardeos aéreos de la coalición, todo será una espiral de violencia sin principio ni final a la vista. Al cabo, eso han sido siempre las aventuras militares para neutralizar a los grupos terroristas y, habida cuenta del mundo que tenemos hoy, esas aventuras militares han resultado en fracasos estrepitosos para Occidente.