Por: Jorge Castañeda
Uno de los esfuerzos más interesantes de EPN, pausado y discreto, es la construcción de la “marca México”, proyecto que comenzó con Fox, siguió con Calderón, pero que no se ha consumado.
Sin apresurarse, busca una definición de la “marca México” más allá de la imagen turística. Habrá que esperar al año entrante para ver si se puede construir a través de Hollywood y la publicidad, de la literatura y de la televisión el prototipo del mexicano exitoso, honesto, que sea apreciado así por el resto del mundo. El esfuerzo vale la pena.
Para que prospere, debe acompañarse de algo que ha faltado. Me refiero a proyectos emblemáticos, de realización concreta, perceptible e ilustrativa de lo que se quiere hacer como país. En el pasado ya hubo: CU con Alemán, Antropología con López Mateos, las Olimpiadas de Díaz Ordaz, los aeropuertos de Echeverría y las plataformas petroleras de López Portillo. Sin una realización de este tipo, y que sirva como símbolo de lo que los mexicanos somos capaces de hacer, va a ser difícil construir esa marca. Hay muchas ideas, repito cinco interesantes.
Primera. Como le dijo un empresario a Aguilar Camín hace poco, con tres megaplantas de tratamiento en la zona metropolitana del Distrito Federal, se resuelve el problema de agua. En lugar de seguir trayéndola de abajo para regresarla después, hay que tratar la que ya subió y captar la que cae. El costo no pasa de 2 mmd por planta; la obra tardaría varios años pero cambiaría radicalmente la situación de una de las ciudades más grandes del mundo.
Segundo. El canal transístmico por Tehuantepec. El proyecto data desde Benito Juárez, sólo que ahora la tecnología, la logística y los precios del petróleo lo vuelven factible. Que Ortega y los chinos en Nicaragua también se vean tentados por ello no significa que sea una idiotez. Al contrario, en una de esas hace más sentido construir una plataforma multimodal de transporte a través del istmo, incluyendo un canal de gran calado, que en Nicaragua.
Tercera. El nuevo aeropuerto de la Ciudad de México. No es sólo por saturación, sino de mostrar al mundo que somos capaces de realizar un proyecto de esa magnitud -cosa que pocos países se han propuesto en tiempos recientes. Implica una gestión del proyecto con muchos frentes: construcción, compra de tierra, transporte, etcétera. Una obra de cerca de 15 mmd.
Cuarto. La segunda etapa de Laguna Verde con dos reactores más, y otra planta en esa zona o en otra. Algo así está previsto desde los setenta pero no se ha hecho. Vamos a necesitar energía atómica algún día: es más segura, más limpia y más barata que cualquier otra. Tenemos la experiencia de más de 20 años funcionando sin incidentes. Los dos reactores más son obras de 3 o 4 mmd, y una planta nueva rondaría los 10 mmd.
Cinco. El que me atrae más: un gran museo de arte universal en la Ciudad de México. El otro día, gracias a la generosidad de la Oficina de la presidencia, un grupo de latinoamericanos, invitados por Aguilar Camín, Carlos Ominami y yo, realizamos una visita al Munal. El guía, orgulloso, nos explicó que el Munal era como el Louvre, el British o el Metropolitan de México. Me limité a preguntarle si había piezas de todo el mundo, y me dijo que no: “sólo de México”.
Tenemos uno de los museos más impactantes del mundo, Antropología, pero no uno donde los niños conozcan muestras del arte universal. No es fácil construir un museo universal; no vamos a saquear culturas de otros países. Pero tenemos dos activos: las colecciones privadas mexicanas, que de manera rotativa podrían ser prestadas a este museo; y la fantástica moneda de cambio que son las piezas precolombinas, y que en préstamo podríamos intercambiar con los grandes museos para que hubiera, como en el British, una sala mexicana en el Metropolitan, en el Louvre o en El Prado. Una realización concreta, visible, ambiciosa si se quiere; cara, sin duda, que exigiría una capacidad de gestión que no abunda en México. Pero que demostraría lo que somos capaces de hacer los mexicanos.