Los bolsillos inmodestos del Ayatollah

Julián Schvindlerman

Poco antes de morir, en 1989, el entonces ayatollah Ruhollah Khomeini firmó un edicto de apenas dos párrafos de extensión que tendría repercusiones políticas y económicas enormes en la historia futura del país. El mismo creó una entidad con la misión de administrar todas las propiedades abandonadas durante los caóticos tiempos de la revolución de 1979 que llevó a los islamistas al poder. Se la conoce como Setad Ejraiye Farmane Hazrate Emam, Cuarteles para Ejecutar la Orden del Imán.

El pasado noviembre, Reuters publicó un informe de seis meses de investigación que valuó el total de los activos de esta entidad en USD 95.000 millones. “Setad se ha convertido en una de las organizaciones más poderosas en Irán, aunque muchos iraníes, y el mundo más ampliamente, saben poco sobre ella” consignó Reuters. “En los últimos seis años, se ha transformado en un gigante corporativo que ahora tiene intereses en casi todo sector de la industria iraní, incluyendo finanzas, telecomunicaciones, la producción de píldoras para el control de la natalidad e incluso la cría de avestruces”, explicó la agencia noticiosa. Al tope de este imperio se sienta un sólo hombre: el Líder Supremo de la República Islámica de Irán, el ayatollah Alí Khameini, sucesor del primer gran ayatollah del país y entronado por el último cuarto de siglo.

Así, el mandamás persa tiene a disposición recursos financieros cuyo valor “rivaliza con las pertenencias del Shá” depuesto en 1979 según Reuters, pero que en la opinión de algunos economistas ha superado treinta veces la riqueza de Reza Pahlevi actualizada por inflación. El origen de esta fortuna se basó en propiedades abandonas o confiscadas a figuras leales al Sha, enemigos declarados o fugitivos ideológicos. Durante las últimas tres décadas se agregaron las propiedades de todos aquellos desprotegidos políticamente. Tal como Holman Jenkins Jr. ha notado en el Wall Street Journal, el pasado mes de mayo miembros de la odiada minoría religiosa Bahai perdieron propiedades valuadas en al menos USD 88 millones. Reportando desde Londres y Beirut, los periodistas de Reuters, Steve Stecklow, Babak Dehghanpisheh y Yeganeh Torbati presentaron en su informe a una anciana iraní residente en Europa mostrando los documentos originales que llevaron a su desposesión: la orden judicial que autorizó el secuestro de los tres departamentos de sus hijos, la carta que les informó acerca de la venta de una de las unidades y la nota que le exigía el pago de alquiler por uno de sus propios departamentos. Al final esta mujer lo perdió todo.

Los libros contables de Setad son inaccesibles para el público general e incluso para los legisladores: en el 2008 el propio parlamento votó a favor de prohibirse a sí mismo el monitoreo de todas las organizaciones del Líder Supremo, a menos que él lo requiera. Así, Khameini y sus quinientos empleados provenientes del ejército y de los servicios de seguridad que administran Beite Rahbar (la Casa del Líder) -la Casa Rosada persa- disponen de cuantiosos fondos a discreción para gestionar Setad y gobernar el país.

En julio del 2010 la Unión Europea incluyó al presidente de Setad, Mohammad Mokhber, en un listado de individuos y entidades a ser sancionados por su participación en actividades vinculadas al programa nuclear y balístico de Irán. En 2012 Mokhber fue removido de la lista. El pasado junio, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos incorporó a Setad a un grupo de treinta y siete empresas sancionadas por el mismo motivo. Pero este mes, a la luz del Acuerdo de Ginebra pactado entre Teherán y las potencias, catorce compañías petroquímicas previamente sancionadas quedaron liberadas para comerciar mundialmente. Entre ellas figuran tres empresas que Washington había identificado como parte del conglomerado de Setad: Ghaed Bassir Petrochecmical Products Co., Marjan Petrochecmical Co., y Sadaf Petrochemical Assaluyeh Co. A medida que prosigan las negociaciones, otras compañías de Setad seguramente se beneficiarán de  mayor flexibilización.

Con su vestir modesto, monotemáticas exhortaciones islámicas y constantes protestas contra el capitalismo, Alí Khameini se ha edificado una imagen de predicador virtuoso y guía espiritual piadoso. El suyo no es el primer ni único caso de líderes revolucionarios que astutamente toman para sí y su séquito una tajada de los frutos de la revolución mientras mantienen empobrecida a gran parte de la población. Lo llamativo -sin desmerecer ni un ápice el notable aporte de Reuters- es que le haya tomado tanto tiempo a alguien notarlo.