De la autocrítica de Obama a las confesiones de Castro

Leonardo Pizani

El grito de lo innombrable

Al reconocer que tenemos profundas diferencias, fundamentalmente en materia de soberanía nacional, democracia, derechos humanos y política exterior, reafirmo mi voluntad de dialogar sobre todos esos temas”. Raúl Castro

 

El Tea Party y la segunda muerte del Che

Una autocrítica no es otra cosa que la confesión de un error acompañada de una reflexión y, en el caso de la que hizo el Presidente de los EEUU es, además, una autocrítica dirigida a la derecha norteamericana, en especial a la que integra el Tea Party, que venía eufórica después de su triunfo en las elecciones parlamentarias y Obama ha logrado colocar a la defensiva.

En apenas unas pocas semanas el Tea Party ha recibido tantas ofensas que, enceguecido por la rabia, sólo piensa en la venganza del “impeachment” para sacar “a ese negro insolente de la presidencia”.

Pero es evidente que también existen las confesiones puras y simples, no acompañadas ni de reflexión, ni de arrepentimiento ni dirigidas a nadie. Generalmente son las confesiones que se nos escapan, que decimos sin darnos cuenta pero que nos dejan en una tal evidencia, que después no podemos negarlas aunque tampoco nadie pueda probar que la hemos dicho, como es el caso de las que -por omisión- hace el Presidente de Cuba en el párrafo de su discurso citado en el epígrafe de esta columna.

 

De la utopía comunista a la Dictadura de El Proletario

Como en una sesión de análisis en la que el paciente dice más con lo que calla, con sus omisiones Castro confiesa al menos dos cosas muy importantes; por una parte, reconoce el fracaso del sistema económico cubano al no incluir entre las materias sobre las cuales tiene profundas diferencias lo concerniente al sistema económico. En segundo lugar, que lo del partido en el poder en Cuba es sólo eso, un proyecto de poder. Un proyecto totalitario de largo plazo que pretenden que los trascienda a través del partido.

Que un viejo comunista, como Raúl Castro, no mencione el Sistema Capitalista entre sus profundas diferencias con el Imperio Norteamericano no puede ser interpretado como un simple lapsus y seguramente tiene que ver con eso el silencio de El Proletario que hasta última hora se reserva como la última oportunidad para corregir a su propio hermano, si fuera necesario.

Somos muchos los que acompañamos el proceso cubano desde sus comienzos y creímos en la utopía, pero no para todos la historia pasó en vano. Stalin, la historia de la URSS, Hungria, Checoslovaquia, el caso Padilla y el fracaso económico han producido toneladas de papel y de reflexiones que no pueden ignorarse.  La historia existe para quien la quiera leer, pero a pesar de eso, como al holocausto, todavía hay quien la niega.

Ha diferencia de la autocrítica de Obama, las confesiones de Castro están dirigidas a quien quiera comprenderlas, y entre quienes primero lo hicieron están los acríticos nostálgicos de los 60 y adoradores del Che.

No ha dejado de sorprenderme observar que los dos grandes críticos del acuerdo entre Cuba y EEUU, son de un lado el Tea Party y del otro, esa masa indefinida de políticos, comunicadores e intelectuales de izquierda, integrada en buena medida en distintos aparatos del poder en América Latina, que no saben muy bien qué decir, pero que sienten cierta frustración y viven el acuerdo como derrota.

Los otros que ahora tendrán que meditar sobre estas palabras de Castro son -evidentemente- los gobiernos de los países miembros de la Unasur, especialmente de aquellos que conforman el sector más progresista que en todas sus manifestaciones públicas han roto lanzas en defensa de la democracia y los DDHH y que -al menos hasta ahora- no han manifestado diferencias conceptuales con la definición que de esos Derechos fundamentales hacen, tanto los organismos internacionales como los propios EEUU.

 

El fin del bloqueo político

Si bien el acuerdo entre Cuba y EEUU es sólo el comienzo del fin del embargo económico a la isla, claramente representa el fin de su bloqueo político, lo que trae entre otras consecuencias, un importante alivio para algunos gobiernos.

Hasta ahora, la torpeza de la política norteamericana hacia Cuba venía colocando a muchos gobiernos en la difícil situación, un tanto contradictoria, de tener que votar en los foros internacionales en contra de un aliado y socio comercial muy importante a cambio de nada, porque Cuba no cedía un ápice en su política de violación de los DDHH y de irrespeto de las libertades democráticas.

Esto ahora debe cambiar.

¿Van los gobiernos de la Unasur a discutir también esta materia con Cuba? Castro dice estar dispuesto a hacerlo.