Se acaba de aprobar la reapertura del canje de la deuda para los fondos buitre. Aunque el gobierno había jurado que “nunca más” se les pagaría, ahora se desdice. Un negocio redondo para los usureros internacionales. Los pagos de la deuda son, junto al pacto secreto con Chevron, los dos mayores actos de coloniaje y sumisión al imperialismo de los últimos tiempos.
La iniciativa fue impulsada por Cristina, la “pagadora serial”, contando con el apoyo del grueso de la oposición patronal: los diputados de Macri (PRO), de Sergio Massa (Frente Renovador), todo el arco del PJ disidente y los radicales de Raúl Alfonsín. Elisa Carrió, quien se presenta como el gran baluarte de la anticorrupción, se abstuvo. Es decir, se negó a votar en contra de uno de los mayores actos de corrupción y entrega.
Para justificarse, Cristina alude que se está haciendo cargo de lo que hicieron gobiernos anteriores. ¡No! La presidenta, al igual que antes lo hicieron los radicales, el menemismo y la Alianza, da crédito a una de las mayores estafas perpetradas por la sangrienta dictadura de Videla-Martínez de Hoz. Del mismo modo, mantiene en pie gran parte de las leyes financieras y de inversión extranjera pergeñadas por la dictadura.
Mientras el gobierno habla contra el “colonialismo” y las “corporaciones”, el dinero se va de contado para los banqueros internacionales responsables de la crisis capitalista mundial. La prioridad de estos políticos es pagar una deuda ilegítima y fraudulenta que ya se pagó varias veces, en vez de priorizar los salarios, jubilaciones, el trabajo, la salud, educación, viviendas y obras para el pueblo trabajador.
El Presupuesto 2014 presentado por el gobierno dispone un crecimiento del 73% de los fondos destinados a la deuda, mostrando la rabiosa “voluntad de pago” del gobierno. Mientras tanto, se hipotecan las demandas populares más sentidas. Por ejemplo, por cada peso que se pague de asignación universal por hijo (AUH), los intereses de la deuda se llevarán $4,60.
La semana pasada el gobierno desembolsó 2.070 millones de dólares por los pagos del Bonar VII, 50 veces más de lo que se destinó a los inundados de La Plata, Provincia de Buenos Aires y Capital.
El gobierno de los “pagadores seriales” asumió con una deuda de 144.000 millones de dólares, durante su gestión pagó 173.000 millones y, después de proclamar que nos estábamos desendeudando, hoy debemos, según cifras oficiales, 197.464 millones de dólares. Si a esto le sumamos la deuda que no ingresó en el canje -que ahora, vía la reapertura, se va a reconocer-, los pagos futuros del Cupón PBI -que se paga cada vez que la Argentina crece 3% o más- y los pagos pendientes al Club de París, llega a 240.000 millones de dólares. Y con los juicios perdidos por el país ante el Ciadi (tribunal del Banco Mundial al que recurren empresas transnacionales contra la Argentina) y las deudas externas de las provincias (que tienen garantía del Estado nacional), llegamos al astronómico número de más de 300.000 millones de dólares. Es decir, no hay salida por la senda que propone el gobierno.
En 1982 se debían 45.000 millones de dólares y desde entonces a la fecha se pagaron, según Alejandro Olmos (hijo), 390.000 millones (nueve veces la cifra inicial) y, sin embargo, la deuda cada vez crece más.
Esta política genera, además, una deuda interna colosal: el vaciamiento de los fondos del Anses y el Banco Central para cumplir con los compromisos externos, hipotecando el futuro de millones de argentinos.
El problema de la deuda externa no es una cuestión meramente económica o técnica. Se trata, por el contrario, de la cadena central de nuestra dependencia política. No hay salida para la Argentina mientras sigamos tirando nuestros recursos al barril sin fondo de una deuda externa ilegítima, inmoral e impagable. No hay “canje” ni renegociación que nos salve. La única salida es dejar de pagar y llamar a conformar un frente de países latinoamericanos para enfrentar cualquier intento de represalia. Poniendo todo ese dinero a resolver las urgentes necesidades populares.
Ninguno de estos planteos se escuchó estos días en el Congreso. Hoy más que nunca, hace falta que la izquierda esté presente. Por eso llamamos a apoyar al Frente de Izquierda para pelear, entre otras medidas, para que la plata vaya al pueblo trabajador, no para la deuda mafiosa y usurera.