Cuando democratizar es tiranizar

José Benegas

La democracia es una forma de gobierno, de manera que “democratizar” es siempre gobernar. Lo que la señora Kirchner quiere hacer es gobernar la Justicia porque en lugar de obedecerle se atiene a otros parámetros que están por encima del gobierno  como la Constitución y las leyes. “Democratizar” entonces se debe interpretar como el gobierno total, sin derechos de los ciudadanos, sin reglas, un sometimiento completo a los deseos del que fue votado.

La libertad no se “democratiza”, porque no se gobierna, pertenece a los individuos. La prensa no se “democratiza”, es un derecho de las personas y de estas organizadas en empresas que no depende ni debe depender del gobierno o de la opinión de los demás aunque sean una abrumadora mayoría. La Justicia no se democratiza, porque debe actuar con independencia de criterio respecto de las mayorías y las minorías. Democratizar no es distinto de tiranizar si se aplica sobre libertades o instituciones que no deben ser gobernadas sino libres.

La única libertad que conoce el hombre es la de sí mismo. Sólo podemos ser libres de la voluntad de otros seres humanos, muchos, todos los demás, o uno solo. Extender la democracia más allá de su ámbito específico es extender el gobierno y eliminar libertades. Se podría democratizar con quién nos tenemos que casar y no sería muy distinto que volver a los pactos paternos de matrimonio. Si se democratiza el uso de nuestro trabajo o sus frutos, sería igual que retornar a la esclavitud. Democratizar el pensamiento es negar la posibilidad de la independencia intelectual del individuo.

“Democratizar” Ja justicia es lo mismo que negarla. Justicia es dar a cada uno lo que le corresponde, es una vara independiente de la voluntad política. Si la justicia es democrática entonces no se le debe llamar justicia sino política. Dicho de otra forma, la frase hecha de que cuando la política entra por la puerta de los tribunales, la justicia sale por la ventana.

La constitucionalidad responde al interés de preservar el ámbito de libertad individual. Votar sólo tiene sentido si lo hacen ciudadanos libres, no dependientes, no democratizados a su vez. Los individuos libres son el origen y la condición sine qua non de la existencia misma de la democracia. Si se vota el fin de la democracia la democracia se termina por estrictas razones lógicas. Si se democratiza lo indemocratizable se acaba la libertad y con ella su célula indivisible, el ciudadano independiente afirmando su existencia ante el poder.

Éste es el debate que nadie quiere dar, la Argentina y otros países autoritarios nadan entre dos imposturas. Una la del populismo que disfraza todo lo que quiere. Habla de democratizar cuando quiere tiranizar, de derechos humanos cuando dividen con toda claridad a unos humanos que pueden todo de otros que no pueden nada y su obsesión es mandar sobre una masa de ovejas, enarbolan un pobrismo de novela mientras construyen oligarquías. Se muestran herederos del socialismo leninista, amigos y socios de la teocracia, pero todo lo hacen en nombre de la representación popular.

No hay pueblo sin ciudadanos. El pueblo no es un conjunto de ovejas criadas y controladas por el poder.

La otra impostura tal vez sea peor y es una gran ayuda para la primera. Es la de los que se oponen al populismo pero no son capaces, no se animan, no entienden o se avergüenzan de abrazarse a los valores que se le oponen. Desprecian al liberalismo, a la doctrina republicana que es mucho más que una serie de formalidades, aceptan todas las suposiciones económicas que justifican al autoritarismo y quieren mostrarse siempre miembros de la nueva religión de todos los Estados, el buenismo falso, barato y sin costo que justifica cualquier atropello en nombre de la necesidad.

La necesidad no puede ser la vara de una sociedad ni justa ni libre, ni siquiera democrática. Las necesidades son ilimitadas y la sociedad libre es la de los límites al poder. Si se hace funcionar al sistema político sobre las necesidades, así como éstas no tienen límite tampoco lo tendrá el poder. Lo siento, pero autoritarismo económico es autoritarismo.

Entonces al viejo autoritarismo que no se disfrazaba de otra osa le ha resultado fácil vestirse con los colores del antiautoritarismo. Lamento informar que el único antiautoritarismo que existe es el liberalismo que proclama la libertad individual y la segunda impostura no lo quiere asumir, quedándose sin argumentos, soportando los golpes en nombre de la gramática electoral.

A esto deberíamos sumarle un dilema, no cualquier idea es competencia democrática. Si se quiere utilizar al Estado para premiar descerebrados sin escrúpulos que defiendan al gobierno (léase periodismo militante), esa idea por más libre que sea no puede competir. No se puede jugar al fútbol si en nombre de la libertad de pensamiento un equipo decide agarrar la pelota con la mano. Y la democracia es un juego más importante que el fútbol, donde hay cosas que se dirimen de un peso mayor. Esto es lo que a la segunda impostura le cuesta más asumir. No puede haber un socialismo democrático, también lamento informarlo, ni una lucha de clases dirimida en una urna, ni un juez marxista. Cada vez que explico que el problema del creativo juez Gallardo empieza por su pensamiento anticonstitucional, es decir marxista declarado, los que quieren libertad sin liberalismo, algo así como mojarse sin líquido, sienten que el principio de la tolerancia podría ser herido. Pero este es un contrasentido como la votación acerca de ponerle fin a la democracia.

Es no entender que la libertad lisa y llanamente tiene enemigos y que, o esos enemigos son excluidos o vencidos antes de votar o se termina el juego y el plan.

El populismo es poco más que el descubrimiento de la segunda impostura que deja al sistema de libertades sin defensa y a merced de cualquier trampa que en algún momento sea votada.

Es así que resulta que para oponerse al gobierno haya que experimentar un enorme costo personal, se ve desaparecer de al rededor a todos los cobardes, se padece la persecución fiscal o el espionaje de un Estado terrorista. El sector público cobra impuestos en nombre de todos y los utiliza a favor de la facción en el poder. Como un partido de fútbol donde un equipo compra al árbitro y a los jueces de línea, coimea a los comentaristas y persigue a los que denuncian las trampas y en el que, en nombre de la segunda impostura, haya que felicitarlos cuando ganan de esa manera.

En la Argentina se vota porque hay constitución, que es el pacto de paz entre los argentinos, el que terminó con 40 años de luchas y dio origen a la unión nacional. La votación circunstancial no puede terminar con el pacto de paz permanente, no puede estar por encima la decisión del momento del acuerdo básico de largo plazo.

Aun si la democracia fuera sólo la mayoría, hay una que es circunstancial y hay otras que son de largo aliento. Una generación en un día no puede acabar con una forma de vivir que ampara a todas las generaciones.

La embestida kirchnerista contra la Justicia ni siquiera fue votada, es la bronca del momento del gobernante que se cree que es “el pueblo” como el déspota que se identifica con una divinidad. Es la respuesta de la señora Kirchner a fallos adversos que no hicieron otra cosa que ratificar que hay reglas que no pueden violarse. La creación de nuevas Cámaras y todos los otras medidas que impulsará su gobierno tienen por fin impedir a la Justicia actuar como tal y someter a los jueces al control político.

La ingenua o cómplice oposición ha estado prestando su aprobación a la designación de militantes K como jueces y fiscales durante años. Y seguro dirán que lo hicieron por ser “respetuosos” de la falta de respeto. Empezaron con la Corte, aunque hoy la Corte tampoco le alcance a los planes kirchneristas porque no se ha disciplinado como se pretende. Peor es el caso de los jueces y fiscales que como células dormidas de repente salieron a la luz para proclamar sus fines partidarios en un acto que los descalifica en su función jurisdiccional junto a conocidas caras del arrebato oficial con identificación como defensores de cualquier cosa. Todos esos jueces y fiscales, junto a la señora Gils Carbó, pasaron los filtros institucionales sin ser cuestionados, ni siquiera discutidos, subidos a falsos barcos nac&pop como los derechos humanos, que son sólo para ellos. O reduciendo el problema de la Justicia a los aspectos técnicos, con lo cual Meguele en la Argentina podría ser designado ministro de Salud con toda facilidad.

Sin embargo el plan tiene una pata muy floja. Es el olvido de lo que significa la Constitución de 1853, concebida “por voluntad y elección de las provincias que la componen”. No solo es el origen de un programa doctrinario explicado por Alberdi en “Las bases” y en “Sistema Económico y Rentístico”, es también el único pacto de unión nacional que sostiene la existencia del estado federal. Un cambio fundamental en sus principios o valores, sea por modificación o por avasallamiento y desnaturalización, hace retornar la autonomía a las provincias, que podrán determinar otra forma federal o confederal para aquello que denominaron Provincias Unidas del Río de la Plata o República Argentina.

Hay una legitimidad del gobierno que deriva de la constitución en general y de los comicios en particular y otra legitimidad que afecta al Estado federal como tal, que es el cumplimiento de ese pacto de unión que es el único que hay.

La coordinación entre la Procuradora General, el viceministro de Justicia y Derechos Humanos de los Montoneros, la reunión partidaria de funcionarios y magistrados y el discurso presidencial, son el lanzamiento de un plan revolucionario, un alzamiento contra la Constitución que coloca al “modelo” fuera de la ley fundamental.

El poder total antes de las elecciones le garantiza al sistema opresor que se pone en marcha el control de los resultados. Mientras todos duermen porque las encuestas no le dan bien al gobierno o la inflación les hace perder popularidad. Si esta marcha sobre la Justicia continúa, podrán imponer cualquier candidato en el 2015 porque nadie estará en condiciones de competir perseguidos por la AFIP o la justicia para la victoria democratizada, coletivizada.

El problema es que hasta aquí se ha tolerado demasiado. Todavía hay gente hablando de buenas o malas palabras, jugando a la pulcritud con un grupo de salvajes que pusieron al estado a su servicio, enriqueciendo a sus militantes trogloditas con dinero público, robando en sus caras como no se ha robado jamás. Los han visto cooptar cada rincón del Estado con militantes que trabajan para su facción, toleraron que la agencia estatal de noticias enarbolara la insignia del Frente para la Victoria, soportaron la utilización de los bienes públicos para esparcimiento de la familia presidencial, vieron como eliminaron el acceso a los informes de auditoría, la vieron intervenir la Procuración General  desplazar jueces para impedir la investigación de Boudou, fueron testigos del envío de dinero robado al estado venezolano por su dictador, conocen los negocios de las Madres de Plaza de Mayo, aceptaron la compra de artistas, la extorsión a empresarios abierta y por los diarios, la utilización de la AFIP para perseguir a los disidentes, aplaudieron por políticamente correcta la liquidación de la Corte Suprema legal en nombre de una república a lo Página 12. Ahí están ahora también reclamando su derecho a convertir a la Justicia en “soldados de Perón” a la altura intelectual y moral del señor Larroque. Si los han invitado tantas veces al abuso, como no iban a abusar.