Tortillas, bebes y votos

Jorge Ramos

Durante mucho tiempo fuimos invisibles. Estabamos allí, pero los otros nos trataban como si no existiéramos. No éramos tantos como ahora, ni hacíamos tanto ruido, ni teníamos tanto poder. Pero las cosas ya cambiaron para los latinos en Estados Unidos. Durante mucho tiempo nos describieron como el gigante dormido. Pero ahora ese gigante ha despertado y está en marcha.

Cuando yo llegué a Estados Unidos en 1983 éramos sólo 15 millones de hispanos; hoy somos más de 55 millones y, según las proyecciones, en 35 años seremos 150 millones. Ya no somos invisibles.

En todos lados se nota nuestra presencia – hasta en la mesa. Por primera vez en la historia de Estados Unidos, en los supermercados se venden más tortillas que panes para hamburguesas. Cada año los norteamericanos gastan más en tortillas (unos 2.900 millones de dólares, según la empresa Packaged Facts) que en otros tipos de panes (2.100 millones de dólares). Esas son muchas tortillas. Estados Unidos ha adoptado rápidamente como propias las tradiciones culinarias de sus inmigrantes latinoamericanos.

Lo mismo ocurre con los nombres. Entre los nombres más populares hoy en Estados Unidos están José, Sofía y Camila. Le estamos cambiando el nombre a los estadounidenses. “Lo hispano está de moda”, dijo a la BBC la editora de un sitio en internet llamado www.BellyBaby.com y dedicado a nombres de bebés. “Cada vez más parejas no hispanas eligen nombre latinos para sus bebés. La tendencia continúa creciendo y seguirá en 2014”.

Esta tendencia se repite también en los deportes -algunos de los beisbolistas más famosos y ricos de Estados Unidos son latinos- en la música y en la política. En el 2012 unos 11 millones de votantes latinos ayudaron en la reelección del presidente Barack Obama (quien obtuvo el 71 % del voto hispano) y en el 2016 se calcula que 16 millones de hispanos serán determinantes en la elección de un nuevo presidente.

Por eso es incomprensible el suicidio político que cometió, el suyo y el de su partido, el líder de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner. Al negarse siquiera a debatir una propuesta migratoria este año, se ha ganado el enojo y la frustración de millones de votantes latinos. Boehner y su partido son los culpables de que la mayoría de los 11 millones de indocumentados no sean legalizados en este 2013. Y, a menos que corrijan a principios del 2014, los votantes hispanos les van a pasar la factura a los republicanos en las elecciones presidenciales del 2016.

Es una ceguera política inexplicable no entender que la reforma migratoria es un asunto personal para millones de hispanos y que el Partido Republicano pagará un precio político muy alto si insisten en archivar este tema. Si los republicanos pierden la Casa Blanca otra vez en el 2016 habrá que apuntar a la decisión de Boehner como la causante de esa derrota. Obama y los demócratas fueron los culpables de que la reforma se estancara antes del 2012. Pero ahora la culpa ha pasado a los republicanos.

Estados Unidos -no queda la menor duda- se está latinizando. Y quienes no se adapten a esta nueva realidad quedarán relegados, tanto en los supermercados como en las elecciones. La millonaria venta de tortillas, los nuevos nombres de los bebés y el creciente poder político hispano reflejan un cambio demográfico dramático en Estados Unidos. Significa que lo que antes era marginal y minoritario, poco a poco se está convirtiendo en la corriente principal.

Un ejemplo avasallador. Siete de cada diez estudiantes del distrito escolar de Los Ángeles son latinos. Muchos de esos niños tienen nombres hispanos, comen tortillas en sus casas y serán un formidable poder político en las urnas cuando cumplan 18 años de edad.

Por supuesto, no van a votar nunca por un partido que, cuando pudo legalizar a sus padres, decidió no hacerlo. Como dicen los cubanos, hay cosas que se caen de la mata, y ésa es una de ellas. Ya están advertidos.