Por esa casa que vence las sombras

Leonardo Pizani

A Rafael Pizani[1] y Francisco De Venanzi[2], padres de la autonomía universitaria contemporánea.

Una piedrita en la Bota

A pesar de todos sus esfuerzos, en 15 años de gobierno el chavismo no logra ganar elecciones en las universidades autónomas de Venezuela más que en algunos centros de estudiantes aislados. Ni por las buenas ni por las malas, ni asaltando con grupos paramilitares de los por ellos llamados “colectivos”, ni congelando el presupuesto, ni amenazando, golpeando y deteniendo estudiantes han logrado entrar a las universidades autónomas.

Como ha sucedido con las dictaduras militares que hemos sufrido así como con las intentonas autoritarias de alguno que otro gobierno democrático, las universidades, defendiendo su autonomía -ahora consagrada en el artículo 109 de la Constitución- y guareciéndose tras ella, han logrado evitar que el gobierno conquiste por la fuerza lo que no ha conseguido por la vía del convencimiento.

Estudiantes y militares

Los militares en el poder y sus seguidores -desde su lógica de fuerte tendencia totalitaria- saben que para garantizar el éxito de su proyecto, hay que someter a las universidades autónomas y a los estudiantes y saben también que, para lograrlo, habría que comenzar por liquidar los conceptos éticos que fundan la autonomía misma y marcan desde el origen contradicciones insalvables entre el ser universitario y el militar.

Así como no es una casualidad que la universidad sea en el país símbolo de rebeldía, de democracia y de libertad, tampoco lo es que lo militar simbolice la arbitrariedad, la corrupción y el despotismo. Es la historia y las características intrínsecas a cada institución lo que las define.

Las fuerzas armadas son por definición estructuras verticales, jerarquizadas, creen que obediencia es respeto y basan su funcionamiento en la disciplina de la obediencia debida, la fuerza física y el castigo. Entre los militares pensar, preguntar y cuestionar está prohibido en tanto que se premia el obedecer sin chistar.

En las universidades, con una organización mucho más horizontal, la disciplina está fundamentada en la discusión, la confrontación de ideas y la comprensión; ¿alguien puede siquiera imaginar un estudiante que no cuestione, que acepte per se que alguien le dé órdenes, que no cuestione, que no se pregunte y no pregunte?, ¿alguien puede imaginarse que entre universitarios se hable de respeto sin relacionarlo con la experiencia, el prestigio, la honestidad, el conocimiento o la fuerza argumental del otro?

Para los militares la disciplina basada en la obediencia es requisito esencial en el ejercicio de su autoridad, que para ellos es Poder. Para los universitarios la disciplina es un concepto democrático que surge como consecuencia de la discusión y la confrontación de ideas y es producto de la comprensión y el convencimiento. Las universidades forman ciudadanos dispuestos a defender sus derechos, el militar desde soldado raso se forma pensando que un pedazo de tela hecho uniforme y un arma le confieren derechos especiales y poder sobre los ciudadanos.

Los universitarios se preparan para trabajar y producir.  Desde siempre la corrupción, el abuso de poder y la arbitrariedad han caracterizado las fuerzas armadas. En los últimos 15 años 1.614 militares activos o retirados han ocupado cargos de alto gobierno siendo escandalosos los casos de corrupción y la ostentación que hacen de su boyante situación económica sin que se los investigue, persiga ni condene.

El pensamiento único

El régimen militar necesita someter a las universidades autónomas como condición  imprescindible para  controlar al resto de la sociedad. Necesitan cerrar esa fábrica de diversidad, de ciudadanos, de mujeres y hombres pensantes. Ese es un objetivo estratégico del pensamiento único. Para sobrevivir y defender su existencia actual y futura, la sociedad civil venezolana necesita enfrentar esa estrategia y luchar por  salvaguardar la autonomía de las universidades como una cuestión de principios esencial a la libertad y a la democracia.

La agenda del diálogo

Si el diálogo se reanuda la sociedad civil organizada -hasta ahora sumamente tibia en esta materia- debe ser terminante y exigir a los partidos políticos que, al lado de la libertad de los presos políticos (muchos de ellos estudiantes), el cese a la represión y el desarme de colectivos, coloque en agenda la defensa de las universidades autónomas. Es una deuda que tienen la sociedad civil y los partidos políticos y es un punto que, además, es esencial para la defensa de la libertad de la sociedad en su conjunto.


[1]     Rafael Pizani: 1909 – 1997. Rector de la Universidad Central de Venezuela 1943-1944.

[2]     Francisco De Venanzi: 1917 – 1987. Rector de la Universidad Central de Venezuela 1958-1963.