Por: Guillermo Marín
La noticia no logró ni por asomo lo que se esperaba de ella. La información acerca de la creación de un kit para detectar la enfermedad de Chagas Mazza desarrollado por científicos argentinos, es la que en estas últimas semanas debió ocupar un lugar en las tapas de los diarios. Porque según me comenta la doctora Carolina Carrillo, investigadora del Conicet y directora del proyecto premiado en Innovar 2013, su desarrollo permitirá, en poco más de una hora, detectar el Chagas (Médicos sin fronteras habla de 4 millones de portadores de la enfermedad en el país) en los recién nacidos. Y con esto, anticipar su tratamiento y curación.
El uso del kit es casi tan sencillo (y económico) como manipular un test de embarazo. Aunque si bien la prueba no se desarrolló con el propósito de su venta libre, cualquier personal vinculado a la salud puede tomar la muestra y realizar el test. La forma de transmisión más habitual de la enfermedad es a través de la vinchuca, un insecto que puede ser el portador del Trypanosoma Cruzi, parásito que provoca la enfermedad de Chagas (nombre de su descubridor).
Hasta ahora, y pensando que en el país mueren anualmente 5 mil personas a causa de la enfermedad, los métodos empleados para el diagnóstico en neonatos no son tan rápidos como el desarrollado por el equipo de Carrillo. En ese sentido, su diagnóstico temprano, aclara la especialista, “hace más efectivo el tratamiento”. Sin embargo, para que todo esto tome forma, habrá que esperar hasta 2015, año en que se prevé su utilización masiva en hospitales y centros de salud.
La enfermedad de Chagas Mazza tiene una larga y controvertida historia en el país. Junto con otras enfermedades tropicales, se la ha considerado desde su descubrimiento un padecimiento rural y sólo vinculado a los pobres. Sin embargo, el 60% de los pacientes en la Argentina “hoy se encuentra viviendo en las grandes ciudades”, señala Sergio Auger, director del Consejo de Enfermedad de Chagas-Mazza de la Sociedad Argentina de Cardiología. Eso significa que, si bien la transfusión de sangre en la actualidad no insume un factor de riesgo de contagio, sí lo es en el caso de las madres portadoras que pueden contagiar a sus hijos. Es decir, que estamos ante un dilema sanitario nacional, donde el Estado debería velar por la salud de todos sus habitantes, sin importar a que clase social o región pertenezcan.
Pero hay otro problema mayor. El Plan Nacional de Pesquisa Neonatal, respaldado por la Ley 26.279, no se cumple en su etapa inicial: no todos los niños y niñas al nacer (unos 750 mil al año en el país) se les realiza un test que permite detectar la enfermedad, pese a que la ley lo indica para todo establecimiento estatal, social o privado. Según los especialistas, sólo tiene sentido realizar la prueba si la madre posee serología positiva. Otro tanto sucede con la aplicación de la ley 26.281 de prevención y control: no todos los niños de madre portadora con parasitemia negativa (en estos casos al niño se le realiza un test serológico a los 8 meses para descartar la enfermedad), está integrado a la Red Nacional de Chagas. Los motivos son muchos. Por ejemplo, no todos los hospitales o centros de salud poseen la tecnología adecuada para realizar el diagnóstico y control. Además, una vez realizada la prueba, se requiere de cierto tiempo (aproximadamente un mes) para obtener el resultado. Quiérase o no, esta realidad muchas veces es la causa para que los padres no vuelvan al lugar de la toma del test a retirarlo. Por lo tanto, se corre el riego de perder al paciente.
Hay que mencionar también que el artículo 5 de la ley prohíbe realizar test pre ocupacionales que contengan estudios de Chagas en sangre. Pero desatendiendo toda norma antidiscriminatoria es común que se realice (se sabe) sobre la humanidad de personas que buscan salir del desarraigo y la pobreza.
Cerraría esta columna opinando sobre la excesiva trascendencia que se le dio (y aún se le da) en los medios a la muerte de un millonario (cuyos sentidos más excelsos a la vista de su vida fueron la acumulación material y la fama) sucedida en estos días. O quizá finalizaría el texto con alguna que otra estadística que haga pensar en las 17 enfermedades tropicales desatendidas, como por ejemplo el dengue y la lepra. Pero no. Prefiero pensar que la voluntad y el compromiso científico de unos pocos, pueden seguir cambiando la salud social de la Argentina de un día para otro. De una vez y para siempre.