Por: Jorge Ramos
Regresé a la universidad. No a estudiar sino para conocer a los que están estudiando.
Mi primera escala al llegar a Estados Unidos hace 30 años fue precisamente la Universidad de California en Los Ángeles y ahora volví para participar en un foro sobre educación. La nostalgia me envolvió. Me puse a caminar por los mismos pasillos que en 1983 me llevaban a mis clases de periodismo y televisión. Por ahí también pasaba con mis grandes pedazos de pan y bolsas de lechuga (porque no me alcanzaba para mucho más con 15 dólares diarios). Pero me sentía feliz y libre: México, sus priístas, su censura y sus abusos parecían muy lejanos.
En esta ocasión, en esos mismos pasillos, me encontré a las integrantes del Grupo Folklórico de UCLA que preparaban un baile regional mexicano. Muchos de sus padres habían sido campesinos o ganan apenas el salario mínimo. Platicamos entre risas. Son jóvenes muy especiales: UCLA es una universidad difícil para entrar, y a pesar de todos los obstáculos a ellas las habían aceptado.
“¿Cuántas de ustedes son las primeras de su familia en ir a la universidad?”, les pregunté. Tres de cada cuatro levantaron la mano. Las sonrisas se transformaron en caras de asombro. Ellas son las pioneras y están cambiando sus historias familiares. Son el nuevo rostro de Estados Unidos.
No están solas. Siete de cada 10 estudiantes del distrito escolar unificado de Los Ángeles, el segundo más grande del país, son hispanos. Esto tendrá enormes consecuencias. ¿Quieres ver y tocar el futuro de Estados Unidos? Ve a Los Ángeles.
En el futuro de Estados Unidos hay cada vez más latinos. Seremos 150 millones en el 2050. Pero nada nos asegura el éxito económico o el poder político a menos que aumente dramáticamente el número de hispanos que termina la universidad. Actualmente sólo 13 de cada 100 latinos tienen un título universitario. Ésa es la realidad y causa una enorme tristeza.
¿Por qué no hay más latinos terminando la universidad? Hay muchas razones. Hay un problema de dinero: muchos estudiantes, al terminar “high school” o preparatoria, tienen que trabajar para mantener a sus familias. Hay un problema cultural: las universidades no saben cómo atraer a más estudiantes hispanos. Hay un problema familiar: no existe la convicción de que la universidad abre puertas para las oportunidades y es una necesidad. Y hay un problema social: los estudiantes ven que algunos artistas, deportistas y empresarios que no fueron a la universidad se han convertido en millonarios y, por supuesto, quieren ser como ellos.
Esto último es uno de los obstáculos más complejos para promover la educación superior. El valor neto de algunos empresarios brillantes que abandonaron sus estudios es verdaderamente impresionante: Bill Gates, de Microsoft, 72 mil millones de dólares; Michael Dell, casi 16 mil millones; Liliane Bettencourt, 30 mil millones; Amancio Ortega, ejecutivo de modas, 57 mil millones. Titanes de la tecnología, como Mark Zuckerberg y Steve Jobs, han amasado fortunas incluso más cuantiosas.
En los campos del espectáculo y los deportes, nuestros hijos ven actuaciones de jóvenes artistas como Lady Gaga (80 millones de dólares) y Justin Bieber (58 millones). O escuchan que el golfista Tiger Woods tiene una fortuna de cuando menos 78 millones de dólares, o que Roger Federer ha ganado 71 millones durante su carrera de tenista. Las hazañas y fortunas de estrellas del fútbol como David Beckham (47 millones de dólares) y Cristiano Ronaldo (44 millones) inspiran sueños de gloria.
Estoy seguro que muchos jóvenes hispanos formarán parte de esta lista de multimillonarios en el futuro y que serán grandes empresarios, deportistas y cantantes. Pero la mayoría no lo será. Ésa es la realidad. No hay ninguna garantía para tener éxito en esta vida. Ninguna. Pero el camino más seguro es terminar la universidad. Te doy un dato.
Un estudiante que termina la universidad en Estados Unidos ganará en su vida un millón de dólares más, en promedio, que alguien que no se gradúa. Este promedio está basado en un estudio de salarios hechos por la Oficina del Censo de Estados Unidos. Es decir, un título universitario casi te asegura un millón de dólares más en tu vida. Nada mal.
No hay nada malo en querer ser millonario antes de cumplir 30. Pero hay que tener un plan B. Y ese plan B requiere un título universitario. Ese plan sólo se puede aprender en la casa.
No vengo de una familia de dinero. Tuve que trabajar para ir a la universidad al igual que todos mis hermanos. Pero lo que sí recuerdo perfectamente es que nunca tuve la menor duda de que algún día iría a la universidad y me graduaría. Nuestros padres no nos dieron ninguna otra opción. Eso nos salvó. Estoy absolutamente convencido que sin un título universitario nunca hubiera podido aprovechar las oportunidades que se me han presentado en México y en Estados Unidos. Mi sospecha es que, sin la universidad, habría sido invisible para muchas empresas y personas.
Regresar a UCLA me permitió ver el futuro de Estados Unidos, con un claro dominio latino en varias ciudades, y reafirmó mi convicción de que para triunfar es preciso tener dos cosas: pasión por lo que haces y, si la pasión y el talento no son suficientes, un título universitario para navegar en un planeta lleno de imprevistos.