El “No” a Pinochet

Jorge Castañeda

Ya otros colegas de esta página han comentado la película No sobre el referéndum de Chile en 1988, protagonizada por Gael García Bernal. Pido una disculpa por repetir algunas reflexiones que ya han expresado. Pero me parece que tanto por el tema de la película, como por su tono y por la magnífica actuación de Gael se merece otro comentario.
 
Como muchos recordarán, en 1988 Pinochet se vio obligado por diversos factores internos y externos a convocar un plebiscito/referéndum sobre su permanencia en el poder. Uso los dos términos ya que, aunque implícitamente se trató de votar sobre un texto, en realidad se obligaba a un juicio nacional sobre una persona: el dictador. Como se recordará ganó el ”No’’ por más de 10 puntos, y al año siguiente, al celebrarse elecciones en las que Pinochet no podía participar, Chile puso término a 16 años de dictadura e inició el primer periodo de la Concertación, coalición que duraría en la Moneda hasta 2010. El proceso de 1988 fue visto por los demócratas chilenos a la vez como una trampa y una oportunidad. René Saavedra, el publicista vuelto estratega electoral en la película (el personaje de Gael), resume los dos rostros posibles.
 
Como trampa. En las condiciones carentes de equidad y con una sociedad aterrada por años de represión, muchos pensaron que era imposible derrotar a la dictadura, y el mero hecho de participar en los comicios la legitimaría, sobre todo fuera. En todo caso, como bien lo expresa un socialista en alguna reunión del Comando del NO en la película, el plebiscito podía servir para hacer conciencia, empezar a organizar a la gente, y hacerle saber a la sociedad cuál era la verdad de esos años de plomo. Esa postura, quizás mayoritaria al principio del 88, fue perdiendo peso, en la historia y en la película, ante la segunda interpretación: una oportunidad.
 
Bajo determinadas condiciones, la alianza Demócrata Cristiana, Socialista, Radical, PPD, llegó a la conclusión de que sí se podía ganar. Se necesitaba cumplir con varios requisitos, como atraer la mayor observación internacional posible, vigilar las casillas y el recuento de votos, hacer una campaña atractiva y moderna, y forzar una división dentro de las Fuerzas Armadas que impediría a Pinochet desconocer los resultados. La película se centra justamente en esta faceta de la contienda. El publicista le va mostrando a los escépticos del Comando, muchos de ellos pertenecientes a la vieja guardia de la UP o de la DC, que había sido golpista, que en lugar de centrar la campaña en la denuncia del pasado y el tremendo sufrimiento que la dictadura le había dejado a Chile, mejor había que enfocarse en ”Chile, la alegría ya viene’’, con un emblema amable (el arcoiris), en rostros jóvenes, atractivos y esperanzados, y con sentido del humor. Todo esto se logra muy bien en No, al grado de que Gael termina hablando como chileno, algo que todos sabemos es imposible para un mexicano, de la misma manera que ningún chileno o chilena, por mucho tiempo que lleve en México, puede deshacerse de su acento y chilenismos.
 
La discusión de fondo es sencilla: o se quería ganar, o se quería formular una denuncia. Son dos objetivos que implican estrategias distintas; y a partir de 1989 se trató también de una disyuntiva: ganar las elecciones presidenciales una tras otra gobernando con prudencia, responsabilidad económica y, sin duda, con tibieza frente al pasado; o volver en una versión modernizada a las políticas de la UP de Allende, a sabiendas de que en el mejor de los casos eso los llevaría a la derrota, si no es que a otro golpe. La Concertación y la mayoría de los chilenos optaron por lo primero. Creo también que las dudas de hoy son sobre si la segura candidata ganadora a finales de 2013, Michelle Bachelet, debe aliarse sólo con la DC o también con los comunistas para corregir la tibieza de la vieja Concertación, es una pregunta válida. Pero ese no es el tema de la película de Pablo Larraín, producida por CANANA, y que le debemos a Gael. Gracias.