Por: Karel Becerra
El panorama para La Habana, hasta hace solo unos días todo era paz y tranquilidad, cerrado con broche de oro con el show de la Celac. El plan de Raúl Castro, perpetuar en el poder a sus herederos militares y familiares, había recorrido sin mayores contratiempos varios años. Raúl sabe que lo único que necesita es ganar tiempo, mientras construía hoteles, reformaba empresas y repartía todo el poder económico entre los amigos y familiares. Todo esto esperando el gran día, el fin del embargo.
Pero los estudiantes en Caracas no estaban en planes. Empujados por sus deseos de libertad, miles de jóvenes salieron a las calles de manera pacífica, acompañados por opositores, que para quienes los conocemos son auténticos demócratas y con un amor desmedido por su país. Como ocurre en Cuba, el “señor plátano” envío a sus turbas “revolucionarias” compuestas en su mayoría por lo peor de la sociedad, malandros, delincuentes y sobre todo fieles chivatos. Algunos aventuran que la idea de reprimir vino de La Habana, sin estimar que dicha orden solo mostraría torpeza de los gerontogenerales cubanos. La orden de La Habana es muy clara, aguanten todo lo que puedan, pero que no se les vaya la mano.
La suerte en Venezuela está echada, y Raúl lo sabe. La economía en Venezuela está en crisis mortal y varios millones de dólares están en peligro. Por lo que la gran pregunta de Raúl es “¿podremos seguir subsistiendo a costa de Venezuela, o mi única salida es el dinero fresco de los norteamericanos?“. Pues la respuesta se cae de la mata, no solo por la realidad, sino por las promesas hechas por Raúl a sus súbditos que hoy deben decir por lo bajo “Show me the money !“.
¿ Entonces qué tenemos ? Un Raúl Castro con su débil mano izquierda atada a Venezuela y por otra parte su mano derecha, agarrado con las uñas a la economía mas poderosa del planeta. De seguro que sus nietos, recientemente llegados de ver “Frozen” de o en Disney le dirán “Let it go!” y dejará a Maduro en el aire.