Todo el mundo tiene éxtasis

Guillermo Marín

—Papá, ¿qué son las drogas?

Oscilamos entre las dudas y el miedo. Sabemos de memoria cómo forma nuestro equipo de fútbol, las películas de Alfred Hitchcock. Les pedimos que no se droguen, mientras apagamos el vigésimo cigarrillo de la mañana de la marca número uno. Los funcionarios que se drogan les piden a los chicos que no se droguen. Un comisario es la cabeza de una banda de narcotraficantes.

La palabra “sintéticas” no figura en el diccionario del Ministerio que nos cuida.

Un pibe baila desnudo en una fiesta pública durante ocho horas. Tememos verlo. Así en crudo parece un animal herido.

Francisco de Quevedo está en baja. Metáfora vencida: el tiempo es un enemigo que mata huyendo. Time Warp significa ‘deformación del tiempo’. Ahora lo que ocurre se curva, se deforma en las mentes vírgenes. Los títulos de los diarios asustan: “Los chicos consumen éxtasis a partir de los 15 años”. Drogas caras. El paco sólo mata a los pibes pobres.

—Papá, ¿quién hace las drogas?

Estamos tan desnudos. Nos consuela saber que la palabra “no” es un refugio de fin de semana. Para colmo, la palabra “cuidate” tiene menos peso que un quarks.

—¿Cómo se lo explico?

—¿Quién me tocó el manual de mi iPhone 5? La próxima lo mato.

Leer con furia los últimos barbarismos: style, smart, 3D.

Caen las máscaras. Agua corriente en la fiesta no hay. La botellita en la barra cuesta lo que un pasaje a la Luna. La música electrónica va con una pasti rosa, o amarilla, o azul, informa un roquero devenido en conductor que analiza los “peligros de dejar a nuestros hijos en fiestas de esa naturaleza”. Un cantante de cumbia, ex drogadicto, dice “Ojalá vuela la colimba”.

¿Es una cuestión de pureza? El alcohol metílico dejó a 50 mil yanquis ciegos en los años de la ley seca. Nadie muere de sobredosis, señala una especialista. El problema es el corte. Las puertas quedan abiertas. Falta de percepción, información, contención, habla. El silencio no es nada inocente.

Lo pasado pisado. En 1999, el éxtasis pasó a ser consumido en discotecas, y se conformó una red de vendedores, según una investigación de una socióloga de la Facultad de Ciencias Sociales y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), informa un matutino. Y vuelve a la carga: “Desde 2002 en adelante, después de Chile, la Argentina pasó ser el segundo país en América Latina por la cantidad de consumidores de éxtasis, según la Organización de las Naciones Unidas contra la droga y el crimen (Onudc)”.

Lo pasado está pisado. Hay algo que se dejó de lado y que no podemos explicar.

El Primer Mundo nos habla. Hay lugares para drogarse que huelen a Pino Lux.

—¿Ustedes fuman marihuana?

—No, señor policía, jamás.

—No compren a cualquiera. No fumen sin saber, dice el señor policía.

El muchacho y sus amigos vuelven a una Argentina que no sabe qué hacer con la salud pública. Mejor cerrar el grifo y la fiesta, aunque castigar a la víctima sea más caro.

¿Estaremos fabricando nuestros propios narcóticos contra el sinsentido? Lugar común la muerte. Un filósofo explica que la muerte —todas las muertes— es un sinsentido. Los especialistas en narcóticos discuten cómo frenar las drogas que se fabrican en casa con la facilidad con la que se hace un huevo frito. La guerra contra las drogas está perdida. Y lo que queda son cuerpos jóvenes, cadáveres exquisitos.

—Papá, ¿Supermán existe?

Supermán no existe ni es una pastillita. Algo en Matar a un ruiseñor, salva: “Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final, pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence”.

Otro experto dice: “Muchas veces las pastillas tienen vidrio molido o veneno de rata. Hay alguien —muchos— que anda por ahí cubierto de una fina capa cadavérica que nadie nota. Que ofrece el sueño de la alegría infinita en fiestas imposibles. ¿Qué clase de hombres hace un mundo en el que es posible ganarse la vida vendiendo espanto?

A esta hora hay chicos que consumen en privado. No consume quien quiere sino quien puede. ¿La genética también nos habla?

En estas horas se prohibió “toda actividad comercial de baile con música en la ciudad ante el cuadro de impunidad e inexistencia de control estatal respecto de la actividad noctura”. Prohibir confunde. Un señor guarda su sombrero de rafia porque entiende que en el Colón también se baila con música. ¿Prohibirán vestirse en la avenida Avellaneda porque hay talleres clandestinos?

A esta hora hay padres haciendo guardias en terapia intensiva.

En estas horas le rezamos al azar para que no degluta a nuestros hijos.