La Torre de Babel del populismo

José Benegas

Como una Torre de Babel del estatismo enfermo que se apoderó de la Argentina en los últimos diez años, una tragedia tras otra desnuda que la vocación por el sector público es la vocación por la depredación, el autobombo y la jubilación temprana, pero que poco tiene que ver con el servicio.

Es tragedia porque los excesos como la hibris de los clásicos griegos, anuncian hasta el cansancio lo que ocurrirá, el tren que  no podrá frenar, el agua que se llevará todo a su paso, el avión que puede caer, la electricidad que se corta, pero el fútbol y 678 como necesidades esenciales del estatista idealista tienen que continuar.

Todo es inevitable y nos agarramos la cabeza pensando qué es lo próximo.

El estatismo está para servir a los estatistas. La demagogia no es servicio, es el encantamiento de la serpiente. El populismo en los desastres muestra para quien lo quiera ver que su única preocupación es sí mismo, y que la gente es un medio para sus fines. Esos a los cuales palmear la espalda y prometerles una heladera nueva si no hay más remedio, pero que sigan estando desesperados siempre.

El corto plazo son estadios y fotos, fútbol y fotos, farándula y fotos, bicisendas y fotos, nuevos documentos de identidad para votarlos y fotos. Y los que no están en las fotos son enemigos.

Para el corto plazo todo, para el largo plazo, las cuestiones de fondo nada. Ni cloacas, ni desagües, ni estudios, ni caminos. Eso que lo haga el próximo, nada puede detener el crecimiento del empleo público para los militantes y el llamado gasto social que asegura, mientras empobrece a los que pagan impuestos y les impiden pagar sueldos, que la miseria se eternice y con ella el reino del populista.

El tema más importante a descubrir de estas experiencias espantosas, aunque tuvimos tantas de las que no aprendimos nada, es el despropósito del gobierno nacional consumiendo todos los recursos, cobrando todos los impuestos y no haciéndose responsable de nada.

Las invasiones inglesas de 1806 y 1807 desnudaron la inutilidad de la corona española para los habitantes del Río de la Plata ahogados por impuestos, regulaciones y proteccionismo. A la hora de defenderlos eran como los intendentes de vacaciones. Los acontecimientos se precipitaron después por el cause natural de la conclusión obvia de ese desfasaje: ¿Para qué estamos pagando tanto para recibir tan poco?

Los borbones nunca ahogaron tanto al país como este Estado Nacional que está para todos los actos y las puestas en escena, para pagar el fútbol y ayudar a vivir mejor a la farándula prostituida, pero para las cosas serias mejor llamen al gobernador o al intendente como les explicaba la presidente a los vecinos de Tolosa.

No es el kirchnerismo el problema, a lo sumo son los que lo explotan con mayor descaro, es el estado nacional desfazado e inútil y la desaparición del espacio de la polis, la ciudad, porque la recaudación y el gasto están invertidos. El estado nacional no le sirve a nadie casi nunca, pero es el que recauda y consume la mayor parte de los recursos; las ciudades no recaudan casi nada y reciben migajas, cuando tienen las responsabilidades más directamente relacionadas con la vida de los ciudadanos. Conversando con el intendente de Chabás, Provincia de Santa Fe, me contaba durante la crisis del campo que sólo en materia de retenciones agropecuarias el aporte de su municipio a la nación era del orden de los 300 millones de dólares anuales mientras su ciudad tendía un presupuesto de 10 millones. ¿No le sobraría acaso el diez por ciento de esa recaudación para brindar servicios de educación y salud de excelencia, solucionar todos los problemas de infraestructura y bajar drásticamente los impuestos para que su departamento creciera sin parar?

La ciudad es el lugar al que las personas tienen acceso y en el que pueden influir, siempre que la ciudad tenga los recursos y no sea un quiosco del gobierno nacional. Es el lugar natural de la política en su sentido original, como actividad vinculada a los problemas comunes donde la hueca retórica nacionalista suena inútil porque hay que ocuparse de que no los tape el agua. Ese lugar público donde los “políticos” modernos se aburrirían, donde habría que pensar, organizarse y actuar como hacen entidades privadas cuando responden a emergencias. La polis es lo que vemos en entidades como Cáritas o las redes sociales coordinándose de manera eficiente y canalizando colaboración, como de manera natural hacemos los seres humanos sin empleados públicos.

Hay un serio problema de diseño institucional por debajo de la podredumbre política que flota en la superficie, inclusive debajo de las tragedias sin respuestas adecuadas.

Hasta podría decir que el gobierno es responsable pero no culpable. Se los ha fomentado tanto para que sean como son, se han cometido tantos errores para beneficiarlos y hay tantos incentivos para que se conviertan en unos inservibles narcisistas sin remedio que hasta dan un poco de lástima en las cima de su Torre de Babel.