El acto revolucionario más grande de la historia argentina

Luis Gasulla

Mientras que muchos analistas políticos y encuestadores se preguntaban si los problemas de salud de la presidenta de la Nación podían cambiar el destino del oficialismo en las próximas elecciones y el debate del miércoles pasado en TN relanzaba una aburrida campaña, el legislador del Frente para la Victoria y candidato a diputado nacional Juan Cabandié quiso evitar una multa de tránsito apelando a su aguante durante la última dictadura militar.

El kirchnerismo es muy astuto en imponer la agenda mediática y los temas a discutir en la sociedad. Pero con el video del hijo de desaparecidos y la aparición mediática de la agente de tránsito despedida, al gobierno se le escapó la tortuga. Mientras que los medios oficialistas se ocupaban de destrozar a Elisa Carrió, quien cometió el grave error de contestar las provocativas acusaciones de su contrincante, un video del joven camporista discutiendo con la desconocida Belén Mosquera convirtió a los perdedores del debate en triunfadores y a los panelistas de 6 7 8 en verdaderos magos intentando sacar un conejo de una galera que sólo contenía vergüenza ajena.

El gobierno paladín de los derechos humanos se volvía a dar la cabeza contra la pared en el momento en que Cabandié, una de las creaciones políticas de Néstor Kirchner, apelaba a ser hijo de desaparecidos para evitar pagar una multa. Imaginen por un momento la reacción que provocaría en alguno de los programas televisivos, radiales o diarios oficialistas si alguien grabara a Victoria Donda intentando no pagar el cable apelando a su historia personal. O a Adolfo Pérez Esquivel diciendo que la cola del banco no la hace porque se ganó un Premio Nobel de la Paz mientras que bancaba la dictadura. Cabandié dijo que él defiende al país de todos los hijos de puta que lo quieren destruir. “Gracias por todo, no te hubieses molestado”, canta Ignacio Copani. Esta vez, tiene razón.

Pero el hombre que se cree dueño de la bandera de los derechos humanos, disconforme con la joven -porque Mosquera también es la gloriosa juventud que reivindica la presidenta, ¿o no?-, pidió un correctivo a “Martín”. Pero a ¿Insaurralde? se le fue la mano y la dejó en la calle contrariando a eso de que “somos garantía de trabajo, salud y futuro”. La garantía del Frente para la Victoria es como la de los celulares comprados en un local de ventas clandestino. No se sabe cuándo empieza a regir y se aplica según la cara del cliente.

Pero, ¿dónde estaba Cabandié cuando echaban a los integrantes de la comunidad Primavera de la avenida 9 de Julio? ¿Hizo algo para que la presidenta recibiera y escuchara los reclamos de su líder Félix Díaz? ¿Hace cuánto que está “bancando a la dictadura”, eso sí, en pañales y con chupete?

El kirchnerismo, a pesar de los golpes y las caídas, sigue siendo astuto para cambiar el eje y no se ruboriza ante su doble moral. Siempre va por más. Como el asado en la ex ESMA, Cabandié, una vez más, frivolizó la noble bandera de los derechos humanos. Tal vez, para él, zafar de una multa era el acto revolucionario más grande de la historia argentina.